La extraña pájara internacional del Presidente Sánchez

España es prácticamente el único país del continente donde varios de los miembros de la coalición de Gobierno mantienen posiciones claramente antiatlantistas

Josep Borrell, alto representante exterior de la UE, cambió de idioma hacia el final de su intervención, del inglés al español, para que no quedase ninguna duda de dónde se encontraba el destinatario de su aldabonazo de cierre: «Nadie puede mirar de lado. Nos acordaremos de aquellos que, en estos momentos solemnes, no estén a nuestro lado».

Pocos de los asistentes tuvieron dudas sobre quiénes eran “aquellos”: varios de los socios del Gobierno español (entre ellos, Podemos e IU, que son parte de la propia coalición) votaban apenas unas horas después en contra de ampliar las sanciones a Rusia o de apoyar la concesión a Ucrania del estatuto de país candidato.

El enigma de Pedro Sánchez

No era en realidad una sorpresa: en varias cancillerías europeas ha llamado la atención la lenta reacción del Gobierno español en los últimos días: fue uno de los últimos en decretar el cierre del espacio aéreo a los vuelos procedentes de Rusia, y ha evitado el envío bilateral de asistencia militar ofensiva a Ucrania, remitiéndose al fondo común puesto en marcha por la UE, en lo que fuentes gubernamentales han presentado como un encaje de bolillos entre los socios de la coalición.

La situación del Gobierno español es ciertamente singular: después de que las elecciones en Portugal abriesen paso a un gobierno monocolor socialista, España es prácticamente el único país del continente donde varios de los miembros de la coalición de Gobierno mantienen posiciones claramente antiatlantistas. A pesar de que los principales dirigentes de Podemos e IU han evitado las declaraciones públicas en los últimos días, las hemerotecas están llenas de manifestaciones en los pasados meses donde atribuían al “expansionismo” de la OTAN y a las posiciones “ultraderechistas” del Gobierno ucraniano, las principales responsabilidades en la génesis de la actual crisis.

Garzón y el «zarismo»

Incluso los que se han manifestado, como el líder de IU y a la sazón ministro de Consumo, Alberto Garzón, han hecho un pino-puente histórico, atribuyendo a Putin pulsiones “zaristas” (como si el largo dominio comunista en Rusia a lo largo del siglo XX no hubiese tenido ambiciones imperialistas dignas de tal nombre). La incomodidad es todavía más evidente en Yolanda Díaz, prácticamente desaparecida en los últimos días, a pesar de que la subida del SMI o su varias veces anunciada gira para “escuchar a los ciudadanos”, le brindaban un protagonismo mediático al que voluntariamente ha renunciado.

Igualmente incómodo parecía el Presidente Sánchez en la entrevista con el periodista Carlos Franganillo. La política internacional le ha brindado hasta ahora los momentos más dulces de su presidencia: desde la acogida al Aquarius, a los pocos días de ganar la moción de censura en 2018, al establecimiento de las bases logísticas para la repatriación de los refugiados de Afganistán en el verano de 2021.

Pedro Sánchez, cuya carrera política se forjó en los aledaños de la política comunitaria en Bruselas, parece disfrutar del foco internacional mucho más que del doméstico: aunque el resultado finalmente estuvo por debajo de las expectativas, su papel protagonista, liderando el bloque socialista durante la cumbre europea que en 2019 decidió el reparto de las instituciones comunitarias, marca seguramente uno de los momentos más álgidos de su presidencia.

El tropiezo con Biden

Y su tropiezo con el “paseíllo” ante Joe Biden en la cumbre de la OTAN en 2021 uno de los más bajos, cuyos platos rotos se encargaría de pagar su jefe de gabinete poco tiempo después.¿A qué se debe, entonces, la repentina “pájara” en la política exterior española? La respuesta más obvia es el equilibrio interno en el gabinete. La invasión rusa de Ucrania, por los motivos expuestos, es especialmente incómoda para sus socios de coalición.

Pero la navaja de Ockham no es siempre la explicación más adecuada en política (que se lo pregunten si no al votante del PP, después de lo visto en las últimas semanas). El Presidente es responsable de la política exterior del Gobierno, y no tuvo reparos a finales de enero en desplazar tropas, incluida una fragata, a Ucrania, junto a sus socios de la OTAN. La rápida reacción entonces del Gobierno motivó fuertes críticas entre sus socios. ¿Por qué, entonces, ahora anda con pies de plomo? No es precisamente pudoroso Sánchez para utilizar el frío acero del cuchillo cuando tiene oportunidad de hacerlo. ¿Qué mejor ocasión para asestar un golpe casi definitivo a sus incómodos socios, aquellos que no le dejarían dormir? ¿Por qué no aprovechar para cortarle el vuelo definitivamente a Yolanda Díaz?

Hagan cábalas. Uno de los mayores condicionantes de la política exterior de Trump fueron las informaciones que manejaba la inteligencia rusa sobre el propio presidente o sobre miembros de su gabinete. Parece demasiado rocambolesco pensar que algo semejante pueda estar ocurriendo con el Gobierno español. Quizás a Sánchez le pasa que a fuerza de ir quedándose sin rivales, ha empezado a perder también su propia alma. Recuerden que Moriarty no consiguió sobrevivir a Holmes, ni viceversa.