La feria de las balanzas fiscales

Pasen y vean. El espectáculo ha comenzado. Diecisiete comunidades autónomas van a competir de ahora en adelante por presentarse ante la opinión pública como las que necesitan más dinero, las más agraviadas, las dispuestas a dar menos porque ya han dado más que nadie y todo ello disimulando en lo posible su insaciabilidad.

Todas van a exigir que el Estado sea más austero para poderlo ser ellas un poco menos, justo lo contrario de que lo que espera conseguir el Estado cuando se empiece a discutir el nuevo modelo de financiación autonómica. Todas alzando la voz y exhibiendo sus afrentas y las que no lo hacen esperando que la batalla se decante para ver donde arriman el ascua a su sardina.

Los primeros números del espectáculo ya han salido a la pista: Madrid, Extremadura, Andalucía, Catalunya… Todo ello tras una introducción del prestidigitador Cristóbal Montoro que anunció que no habría balanzas fiscales y cuando el público estaba con el oh en la boca, dijo lo contrario para que ya todos contentos ocuparan sus asientos y empezara la función.

Madrid se queja de ser la más perjudicada con el actual sistema de financiación y Catalunya le da la razón aunque dice que ella también y que por eso va a empezar una campaña promoviendo el sí-sí en la consulta soberanista que nunca se hará. Puros fuegos de artificio. Magia potagia de la buena.

De los agravios fiscales a todos los demás. Extremadura epata al personal con el recuento de su población de grullas y la magnificencia de sus bosques para reclamar que el Estado valore más su aporte medioambiental y se deje de otras mandangas.

Todas sacan a los mejores hombres y expertos para que demuestren sus habilidades en el arte de encontrar argumentos que les beneficien a ellos y, como, claro, esto no deja de ser un juego de suma cero, perjudique a los demás. Mientras el público sigue atónito la exhibición y no sabe si decantarse por el método del flujo monetario o el del cálculo de carga-beneficio. Apasionante. Todo parece en el aire, hasta el lenguaje. Unos hablan de déficits insufribles, otros de lógica redistributiva. Cada uno a lo suyo.

Es curioso. Todos mencionan Europa como la gran aspiración política. Son incapaces de construir España (la que sea, federal, jacobina, confederal o verbenera), pero no olvidan en cada una de sus actuaciones venerar la construcción europea, como si fuera posible hacer tamaño trabajo sin altas dosis de generosidad y solidaridad.

Uno piensa que sus dirigentes deberían ser hombres o mujeres con una probada capacidad para el consenso y dotados de una amplia visión política, pero no, más parecen esos vecinos enrabietados a los que el ayuntamiento les acaba de comunicar la contribución especial que les corresponde para unos arreglos en la urbanización, discutiendo qué criterios pueden conseguir que les beneficien individualmente más.

El ruido ensordecedor y la habilidad desplegada impiden ver con claridad donde está el truco. Como magos no es que sean números uno, pero consiguen que el personal se distraiga. Mientras Catalunya se siente tan injustamente tratada que apenas ve solución en la independencia, nadie repara en el fracaso de la reforma administrativa que prometió Mas, uno de cuyos ejemplos más aparatosos son los consells comarcals. Mientras Andalucía reclama 2.800 MM de euros perdidos en Madrid, el escándalo de los EREs pasa a un segundo plano. Madrid se asfixia, dicen, pero tal vez sea más por la ineptitud de Ignacio González y Ana Botella que por otras consideraciones.

Pero pasen y vean, por favor. El espectáculo ya ha comenzado. Saldremos insatisfechos, pero habremos pasado el tiempo, que a falta de otros objetivos más ambiciosos siempre es una posibilidad.

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