La factura de la fractura
El 'procés' ha provocado unos costes económicos y sociales que tardarán mucho tiempo en repararse
Llegará algún día, que espero y deseo que sea mucho antes que tarde, en que conoceremos con exactitud los enormes costes económicos de toda índole que el proceso independentista ha causado a la propia ciudadanía catalana. Porque, más allá de las ya más de 3.000 empresas de todo tipo que han trasladado sus sedes sociales, y en no pocos casos también fiscales, a otras comunidades autónomas españolas, cada vez son más evidentes y cuantivamente relevantes estos costes económicos.
La caída espectacular en el consumo interno, sobre todo en algunos sectores; el descenso del turismo español e internacional; el notable incremento del paro de estos últimos meses y, en general, una atonía económica jamás vista en Cataluña, son síntomas inequívocos de la gravedad de una crisis que, si no se remedia a muy corto plazo, puede acabar teniendo consecuencias catastróficas para el conjunto de la sociedad catalana, y sobre todo para la ciudad de Barcelona y todo su entorno metropolitano, el poderoso motor económico del que vive Cataluña entera.
Ha habido una lamentable pérdida de la imagen y el prestigio exterior de Cataluña
Más allá incluso de estos enormes costes económicos directos e indirectos que han afectado al conjunto de la sociedad catalana, iniciados de hecho ya hace cinco largos años -desde entonces han sido más de 5.000 las empresas que han trasladado su sede social a otras comunidades autónomas-, está también muy claro que ha habido, y hay aún, una lamentable pérdida de la imagen y el prestigio exterior de Cataluña, tanto en todo el ancho mundo como en nuestro más inmediato entorno, en el resto de España y también en la Unión Europea.
De nuevo, en esto Barcelona y su gran entorno metropolitano han sido y son los principales perjudicados, porque la auténtica marca catalana de prestigio mundial es, como mínimo desde 1992, la “marca Barcelona”. Dudo mucho que algún día pueda llegar a calcularse con alguna exactitud el coste económico real de esta grave pérdida de imagen y prestigio.
El independentismo no comprende que con su apuesta secesionista han despertado el sentimiento españolista
No obstante, el más grave quebranto que ha producido el independentismo en Cataluña es, sin duda alguna, de profunda fractura social interna, de escisión y división entre familiares, amigos, vecinos, compañeros, colegas… El nivel de tensión existente en las redes sociales es particularmente revelador al respecto porque expresa con gran virulencia verbal una confrontación inimaginable hasta hace muy poco tiempo. Lo señalan ya todas las encuestas conocidas pero es que es algo constatable por cualquier observador un poco atento de la realidad social.
No se trata solo, ni tan siquiera principalmente, de esta guerra de banderas que tanto ha sorprendido y escandalizado a los independentistas, los mismos que a partir de un día se olvidaron de la “senyera” que hasta entonces unía a todos los ciudadanos de Cataluña para reemplazarla por las variopintas y contradictorias versiones de su “estelada”, y que siguen sin comprender que con su apuesta secesionista incitaron el despertar de un sentimiento españolista que comparten muchos de sus conciudadanos.
La factura del ‘procés’ se pagará en magnitudes de convivencia y concordia social
Esta factura de la fractura es y seguirá siempre siendo una incógnita. Todavía más: es ésta una factura que nos costará mucho más de acabar de pagar. No tanto en magnitudes económicas sino en paz, convivencia y concordia social. Sé que se trata de intangibles, pero sin ellos la vida resulta muy difícil y mucho menos placentera. Me temo que la factura de la fractura no la conoceremos jamás. Como mínimo, hasta que se acabe definitivamente con la falacia de un engaño colectivo. Y ya se sabe que, como decía aquel hombre sabio y lúcido que fue Mark Twain, “es más fácil engañar a alguien que convencerle de que le han engañado”.