La España de Rubalcaba

Hay personalidades políticas que están envueltas en un tupido velo de tópicos que las oscurecen. Una de ellas es Rubalcaba, asociada a otras como Joseph Fouché, Charles Maurice de Talleyrand o al maquiavelismo, que es algo aún peor que ser asociado al propio Nicolás Maquiavelo. En las filas del socialismo, se ha dicho de Rubalcaba que es padre del «compromiso» con cualquier fuerza política que quiera lo mejor para esa España que nunca acaba de irse. No hay conspiración que no haya gobernado.

Es una entidad que emite sólo la luz del poder. Sólo se mueve por interés y sigue controlando, no sólo al partido, sino también sus emociones.

El intento de destrucción de su imagen persigue la destrucción de una forma de hacer política donde los acuerdos conseguían resultados y donde la política debe ser conducida por los que no están manchados por la transición. Es perseguido por los que buscan en él la forma para debilitar al PSOE de González y su herencia, pues ha dejado herederos que la quieren disfrutar. Es nuestro Inocencio X, como parecen proclamar sus contrarios; pero no el representado por Velázquez sino el de Bacon, desmaterializado pero presente como un espectro gritando al mundo «he vivido, he visto».

Pero esta imagen negra, negativa, estigmatizada, no persigue al hombre sino a sus ideas. Lo que buscan sus acusadores no es derrotar al hombre sino su forma de hacer política, donde los logros se dan a medio plazo y no en el instante, ahora o nunca. En cada nueva crisis del PSOE su nombre es invocado como el hacedor de la crisis. La nueva política ha instaurado la persecución de la herejía política y la caza de brujas.

Una parte de la nueva política se comporta como lo hicieron los Samnistas contra los romanos que, al ser vencidos, recurrieron a los sacrificios para inyectar ánimo a sus soldados y que no huyeran del campo de batalla. De la misma manera, una parte de la nueva política sólo puede motivar a sus soldados sacrificando a aquellos que fueron arquitectos del viejo mundo que no alcanzan a vencer.

El bipartidismo que predica Rubalcaba es hacer larga, como debe ser, siempre larga, una legislatura. Rubalcaba señala en su artículo sobre el bipartidismo en España, publicado en El País: «es posible que, al final, no sea corta [la legislatura] y que acabe siendo útil». Lo que se quiere hacer destacar de la aportación política de Rubalcaba es su cerebro negro. Un cerebro negro como el de Piranesi con sus prisiones.

La visión de Rubalcaba parte de la necesidad de hacer comprender que el marco de estabilidad que dota el bipartidismo a la política española no debe leerse como un dique que pretende evitar perder el poder, sino más bien como una lógica política donde la renuncia temporal de una estrategia no implica pérdida sino ganancia.

Como hiciera Maquiavelo al preguntarse «quién es guardián más seguro de la libertad, si el pueblo o los nobles, y quienes tienen más motivos para causar tumultos, si los que quieren adquirir o los quieren mantener las cosas».