La espiral de silencio se ‘cargó’ a ICV

Las izquierdas catalanas se han movilizado. Vislumbran un futuro lleno de éxitos, en un momento en el que todos los espacios políticos se han movido. El centro de todo, ahora, lo representa la alcaldesa de Barcelona, Ada Colau, que busca una confluencia que su hombre de confianza, Xavier Domènech, no ha dudado en calificar como «el PSUC del siglo XXI».

Uno de los actores de esa posible unión es, precisamente, ICV, el partido ecosocialista heredero del antiguo PSUC. Este fin de semana el partido ha acometido, en asamblea, su renovación. ICV tendrá ahora dos nuevos dirigentes, Marta Ribas –que asumirá un papel más institucional– y David Cid, el «hombre del partido».

Los dos sustituyen a Joan Herrera y Dolors Camats, con sólo 45 años, pero considerados ‘viejos’ por los otros partidos con los que se quiere llegar a confluir, Podemos y Barcelona en Comú, la fuerza política de Ada Colau.

Para el eurodiputado Ernest Urtasun, la cara más conocida ahora de ICV, se le encarga el papel de ejercer de «embajador» del partido para negociar la construcción de ese movimiento de izquierdas que pueda ganar la Generalitat, como anunció Marta Ribas.

Llega esta asamblea de renovación, sin embargo, con la convicción, por parte de viejos militantes de ICV, de que se ha dejado perder una gran oportunidad. Joan Herrera y Dolors Camats han mantenido, como han podido, la estabilidad. No podían hacer otra cosa, según ellos mismos aseguran, porque la división interna era total, provocada por el proceso soberanista.

Tal vez también ellos dos veían las cosas de muy distinta manera. La socióloga Elisabeth Noelle-Neumann es la autora de la teoría de la espiral de silencio, según la cual «la buena salud de una democracia se demuestra cuando todas las opiniones se pueden defender públicamente sin miedo a quedarse aislados». Si no ocurre así, existe una espiral de silencio que deja incompleta y con graves problemas a una determinada democracia.

El periodista y profesor de periodismo en la Universitat Ramon Llull, Jaume Risquete, ha demostrado en su reciente tesis doctoral que esa espiral de silencio la ha sufrido ICV, y de forma importante. Su tesis se centra, precisamente, en el partido ecosocialista y en su evolución de los últimos años.

Además de analizar la corriente ecosocialista, con la idea de que el partido no ha sabido impulsar una ideología centrada en el ecologismo, en gran medida por la inexistencia de otras fuerzas similares con conexiones internacionales, Risquete considera que la espiral de silencio está vigente en el entorno político catalán.

Risquete conoce el partido, fue su responsable de comunicación, y ha llevado a cabo diversas campañas electorales. Fruto de una encuesta propia, a más de 400 militantes de ICV tres meses después de la consulta del 9N, sobre la independencia de Cataluña, Risquete señala que entre un 9% y un 48% de los militantes del partido no mostraron públicamente su opinión «por miedo a la crítica y el aislamiento», hecho que confirma, a su juicio, la vigencia de la espiral del silencio.

Es decir, aunque estaban de acuerdo en el proyecto catalanista de siempre de ICV, defendido por su propia dirección, y que apuesta por el federalismo, esas opiniones no se vertían públicamente en un ambiente polarizado entre el independentismo y el llamado –por los soberanistas—unionismo.  

Risquete leyó la tesis doctoral hace unos pocos meses. En ella se preguntaba por las opciones de ICV, y consideraba que el partido se enfrentaba, en la asamblea que se ha celebrado este fin de semana, a una doble decisión: o recuperar el espacio ecosocialista y potenciarlo o «diluirse» en una nueva entidad.

Y ha decidido integrarse en esa nueva entidad, la confluencia de una parte de la izquierda catalana, que apuesta, en su mayoría por el derecho a decidir para camuflar que querría un proyecto federal, y que no defiende la independencia de Cataluña. Espiral del silencio, de nuevo, a no ser que se produzca una reacción a medio plazo.