La economía española, un sistema de vasos comunicantes
La economía española creció un 0,8% en términos de volumen en el último trimestre de 2015 y un 3,2% en el conjunto del año que hemos despedido pocas semanas atrás, según acaba de informar el Instituto Nacional de Estadística.
El dato es bueno, francamente bueno, si se compara con los siete años anteriores. Tanto es así que ahora la tasa de aumento del PIB de España no queda apenas por debajo del registro de los años 2005 o 2007, antes de que comenzara la penosa etapa histórica en que nos encontramos.
Por lo que hasta ahora sabemos, además, el dato relativo al comportamiento de la economía española en el año pasado contrasta positivamente con el del conjunto de la eurozona o de la propia Unión Europea, puesto que duplica con creces la tasa de crecimiento que alcanzaron.
Las cifras son también excelentes en lo que se refiere al empleo, puesto que el número total de puestos de trabajo de la economía, medido en equivalencia a tiempo completo, creció casi en medio millón.
Esta cifra es indiferente al régimen contractual que pudiera afectar a los nuevos trabajadores, así que de poco vale el consabido discurso del aumento de la precariedad laboral. Tanto si se trata de autónomos, como de asalariados con contratos temporales o fijos, lo que la Contabilidad Nacional de España computa es el total de horas trabajadas.
Desde la perspectiva de la calidad del empleo, ni que decir tiene que la mejor base para incrementar de forma sostenible las remuneraciones salariales de los trabajadores – o las ganancias, en el caso de los autónomos–, es el aumento de la actividad económica.
Por el contrario, en un contexto de débil demanda de trabajo por parte del sistema productivo, totas las regulaciones voluntaristas que, con la mejor intención, proponen los arbitristas de turno servirán de muy poco. Y a veces, todavía peor, pueden ser directamente contraproducentes. Tampoco se trata de lanzar las campanas al vuelo. El PIB de 2015, en volúmenes encadenados –esto es, a precios constantes– todavía se encuentra por debajo de la cifra de los años 2007-2010, pero se están acortando las distancias.
La cifra de puestos de trabajo en EDP también deberá experimentar correcciones al alza muy importantes para volver al punto en que se encontraba antes del comienzo de la gran depresión contemporánea.
Las cuentas de la nación nos explican, además, que el consumo privado y la inversión contribuyeron de forma preferente al buen comportamiento del sistema económico. Muy especialmente, la inversión.
También éste es un muy buen dato, especialmente porque la fracción más dinámica de la formación bruta de capital en 2015 ha sido la inversión en bienes de equipo, lo que podría suponer un cambio hacia mejoras sustanciales en el aparato productivo y hacia una mayor eficiencia, por más que el mayor aumento correspondió a la inversión en activos de equipo de transporte.
Desde la óptica de la demanda, el dato poco optimista es que la aportación de la demanda exterior al crecimiento es negativa en –0,6 puntos porcentuales–, algo muy semejante a lo que había sucedido ya en 2014.
Las exportaciones españolas de mercancías siguieron creciendo hasta alcanzar algo más de 250.000 millones de euros, que es un nuevo récord histórico, pero las importaciones también llegaron a la mayor cifra jamás conocida, a pesar de que los precios se redujeron de forma importante, gracias al descenso de los precios del petróleo.
Así que la fuerte reducción del déficit energético no permite superar la situación de déficit crónico de la balanza comercial que el país luce desde hace siglos. Esto podría tener consecuencias preocupantes, sobre todo, en el caso de que las actuales tendencias bajistas de los precios de la energía en el mercado mundial se torcieran bruscamente y el petróleo comenzara a ascender a un ritmo intenso.
Por ahora, ese peligro parece inexistente en el corto plazo.
También pudiera tomar un aspecto preocupante nuestro sector exterior, si el euro emprendiera un camino de ascenso en sus tipos de cambio con el dólar y otras monedas. Nada hace pensar que pueda ocurrir algo así mientras la economía europea siga en la posición de debilidad en la que lleva instalada muchos años.
Los datos relativos al intercambio de servicios con el exterior, siguen mostrando una fortaleza más que notable, como viene sucediendo desde bastantes años atrás. Por si alguien todavía no se ha enterado, vale la pena insistir una vez más: aquello que equilibra las cuentas exteriores es precisamente la exportación de servicios turísticos.
En otras palabras, la fuerte entrada neta de recursos de que goza la economía española gracias al turismo extranjero es lo que nos permite tomar aire y plantear un futuro inmediato algo más esperanzador. No se trata solo, como unos cuantos indocumentados suelen afirmar, de ganancias para las empresas relacionadas con los negocios turísticos.
Es algo que se extiende a todos los residentes en territorio español a través de los múltiples canales por los que se redistribuyen los recursos en un Estado de bienestar. Por ejemplo, a través de la educación y de la sanidad públicas.
La economía de un país es algo así como un sistema de vasos comunicantes. Los flujos de mayor riqueza se distribuyen en su interior de manera más o menos proporcionada. Los estrangulamientos de un sector productivo potente, en cambio, dañan severamente a todos. El sentido común nos dice que lo razonable es no jugar con fuego.