La difícil reconversión de la CEOE

Hay elecciones en la CEOE. La patronal española escoge hoy a su presidente para los próximos cuatro años entre dos candidatos, Juan Rosell y Antonio Garamendi. El catalán ha sido el máximo responsable durante en el mandato concluido y ha iniciado la reforma de una organización de corte ancestral y poco acostumbrada a ser gestionada de manera similar a las empresas que representa.

Durante los últimos cuatro años, la gran patronal ha vivido algunos cambios interesantes. Existe quien considera que demasiado tímidos. De hecho, los dos aspirantes al cargo tienen la convicción de que es así, puesto que ambos apuestan por profundizar en la renovación desarrollada.

En 2010, cuando se produjo el aterrizaje de Rosell, CEOE venía de la convulsión vivida alrededor de su anterior presidente, Gerardo Díaz Ferrán, un mal recuerdo para cualquier empresario razonable del país. Aquella etapa fue negra y perpetuó los malos usos y costumbres arrastrados por la organización que pilotaron José María Cuevas y Juan Jiménez Aguilar con mano militar y ministerial durante excesivo tiempo.

El empresario barcelonés ha hecho algunos cambios, ha pisado varios callos pero no ha conseguido ganarse a una parte de la corte madrileña más próxima al poder durante los cuatro años de presidencia. Sí que ha tomado, en cambio, el control de la organización desde la orientación estratégica hasta la gestión más directa. Y ha desempeñado el papel de lobby de forma discreta, pero efectiva para los intereses que defiende.

Lo lógico es que Rosell sea renovado al frente de la patronal para los próximos cuatro años

Le ha faltado, si cabe, determinación en abundar en las reformas para equilibrar con más diligencia lo que debe ser una patronal del siglo XXI. Sin embargo, en su activo figura que ha sido el artífice del paso más difícil: iniciar el cambio. Ahora todos lo ven claro. Incluso su adversario Garamendi se postula como contumaz renovador.

Lo lógico es que hoy Rosell reciba el respaldo del empresariado español para continuar cuatro años más al frente de la patronal. Así lo parecen indicar los avales previos recibidos por uno y otro candidato al organismo empresarial. Otro mandato es lo indispensable para concluir un camino iniciado en 2010. Según explica, no tiene ningún interés personal en perpetuarse en esa función y ya dudaba de si seguir o abandonar en estas elecciones. De cómo lo haga durante los próximos cuatro años dependerá que pueda pasar a la historia del mundo patronal español como el hombre que logró darle la vuelta a la imagen y el funcionamiento de la CEOE o quien fracasó en el intento.

Garamendi, mientras, tiene la oportunidad de darle brío y otro tono a Cepyme, lo que debería ser una patronal de pequeñas y medianas empresas, pero que en los últimos tiempos parecía más un cementerio de elefantes y una casa de los líos que otra cosa. El país necesita que las pymes estén defendidas. Si consigue ese cometido quizá llegue su día de gloria para la CEOE. Mientras, el candidato alternativo debe entender que llegar a la patronal y tomarla al asalto sin más compromiso ni currículum en esas lides es, cuando menos, prematuro. Primero conviene demostrar lo más difícil: capacidades y dotes en otros ámbitos.