La diputación de Barcelona o cómo volver a empezar
La estrategia de unidad de acción ha conducido a la actual inacción del gobierno de la Generalitat y a los electores independentistas a cambiar su voto
El pacto de Junts per Catalunya, partido liderado por Carles Puigdemont, y el PSC para gobernar la diputación de Barcelona, con más de 1000 millones de presupuesto, permite aventurar que se inicia la etapa definitiva para volver a la normalidad institucional o para seguir presionando a adarga para que vuelva a la unidad.
Ni siquiera la irritación de ERC por el pacto en la diputación ha podido desplazar los aspectos positivos del acuerdo logrado entre el independentismo y uno de los partidos que apoyaron el 155. Uno de los errores más importantes de la política en los últimos años fue, y en cierto modo lo sigue siendo, marcar líneas rojas entre partidos que dificultaban el gobierno de las instituciones.
Hace cuatro años el PSC logró acuerdos con todas las fuerza políticas, incluido Ciudadanos
La iniciativa de CiU de estigmatizar al PP, visualizado en la rúbrica ante notario de Artur Mas para así garantizar a sus electores que nunca pactaría con ellos como antes había hecho, estableció un referente que luego muchos han seguido, sin pasar por el notario.
Hace cuatro años Miquel Iceta definió su política municipal bajo la divisa de fomentar el entendimiento entre partidos para hacer gobernables los municipios de Cataluña; una divisa que ahora ha seguido aplicando.
Entonces el panorama político hacía prever lo peor entre los partidos por la tensión generada desde el independentismo en todas las instituciones. Sin embargo, el PSC logró acuerdos con todas las fuerza políticas, incluido Ciudadanos.
La idea de los bloques pretendía establecer la unidad entre los partidos independentistas
La estrategia del PSC de entenderse o, como mínimo, dialogar con todos va a propiciar el retorno de la política de partidos en detrimento de la política de bloques. La idea de los bloques pretendía establecer la unidad entre los partidos independentistas.
El precio que se debía pagar era la pérdida de autonomía de ERC, la CUP y los movimientos sociales de la ANC y de Ómnium Cultural. El resultado fue la pérdida de pluralidad política o, expresado en otros términos, de la diversidad política para, de esta forma, eliminar toda singularidad.
Para el espacio post convergente no era suficiente establecer cordones sanitarios alrededor del PP o de Ciudadanos sino también conseguir reducir el espacio electoral de la ideología independentista a un sólo partido.
Bajo esta estrategia, que Carles Puigdemont ha intentado aplicar, sin éxito, con La Crida, la siguiente fórmula: se invitaba a militantes de otros partidos a integrarse en la nueva formación política sin tener que darse de baja de su militancia de origen.
Esta estrategia de unidad de acción, anuladora de la diversidad política, ha conducido a la actual inacción del gobierno de la Generalitat y a los electores independentistas a cambiar, una y otra vez, su voto dada la confusión que suponía la pérdida de claridad de las propuestas de los partidos que hasta entonces habían votado.
Independentismo de intereses de partido
ERC ha sido el partido independentista que ha trazado un proyecto de recuperación y ampliación de su espacio político, al margen de las iniciativas del Pdecat, Junts per Catalunya o La Crida. El planteamiento ha sido exitoso, sólo hay que observar los resultados electorales y las encuestas, porque ha abierto los ojos al espacio post convergente para poder trazar un plan de recuperación de su espacio.
El pacto en la diputación permite observar que se ha pasado del independentismo de bloques al independentismo de intereses de partido o tal vez sólo sea entrado en una nueva fase para llevar al independentismo, una vez más, a la unidad.
La crisis entre ERC y Junts per Catalunya debe leerse como el más decisivo intento post convergente para obligar de nuevo a ERC a la unidad definitiva. Y sin embargo, paradojas del destino, la capacidad del PSC de recuperar a los partidos independentistas como interlocutores políticos puede ser clave para acabar con el sueño de la unidad independentista.