La España débil de Pedro Sánchez
El nuevo gobierno socialista se forma bajo una lluvia de críticas de sus enemigos políticos, que auguran un periodo de inestabilidad
Unos días antes, durante y días después de la moción de censura que ha llevado al partido socialista obrero español al frente del gobierno de España presidido por Pedro Sánchez, las críticas que se vierten sobre el nuevo ejecutivo es que nos dirigimos hacia una España débil.
Las razones que dan forma a la predicción, elaborada principalmente desde el PP, se basan en considerar que el pacto suscrito entre PSOE, PNV, Pdecat, Podemos y ERC es negativo para el futuro de España.
Los argumentos que sostienen, las voces críticas, señalan la necesidad que ha tenido el presidente del gobierno, Pedro Sánchez, de doblegarse en favor de los intereses nacionalistas, independentistas y anti capitalistas y, en consecuencia, contra la unidad de España.
La España fuerte del gobierno anterior priorizaba salvar al barco que a sus pasajeros
Hasta hace seis días, la España fuerte ha sido la doctrina política de los dos gobiernos de Mariano Rajoy, centrados en derrotar al independentismo basándose en la ley, adecuarse sin separarse ni una línea del guion a la Europa de Angela Merkel.
También ha dejado sin espacio político a la izquierda radical, apostado por una recuperación económica ligada a la lógica de los mercados y evitado la irresponsabilidad de avanzar en una posible reforma profunda de la constitución.
La España fuerte del gobierno anterior priorizaba salvar al barco que a sus pasajeros, sobre la base de que poco importaba en qué condiciones viajaban sus pasajeros si el barco se hundía.
El árbol caído
La apelación constante a los intereses de España permitía dibujar en el ánimo de la opinión pública que la razón de estado debía imperar sin discusión y sin margen para matizarla.
La España fuerte consistía y consiste en mantener la ilusión de una España acabada, vertebrada, homogénea y dominadora y detener los esfuerzos de aquellos que la quieren diversa, inacabada e invertebrada.
Los que han tachado al PP de fascistas y autoritarios se equivocan. El Partido Popular lleva tiempo pensando en un proyecto para España donde las reformas graduales son más determinantes que los cambios radicales, aunque puedan ser muy necesarios.
La doctrina de la España fuerte ha sido derrotada, no sólo por la corrupción de muchos de sus antiguos líderes sino, y principalmente, por haber intentado salvar el barco legítimamente.
Confinaron a los viajeros en sus camarotes para evitar abrir debates que ahora sabemos que han venido para quedarse, como es el futuro de las pensiones, los problemas demográficos, la cuestión territorial, el techo de gasto público o la discusión sobre la reforma de la constitución española.
Tan malo es abrir todos los debates como intentar silenciarlos y evitarlos. La España fuerte de Rajoy ha caído, como lo hizo la de Aznar, por el cansancio de muchos españoles de verse ignorados en el debate público.
Los retos de Sánchez
Hoy es más importante saber por qué ha caído el PP de Rajoy, que va más allá de la corrupción, que celebrar su caída, pues su concepción del estado no va a desaparecer y sus argumentos van a seguir presentes en la agenda política española aunque ya no esté entre nosotros Mariano Rajoy.
La acusación de que vamos hacia una España propiciada por Pedro Sánchez que será débil es una crítica tan equivocada como la de despreciar el PP ahora que ha caído su gobierno.
La España débil que se quiere combatir es la del diálogo con el independentismo catalán, el presumible aumento del gasto público, la recuperación de derechos sociales y sus presupuestos, o las malas influencias de Podemos en materia económica.
Se ha llegado a plantear que la victoria de Pedro Sánchez provocará el fortalecimiento de los que quieren destruir España
Se teme que la debilidad del gobierno no sea tanto resultado de las iniciativas del PSOE sino del hecho de verse forzado a apoyar las iniciativas de los otros.
Incluso se ha llegado a plantear que la victoria de Pedro Sánchez solo va a provocar que se fortalezca la posición de los que quieren destruir España.
No hay duda de que algunas de estas críticas parten de un análisis minucioso, al advertir la alteración de la correlación de fuerzas en la política española.
Tampoco es menos cierto que muchos de los asuntos que deberán afrontar son la herencia de una gestión dura del PP que no ha acabado de dar sus frutos.
Las preguntas del nuevo gobierno
¿Es bueno para España explorar la vía del diálogo con las fuerzas independentistas para establecer una mínima base de acuerdos que normalice la relación entre las instituciones bajo el respeto de las normas del estado de derecho?
¿Es necesario un cambio en la fiscalía que permita hacer cumplir la ley y a la vez hacerlo de forma proporcionada a los delitos que persigue?
¿Es positivo plantear una reforma o evolución de la interpretación de la Constitución que integre los nuevos retos que debe afrontar una sociedad en el siglo XXI?
¿No debemos tomar como imperativo ético luchar contra la corrupción? ¿No deben ser las políticas sociales activas factores de estabilidad tan importantes como representa defender la vitalidad del mercado y sus empresas?
¿No se debe atender con realismo y pragmatismo la petición de fondo, más allá de las económicas, de los jubilados y de todas las mujeres que persiguen acabar con la brecha salarial?
¿No debe ser compatible defender la estabilidad presupuestaria y los compromisos con Europa y poder hablar y avanzar de todos aquellos asuntos que preocupan a la sociedad española?
La España débil de Pedro Sánchez, que sus críticos quieren mostrar, es la España que prefiere hacerse preguntas a tener solo certezas como hizo el PP.