La desfachatez de Volkswagen con Seat y sus trabajadores
Hace ya meses explicamos en esta publicación que Seat incorporará a su catálogo un vehículo todocamino (SUV en la terminología del sector). También avanzamos que ese coche no se fabricará en las instalaciones de Martorell.
Nuestras fuentes eran [y son] de primer nivel. Sin embargo, los dirigentes de la multinacional alemana Volkswagen (VW) siguen dando largas al asunto con inconcebible irresponsabilidad.
Ha vuelto a suceder durante la celebración del Salón del Automóvil de Ginebra, donde los periodistas hemos vuelto a tener acceso a los directivos del gigante automovilístico. Al más puro estilo del Bayern de Pep Guardiola, la cúpula del consorcio se ha limitado a tirar balones hacia adelante, rápidos eso sí, pero sin llegar a portería.
Es una verdadera desfachatez lo de VW con Seat. Son ya muchos años de obtener ayudas públicas de diferentes administraciones, de sufragar sus alzas y bajas de producción mediante el sistema de los ERE que pagamos entre todos, demasiado tiempo para que traten con ese desdén y esa falta de cariño a ciudadanos y trabajadores.
Los sindicatos están especialmente molestos, sabedores de que el producto no se hará aquí, porque eso sucede después de haber convertido la fábrica de Martorell en una de las más exquisitas, en términos de calidad de la producción, del mundo. De aquí, donde reinaba la desconfianza, salen vehículos Audi, la marca lujosa del grupo, con unos niveles de fabricación que para sí desearían otros centros de producción europeos.
Y, sin embargo, VW continúa primando otros intereses diferentes al esfuerzo de su plantilla (que ha aceptado recortes salariales y de flexibilidad), a la implicación de gobiernos y ciudadanos en mantener vivo el negocio de la automoción en Martorell (por la implicación directa e indirecta que supone en términos de empleo) mientras la marca pasa de todo ello.
No estaría de más que plantilla y gobiernos le recordarán que aquí, en la fábrica española más importante del consorcio, se han hecho ímprobos sacrificios para no ser considerado un centro de producción de segundo nivel.
Incluso si han de comunicar lo irremediable, como ya presuponen unos sindicatos instrumentalizados en demasiadas ocasiones, que no jueguen arbitrariamente con ello. Eso es pura desfachatez y es inevitable que acabe causando efectos en la imagen de la marca.