Las cifras que se van conociendo de la inflación dibujan un panorama muy difícil para la economía española. La inflación, ese monstruo que devora salarios y activos, no parece ser la máxima prioridad para el gobierno que preside Pedro Sánchez, cuyas medidas buscan más un efecto tranquilizante ante sus socios y de rentabilidad electoral.
Los impuestazos a bancos y eléctricas, el techo de gasto avanzado en los presupuestos del 23 o la asunción de las tesis soberanistas en la denominada mesa de diálogo muestran a un Gobierno más preocupado por estrechar las relaciones con Podemos y ERC que por elaborar una estrategia de lucha contra la crisis.
Sánchez gobierna sobre el corto plazo más corto que uno pueda imaginar. Su objetivo no es el futuro sino que mañana no hayan tensiones en la Moncloa para dificulten su horizonte electoral. Así, a menos de una semana del debate sobre el Estado de la Nación, anuncia una reforma del mercado eléctrico sobre la que nada mencionó unos días antes. Así vamos.