La enorme irresponsabilidad de Cameron

La figura de David Cameron es querida en Cataluña. Es un demócrata, apunta el movimiento soberanista. Es un ciudadano británico, y ya se sabe, practica la democracia, y en el Reino Unido nos llevan muchos siglos de distancia, se añade. Pero la actuación del premier británico se puede analizar desde otro punto de vista. Si se atiende a la labor que debería realizar un gobernante, la pregunta que surge es si se debe o no dejar arrastrar por las presiones internas de su propio partido, o por los movimientos que aparezcan en el seno de la sociedad.

Es cierto que ningún responsable político le debe dar la espalda a lo que ocurre a su alrededor. Que debe ser sensible a las peticiones populares. Pero otra cosa es dejarse arrastrar, dejarse llevar por los populismos. Y Cameron ha caído, precisamente, en ese error, lo que constituye una grave irresponsabilidad.

Lo apuntó este miércoles el periodista Xavier Mas de Xaxàs, Corresponsal Diplomático de La Vanguardia en un debate organizado por Economía Digital en el auditorio del Banc Sabadell sobre el Brexit. Mas de Xaxàs, gran conocedor de la idiosincrasia anglosajona, recordó que Cameron convocó el referéndum sobre el Brexit «para solucionar un problema interno en el Partido Conservador con el flanco euroescéptico». Lo llevó en su programa electoral, y permitió, según apunta el propio Mas de Xaxàs, que los conservadores acabaran inclinando la balanza hacia sus intereses, en perjuicio del Partido Laborista, que aparecía como ganador en las semanas previas a las elecciones.

Cameron ganó, por mayoría absoluta, y solucionó su problema interno, a costa de provocar un monumental lío en la Unión Europea, pase lo que pase con el resultado final del Brexit.
El mandatario británico había repetido la misma operación con el referéndum en Escocia. Entonces fueron los laboristas, y, en concreto el ex primer ministro, Gordon Brown, quienes apoyaron a Cameron y defendieron que Escocia siguiera dentro del Reino Unido. Ganaron por diez puntos de diferencia. El esquema es ahora el mismo. Cameron, desesperado, porque si pierde el referéndum será el final de su carrera política, ha comenzado a alertar sobre todos los males del Brexit. Y se apoya en George Osborne, el ministro de Finanzas, que ha asegurado que se vería obligado a subir los impuestos y a recortar el gasto público en sanidad y en educación, por un importe de unos 38.000 millones de euros. Y de nuevo ha aparecido Gordon Brown para ayudarle. El resultado es incierto.

Cameron sigue jugando con fuego. Los líderes políticos no pueden reducir su trabajo a «acompañar» a sus sociedades. Lo que se les exige es que impulsen un proyecto, y convenzan al mayor número posible de personas de su país de que es lo mejor para el futuro. Pero no que traten de solucionar un problema interno, de partido, creando un problema mucho mayor. Interpreten esa actuación, y hagan la correspondiente traslación, a Cataluña, por ejemplo.

En cualquier caso, el premier británico tendrá un mérito: constatar que la Unión Europea tiene un grave problema, y que debe reaccionar y analizar qué quiere ser en los próximos años. Pase lo que pase con el Brexit, está claro que las cosas no pueden seguir igual.

En el debate de Economía Digital, —seguirá organizando otros con el ánimo de ofrecer las claves de las principales cuestiones que nos preocupan— se analizaron también esos aspectos institucionales. Pol Morillas, investigador principal para Europa del Cidob, se mostró esperanzando, con prudencia, sobre esos necesarios cambios.

Los situó en el horizonte de 2020, porque antes habrá elecciones en países como Francia y Alemania, llamados a ser otra vez la columna vertebral del proyecto europeo. En un mundo de grandes bloques económicos, –con Asia y Estados Unidos– la Unión Europea debe reaccionar, y caminar hacia una unión política y fiscal con los países que de verdad lo deseen, empezando por la zona euro. Y adoptar decisiones, por ejemplo, con el juego de las mayorías y minorías, y no por una paralizante exigencia de unanimidad.