La extinción de CiU
Hacia finales del año pasado ya escribimos sobre la tendencia a la desaparición de CiU. La última encuesta de El Periódico confirma la caída en barrena del partido en el poder. Un barco a la deriva y un patrón desconocido, enajenado en su cargo. Ahora Artur Mas ya no se dirige a Itaca, sino que directamente envía a su partido y al país al dique seco. Un lugar olvidado, con malas compañías y alimañas de todo tipo.
Para llegar a Itaca había que saber manejar un barco. Pero Artur Mas ha pensado que su barco era un arca y, en vez de progresar gobernando, se ha dedicado –cual Noé– a almacenar especies que cree en peligro de extinción. No duda en fomentar congresos o jornadas como la ya famosa “España contra Cataluña”, mientras se olvida de pagar a las farmacias y otras cosas que no entran en su protegida arca.
Catalunya ha sido siempre reino de prohombres, expresión de los señores feudales de la Edad Media. Gente que se ha creído imprescindible y que desde siglos atrás gobiernan en endogamia con la fuerza de un reducido núcleo de familias. A diferencia de los tan venerados franceses –allí sustituidos con métodos afiliados hacia finales del S.XVIII-– aquí han sobrevivido años y años. Muchos fueron fieles a Reyes, a dictadores como Franco, pero finalmente no pueden con la realidad de una sociedad cambiante.
Artur Mas, al abrir su ruta a Itaca, no percibió que ese camino extinguiría del todo a las especies que habían mandado en Catalunya tantos años y tantos siglos. Por mucho que ahora los intente colocar en su arca. Ahora ya es tarde. Tarde para ellos, tarde para la política, y tarde para ese núcleo llamado CiU que desaparecerá en el camino. Así, retrasando la historia 200 años, Artur Mas se convierte en un nuevo Robespierre. Alguien que quiso un cambio, y su cambio le hizo desaparecer.