La deriva populista del Papa Francisco
El Santo Padre cae en la tentación de usar prácticas del peronismo hegemónico en su Argentina natal para ejercer el "poder blando" que dé continuidad a la hegemonía del catolicismo
La Ciudad del Vaticano es un Estado que alberga la máxima institución de la Iglesia Católica, la Santa Sede. La personalidad jurídica –el estatuto de sujeto de derecho internacional- la posee la Santa Sede y la Ciudad del Vaticano brinda el territorio. Al frente, el Papa: obispo de Roma, cabeza de la Iglesia Católica y del Colegio Episcopal, y soberano de la Ciudad del Vaticano.
La huella de la Iglesia Católica
¿Cómo es posible que un Estado de semejantes características tenga tanta influencia en nuestro mundo? La Iglesia Católica, a pesar del retroceso que sufre en algunos continentes, se ha convertido en el defensor hominis. Y ello, porque ha adquirido el papel de líder de la humanidad, ha conseguido una audiencia internacional, y ha devenido el portavoz de la causa de la dignidad del ser humano, la paz y la equidad.
Por todo lo dicho, la Iglesia Católica ha dejado su huella en la sociedad y la política. Conviene recordar que entre los padres fundadores de la hoy Unión Europea hay católicos como Robert Schuman, Konrad Adenauer y Alcide De Gasperi, que la Iglesia contemporánea ha colaborado en la política de distensión y caída del comunismo, que promueve la paz, la solidaridad y la distribución de la riqueza, que reivindica la libertad religiosa.
A principios del siglo XX, el Papa se hallaba prisionero en el Vaticano y pocos creían en la pervivencia de la institución. Un siglo después, la Santa Sede mantiene relaciones diplomáticas plenas con 179 Estados, es miembro de 34 organizaciones internacionales, participa en siete organizaciones intergubernamentales y está adherida a numerosas convenciones.
La Santa Sede –el Estado del Vaticano- es un ejemplo del “poder blando” del que habla Joseph Nye Jr. en La paradoja del poder norteamericano (2003). ¿Poder blando? Aquel que incide en la realidad al mostrarse sensible con las preocupaciones de los demás, media en los conflictos, se vale de la diplomacia, coopera y defiende valores compartidos.
Las artes demagógicas del peronismo
Los indicios permiten afirmar que el Papa Francisco -¿afán de ejercer el poder blando o duro?-, sucumbe a la tentación populista. Como señala Eduardo Goligorsky –Acoso peronista al Vaticano y La tentación peronista del Papa, 20/3/2013 y 6/8/2015-, Francisco siempre ha tenido su “propio arsenal de estratagemas para transitar por la cuerda floja”. Finalmente, “la contigüidad de Bergoglio con los círculos de poder de Argentina le inspiró la tentación de practicar las artes demagógicas del peronismo”.
De ahí –concluye el escritor y ensayista argentino- que el Papa Francisco, como “buen peronista”, “prodigue gestos espectaculares” y “soflamas típicas de progres y demagogos”. En su última encíclica Fratelli Tutti (4/10/2020), por ejemplo.
Un alumno aventajado de Adam Smith y Charles Darwin
Sin circunloquios: en un mundo y un mercado globalizado y competitivo como el nuestro, la ideología ha devenido una mercancía más para quien desee obtener, por ejemplo, la hegemonía intelectual. En la estela de Adam Smith y Charles Darwin, únicamente sobrevive quien satisface necesidades y se adapta mejor a la realidad. Cosa que vale, también, para la religión y las iglesias.
Para conservar la hegemonía frente a la competencia de otras religiones y movimientos pararreligiosos civiles, la Iglesia Católica se ve obligada a ofrecer un producto competitivo que sea convenientemente promocionado. Es el caso, como se avanzaba, de la encíclica Fratelli Tutti.
Para conservar la hegemonía frente a la competencia de otras religiones y movimientos pararreligiosos civiles, la Iglesia Católica se ve obligada a ofrecer un producto competitivo que sea convenientemente promocionado
No sean tímidos
La encíclica satisface las necesidades que hoy demanda el mercado. Dos tipos de necesidades: generales y particulares. Vayamos por partes.
Las necesidades generales, por así decirlo, se dirigen a todos los públicos: la reivindicación de la dignidad humana, los derechos humanos, la solidaridad, la justicia, la paz, el diálogo, la educación o la sostenibilidad medioambiental. También, la lucha contra la xenofobia, la violencia o la corrupción. Nada que objetar.
Las necesidades particulares van dirigidas al movimiento antisistema en la línea, o más allá, de Podemos. Una crítica radical de los “planteamientos económicos liberales” que generan “desempleo”, “pobreza”, “vidas desgarradas” o “colonización cultural”. El problema: el “dogma de fe neoliberal”, una “propiedad privada que solo puede ser considerada como derecho natural secundario” o el “·derecho de algunos a la libertad de empresa y mercado”. Populismo de alto voltaje.
Soflama de ‘progres’ y demagogos
Y el caso es que ese populismo ya se percibe en 2014, 2015 y 2016. Fábio Regio Bento ha relatado la deriva populista del Papa Francisco desde los primeros meses de su pontificado. Una deriva –del “imperio del dinero” al “apocalipsis ambiental”- que concluye con un “este sistema es terrorista” y un “¡no sean tímidos!”. (Adeus reformismo. Papa Francisco e a doutrina sociala da Igreja, 2018).
Confirmada la idea de Eduardo Goligorsky de las “artes demagógicas del peronismo” de un Papa Francisco que frecuenta las “soflamas típicas de progres y demagogos”.
Fábio Regio Bento –profesor de Sociología en la Universidad Federal de Pampa, Río Grande del Sur– constata la ruptura de la tradición reformista de la Iglesia Católica iniciada en 1891 con la Rerum novarum de León XIII. Del reformismo social de León XIII a la “adopción de una posición antisistema en relación al capitalismo”.
La Iglesia Católica vuelve a vender ilusiones para asaltar el cielo. ¿Otra versión o modelo del opio del pueblo? ¿Quizá una manera de competir en el supermercado mediático religioso?