La Diada, varias ‘Cataluñas’ de fiesta
Cuando llega Sant Jordi, que no es fiesta de guardar a efectos laborales, Cataluña se muestra festiva en casi toda su extensión y plenitud. Hace unos años, y salvando las distancias, la Diada era también algo similar, una celebración para el conjunto de los catalanes.
La Diada de ayer, y así lleva tres años consecutivos, marca diferentes Cataluñas. Una, silenciosa y discreta, la mayoritaria, laboriosa, despreocupada de lo político, ideológicamente trasversal (en el sentido clásico de izquierda a derecha) y que aprovechó el festivo para acudir a su segunda residencia, puentear unos días de descanso o ultimar los preparativos de la vuelta al cole. Esta parte del país tiene opinión, vota regularmente y en buena medida está muy sorprendida de que seamos capaces de interiorizar con suma rapidez asuntos como el llamado caso Pujol.
Hubo otra Cataluña, también laboriosa, festiva y alegre que salió a la calle. La diferencia es que en este caso ni es tan mayoritaria como la anterior ni está tan despreocupada por la política como el resto. Primero querían votar, como ejercicio de radicalidad democrática y nueva progresía, pero cada vez más lo único que pide es que la totalidad de las Cataluñas que existen sean independientes de España.
En una cifra de poco más de medio millón de personas lleva tres años con su reivindicación sobre la mesa y, al contrario que el resto, con una generación de ruido político sin precedentes. En su proceder existe un cierto gregarismo con los líderes partidarios del momento. Ayer fue su día, porque los medios de comunicación nos ocupamos de ellos más que de todo el resto de cosas que ocupan y preocupan a una sociedad tan compleja y dinámica como la nuestra.
Hay, incluso, una tercera Cataluña. Es minoritaria, porque en esta vida es mejor definirse por composición que por oposición, y la suya es una tarea necesaria pero a la contra. Se reunieron en Tarragona, eran sólo unos pocos, aunque seguro que representaban a una gran parte de la ciudadanía silenciosa y mayoritaria que dedicó su tiempo a otros menesteres menos políticos. Son la resistencia a los cambios que la Cataluña independentista se ha propuesto imponer al resto. Arrojados, pero silbados o vilipendiados porque no están de moda sus posiciones. Valientes lo son, sin duda.
Luego está la Cataluña más crítica, la que se queja de que sus políticos son casi todos iguales y con idénticos propósitos corruptos. Estos son los que más se equivocan en estos momentos. Porque no es verdad que nuestros políticos catalanes sean así. Tienen muchas virtudes poco ensalzadas: fíjense que de una Cataluña han creado al menos tres en un tiempo récord. Tienen una capacidad de multiplicación que no sé si no estará emparentada con el milagro de los panes y los peces. Al menos, lo parece.