La España ‘progre’ de 2050 da miedo
“España 2050” no es más que el programa electoral de la progresía imperante, solo que proyectado a medio y largo plazo
Pedro Sánchez tiene un nuevo plan, “España 2050”, un estudio prospectivo en el que se incluyen los grandes desafíos del mañana, así como las políticas a poner en marcha para poder afrontarlos con éxito. El trabajo, que cuenta con cerca de 700 páginas y la colaboración de un centenar de expertos, propone un total de 200 medidas para construir la España del futuro y lograr los 50 objetivos concretos que se plantean a nivel económico, social, medioambiental, fiscal y de servicios públicos.
Este ejercicio, sin embargo, no sólo resulta inútil, sino que debería causar escalofríos ante el panorama que dibuja para el conjunto de los españoles a 30 años vista. No deja de resultar gracioso que el mismo Gobierno que fue incapaz de anticiparse mínimamente a la crisis sanitaria del coronavirus cuando la pandemia ya era evidente en febrero de 2020, pretenda ahora adivinar lo que va a suceder en 2050. Nadie lo sabe y, de hecho, es imposible saberlo, de modo que muchos de los escenarios que pinta el Gobierno no son más que pura especulación diseñados para un fin concreto.
El objetivo de este trabajo, en realidad, es doble. En primer lugar, volver a desviar la atención de los problemas presentes que padece España, que son muchos y muy graves, en una nueva acción de marketing al más puro estilo de Iván Redondo. Y, en segundo término, marcar de inicio la agenda política de los próximos años para, poco a poco, imponer la ideología ecosocialista que defienden el PSOE y sus socios de izquierdas.
“España 2050” no es más que el programa electoral de la progresía imperante, solo que proyectado a medio y largo plazo. Y las consecuencias de su implementación no serían precisamente halagüeñas ni deseables para las empresas y familias españolas, sino todo lo contrario, dado que el texto en sí es pura ingeniería social, una renovada utopía socialista a base de prohibiciones e impuestos, usando como excusa la protección del medio ambiente y el estado del bienestar.
Así, para lograr la “descarbonización” del país, el plan de Sánchez aboga por teledirigir la producción desde el Estado mediante la imposición de estrictos criterios medioambientales; disparar la fiscalidad verde sobre todo tipo de bienes y servicios, con especial atención a la energía, el transporte y la importación de ciertos productos; prohibir los vuelos nacionales y encarecer los billetes de avión; acelerar la electrificación de vehículos; restringir aún más la circulación en las ciudades; aplicar tasas a los turistas; elevar de forma artificial el precio del agua y los alimentos; reducir el consumo de carne; o reducir el consumo de ropa y dispositivos que consuman energía.
Asimismo, además de elevar el gasto público, el documento elaborado por el Gobierno incluye la ampliación y concesión de nuevas prestaciones, tales como la “herencia pública universal” para jóvenes, la extensión del “ingreso mínimo vital” o una subvención por crianza de menores.
Y, dado que ese sustancial aumento del gasto tendrá que financiarse de algún modo, el plan insiste en la necesidad de elevar la recaudación en seis o siete puntos del PIB, lo que equivale a unos 80.000 millones de euros extra al año, a base de subir casi todos los impuestos: IRPF, Sociedades, IVA, cotizaciones sociales, Impuestos Especiales (tabaco, alcohol y combustibles), fiscalidad verde, Patrimonio, Sucesiones y Donaciones o nuevos impuestos digitales.
En definitiva, la España de 2050 con la que sueña la izquierda patria traería consigo una sociedad mucho más intervenida y controlada por el poder político a base de duras restricciones, muchos más subsidios e impuestos más altos. Este es el nuevo paraíso socialista.