La fabricación de contenidos culturales
La producción cultural local debe nutrirse de una escena joven que está recluída en escuelas de formación y espacios para la creación
En 2004 la UNESCO logró impulsar un programa para defender y promover la diversidad cultural a escala global.
Este debate liderado, como siempre, por franceses y canadienses del Quebec era la respuesta evolucionada de una idea que tuvo un gran éxito a inicios de los años 90 y que, de manera genérica, se denominó excepción cultural.
Los norteamericanos querían incrementar la liberalización de los mercados cinematográficos
La excepción cultural fue un acuerdo no firmado, realizado en el entorno de las rondas de negociación de los tratados de libre comercio del GATT (Ronda Uruguay) a partir del cual se consideraba legítimo el apoyo de los Estados a determinadas actividades culturales locales y de manera especial las audiovisuales.
En aquellos primeros momentos los norteamericanos, con la complicidad de japoneses y australianos, querían incrementar la liberalización de los mercados cinematográficos y dada la potencia de las grandes corporaciones audiovisuales -las majors- es evidente que el éxito de la propuesta hubiera condicionado el futuro del sector en casi todos los países del mundo.
La cultura europea
El programa MEDIA de la Comunidad Europea es una de las consecuencias de aquella decisión y buena parte de las políticas estatales de apoyo industrial al audiovisual y en cierta medida a la música, también.
Que Europa se defienda de la presión librecambista americana (circunstancia por otro lado paradójica, dada la tendencia global de la economía americana hacía un exacerbado proteccionismo) es necesario, pero el resultado de estos políticas no puede servir únicamente para consolidar unas normativas de subvención.
Es determinante disponer del talento y la capacidad de producción necesaria para ofrecer los contenidos adecuados
Si esto fuera así tendríamos un sector estable con mayor o menor grado de sostenibilidad, pero no necesariamente aseguraríamos la competitividad imprescindible que exige un mercado tan dinámico como el cultural y que además evoluciona globalmente gracias a la digitalización.
Competir culturalmente a escala global depende del control de las redes de distribución pero a medio plazo es determinante disponer del talento y la capacidad de producción necesaria para ofrecer a las redes los contenidos adecuados.
Por eso es tan importante asegurar la protección a los creadores y dotarlos de los medios imprescindibles para desarrollar su tarea.
El contexto barcelonés
El programa de las Fábricas de Creación del Ayuntamiento de Barcelona va en esta dirección y, de manera similar a otras ciudades europeas, trata de facilitar a artistas de diferentes ámbitos espacios, asesoramiento, recursos materiales y proyección internacional.
Sin embargo, la experiencia acumulada en sus diez años de experiencia deja algunas dudas que habría que aclarar para conseguir los resultados deseables.
El más importante de los retos a resolver es conseguir que el trabajo de las Fábricas tenga efectos relevantes en los escenarios donde se desarrolla la actividad cultural del país.
Las escuelas de arte, los centros culturales y los espacios para la creación deberían alimentar los circuitos de difusión cultural
En la actualidad muy pocos proyectos desarrollados en las Fábricas pueden verse en los teatros, los centros de exposiciones o en las salas de concierto del país.
Justo al contrario, lo que uno percibe de la vida cultural de países como Francia, Alemania o Inglaterra es la gran consistencia de su sistema creativo y la excelente relación que mantiene con las estructuras de producción de contenidos.
Las escuelas de arte, los centros culturales, los espacios para la creación forman parte de un engranaje que debería actuar coordinadamente para alimentar los circuitos de difusión cultural.
El talento y los espectáculos son parte de una cadena de valor y aun existiendo mundos culturales alternativos, sus modos de funcionamiento se complementan.
El problema cultural
En Barcelona pareciera que las Fábricas de Creación defienden modelos alternativos que más allá de alimentar, renovándolo, el tejido productivo aspiraran a crear un mundo cultural paralelo.
Este es uno de los principales problemas culturales de Barcelona: la enorme resistencia del sector cultural a renovarse dando oportunidades a los jóvenes talentos.
También es la perversa consecuencia de unas normativas de subvención que condicionan su gestión a complejos engranajes burocráticos para los que no están técnicamente preparados, ni dotados administrativamente, los jóvenes.
Visto así el sistema tiende a perpetuarse con independencia de que los contenidos producidos sean excelentes o mediocres.