La espera del PP

La espera se hace cada día más tensa. Está tan cerca el día de la victoria de Rajoy contra sus oponentes que el reloj de arena parece obturado, como si le hubiera entrado aire y humedad. Todo a punto y, sin embargo, todo aún por concretar.

Todo el PP, como quedó patente en el desfile militar del día de la hispanidad, lanza mensajes de respeto y concordia con el PSOE. Nada debe romper el hechizo causado por la estabilidad y la necesidad de moderación en el cuerpo cansado del PSOE. Ni la corrupción en el PP descrita por Correa ha de alterar los planes de gobernabilidad de España. Los vencidos, Ciudadanos y PSOE, ya han empezado a soñar con el pago por su entereza, al haber sido capaces de doblegar sus programas e ideales.

La suerte parece echada, incluso para aquellos que no la persiguen, y ha caído en el universo del PP. En este paisaje de luz crepuscular resuenan las palabras de Rajoy, afirmando que se está mejor callado en estos momentos de duelo de la izquierda. El metafísico Chauncey Wrigtht, impulsor del club de los metafísicos, señalaba: «cuando no podemos estar seguros, no debemos afirmar nada». Toda una declaración positivista de principios que Rajoy sigue al pie de la letra, no por gallego sino como observador de la realidad.

Sabedor de que la política es un fenómeno que elude la precisión, él espera, siempre, a que el mal tiempo amaine. Mientras sus correligionarios tienen la certeza virtual de que Rajoy se hará con la presidencia, éste quiere la certeza completa, inapelable y sin fisuras. Rajoy no entiende la política como el despliegue de una idea, sino como la ordenación de prioridades. Por esta razón, sus esfuerzos por comprender lo que le rodea nunca se hacen de forma precipitada e, incluso en ocasiones, no se hace.

Mientras se consumen los últimos instantes para ver entronizado a Rajoy como vencedor de todos aquellos que lo querían vencido, España se pregunta hacia dónde va. Este es el mal que aqueja a España: haber perdido la capacidad de distinguir con claridad sus intereses.

El látigo político y moral de la derecha española, ensalzando la preservación de la estabilidad, la moderación, la credibilidad hacia Europa y la lucha contra los vientos populistas de la izquierda, choca con la realidad política española vivida en los últimos 8 años, que es inestable, radicalizada, censurada por Europa y que se encuentra atravesada por el sueño populista de hacer un nuevo pueblo, como propugna Podemos.

La gran lección de vida que debe entender la política española, cuyo objeto es actuar por interés, es comprender entonces que es necesario tener muy claros cuáles son sus intereses. La política española espera y espera que no se celebren nuevas elecciones para evitar el desastre, al mismo tiempo que no tiene clara una idea de España que las evite. Por eso, la certeza del PP, en forma de espera, de que alcanzará el gobierno es una espera estéril si no se alcanza a entender cuáles son los intereses que cada uno tiene