La esencia de la crítica de la razón pura
Uno está sentado en solitario en una esquina de un bar de una localidad cercana a Barcelona. De fondo una música rockera suave elegida en Spotify –-las mejores baladas siempre vienen del rock– mezclada con el ruido de los camareros al recoger las mesas –chico y chica en este caso–. Importante inciso; ¿alguien puede explicarme esa manía vista últimamente en infinidad de lugares de recoger las mesas cuando todos los clientes ya se han ido? Es horrible el aspecto de un comedor vacío de gente pero lleno de platos y copas sucias. Dicho eso!. Todo suma pero parece un lugar complicado para inspirarse en un filósofo prusiano como Kant.
Emmanuel Kant vivió una época complicada, no menos que la actual, hace mas de 250 años. Con menos comunicaciones, intercomunicaciones e informaciones ya se planteaba que la razón pura no existía. La ‘razón siempre busca la condición o fundamento de las cosas’, por lo que siempre queda mediatizada por las experiencias de cada uno. Un ejemplo claro son los Jueces. Estos, en muchas casos, no se ciñen tan sólo a la norma –-la Ley– sino que avanzan en una correcta interpretación según cada circunstancia.
Trasladándonos a los tiempos actuales. Esta claro que la razón pura no existe. Es más, debemos ser críticos con su sola mención. Para centrar el tema, aclaremos que no existen las pócimas mágicas que nos hagan salir de una situación convulsa como la actual de una manera automática. Nadie duda que habrá mecanismos que interactúen mejor o peor según cada circunstancia única, pero no existe una razón o verdad pura o absoluta.
Pero que la razón pura no exista no significa que no debamos buscarla. Y eso nos hace plantearnos cuales son los primeros pasos en esa búsqueda, y, sin ninguna duda, el punto de partida es curiosamente la crítica. Criticar es la mejor arma para encontrar la razón. La razón pura no existe pero la crítica es el camino para acercarse a ella.
En estas fechas es muy fácil criticar, y no hace falta leer mucho para ver en cualquier medio críticas feroces a las últimas decisiones tanto del Gobierno como de diversos Organismos.
Críticas en muchos casos desde la pura ignorancia, y peor incluso desde la manipulación. Decía Kant que cuando “la búsqueda de la razón actúa de un modo incontrolado acabará pensando en los objetos tradicionales de la metafísica: el alma, el mundo como totalidad y Dios”.
Aquí es curioso que algunos políticos –-a mi me ponen de los nervios las soflamas de un tal Garzón de IU, que creo ha salido de una cueva– vuelven a sus principios básicos de la sociedad como si todo esto pudiese volver atrás. Pero señores, no porque lo diga Kant o no, nunca volveremos a vivir en la miseria como a principios de siglo XX, o no volverán las luchas de clase que algunos proclaman incendiariamente a lo Marx.
Porque lo primero hemos avanzado tanto en esta sociedad que cualquier cambio a peor nos hará bajar algún escalón, o más de uno, pero no nos hará caer de la escalera. Como hemos dicho en infinidad de ocasiones viajando uno se da cuenta de la diferencia de estar en la miseria y llorar por no tener algo que se desea. Y aquí, lloramos pero no somos miseria. Quizás Merkel, que viene de una RDA deprimida – la antigua Alemania Comunista –, sí que entienda esa diferencia y por eso se sorprenda cada vez que oye algún parlanchín local.
Pero no nos engañemos, en ese grupo de irreconocibles socialmente –-sino fuera por la política, nadie sabría de ellos ya que no tienen ni oficio ni beneficio– no sólo está este Garzon de IU, sino una mayoría de gente del PP, PSOE, CIU y resto de formaciones políticas. Ellos deben ser los primeros –-y no lo vemos– donde debe verse avanzar la autocrítica. Deben recordar que no hay crítica valida sino hemos ejercido primero la autocrítica. Y algunos líderes, y no tan líderes, se pasan el día criticando sin haber ejercido una reflexión tan elemental como la autocrítica.
Pero este problema no sólo afecta a los políticos. También afecta a los medios, y a algunos supuestos líderes económicos. No hay día donde no veamos que cualquier argumento es transformado antes en crítica que en una simple y generosa autocrítica. La razón pura, la verdad absoluta no existe, pero esconderse en críticas cobardes no es el camino para llegar a ella. Ejemplos, a patadas: la política de Acesa con los peajes, la negación de la palabra “rescate” del Gobierno, o el victimismo de la clase política catalana en su relación con España.
También todos y cada uno de nosotros debemos hacer ese ejercicio. Ver lo que hemos hecho mal, y actuar en consecuencia. Que nadie se engañe: hemos votado unos líderes y hemos consentido unas actuaciones más allá de la lógica. Como diría el bien citado en esta columna en otras ocasiones Frederick Nietzsche: se trata de cosas “mas alla del bien y del mal”.
Todo esto nos lleva a la triste realidad. Casi 250 años luego de Kant podemos afirmar que los caminos a la salida de la crisis de principios del s.XXI aún no están ni dibujados. Muchos de los que pregonan una razón pura clara – una única salida, por ejemplo EuroBonos – son incapaces ni tan siquiera de elevar una mínima autocrítica a su gestión, y sin esa esencia básica el camino no estará ni trazado.
Creo que nadie dudará que si mañana o pasado mañana, o un día de estos, todos los líderes políticos –-por citar el colectivo más afectado-– hicieran un gran ejercicio de autocrítica muchos podríamos empezar a trazar el camino de la recuperación. Pero si ellos siguen centrados en la absoluta crítica como forma de llegar a la razón absoluta aún quedan muchos años duros.
Todo además con el riesgo de aumentar la conflictividad con los actuales líderes o peor aún acercanos –-como decía Kant a la metafísica-– de la mano de algún líder radical mesiánico. Europa, y los europeos, no pueden ni deben permitirse ese camino hacia lo más oscuro.