La derecha reformadora
La crisis económica del 2008 trajo consigo el agotamiento de las ideologías dominantes del siglo XX como ya ocurriera con el derribo, más bien destrucción, del Muro de Berlín en 1989. Su caída mostró al mundo que se podía vivir con iniciativa y libertad. Su demolición fue la mejor metáfora del agotamiento del comunismo y de muchas fuerzas políticas occidentales de izquierdas que seguían justificando una dictadura que sobrevivía gracias a la falaz contraposición entre comunismo y capitalismo. La crisis económica del 2008 dio alas a la izquierda huérfana del mito comunista para activar sus fuerzas contra la explotación del mercado financiero y señalar el hundimiento de las bolsas de todo el mundo como la culminación del fracaso del capitalismo; una crisis económica donde se incubó la tesis de que las nuevas fuerzas políticas surgidas de la crisis ya no se sentían deudoras ni de la izquierda ni de la derecha.
Intelectuales como Chantal Maloff, Alain Badiou, Slavoj Žižek o Ernesto Laclau han teorizado sobre el agotamiento de los marcos ideológicos tradicionales en la idea de configurar un nuevo esquema político basado en la disolución de la izquierda y de la derecha entendidas como campo del juego político y democrático. En España, sin ir más lejos, partidos como Podemos o la CUP han intentado, tras las manifestaciones del 11 de mayo del 2011, concretar la ilusión del fin de la izquierda y de la derecha. Este ideal se puede observar en la exaltación insurreccional del Comité Invisible, un grupo de activistas políticos que anima a los ciudadanos a observar la política desde esta lógica: “De izquierda a derecha, el mismo vacío adopta poses de adalid o aires de virgen, las mismas cabezas visibles se intercambian según los últimos hallazgos de comunicación”.
Las condiciones para caminar en una sociedad sin los esquemas tradicionales de izquierda y derecha que han funcionado desde hace más de dos siglos se materializaron gracias a la crisis económica. La cuestión que debemos preguntarnos es cómo debe avanzar la derecha, a la que más se ha culpabilizado de los errores del pasado, para seguir siendo una opción política válida para el futuro de España.
La derecha española se ve sometida, dada la proliferación de propuestas antisistema, insurrecciónales y de insumisión, a elegir entre ser dique de éstas o crear las condiciones para impulsar un proyecto de reformas en que se diluyan. En términos de dilema político, se trataría de responder si la derecha española se siente más cómoda posicionándose como reacción u ofreciendo propuestas para España; un dilema que a medida que se eterniza en dar una respuesta deja a una buena parte de la sociedad sin una opción política que mire al futuro desde la derecha. La idea de vincular la derecha española a una concepción reaccionaria, de espalda a los cambios, sugiere a los ciudadanos la derecha “de siempre”.
El esquema mental, por banal que sea, se basa en que la derecha española está maniatada o es producto directo, sin fisuras, del catolicismo, anti izquierdas, inmovilista, beneficiadora de una economía que favorece a los más fuertes con un discurso en que la unidad de España es el principal factor cohesionador de su electorado. Este esquematismo se ha visto reforzado por el contagio de los neocons norteamericanos en partidos como el PP. George Lakoff destacó: “Los neocons creen en la utilización del poder sin limitaciones (incluido el poder del Estado) para extender el imperio de valores y las ideas del padre estricto a todos los ámbitos”. La aparición de Vox ha permitido alimentar desde la izquierda el fantasma de la derecha reaccionaria. Vox es un partido surgido de los extremos del PP que lo está sometiendo a un proceso de involución político táctico y a la vez no deseado.
Frente a esta concepción limitadora de la derecha española, hay otra donde la imagen de la derecha reaccionaria o conservadora es superada por una visión liberal y reformadora. La derecha reformadora que habita en el PP, en Ciudadanos y en partidos de derecha de ámbito autonómico son conscientes de que la sociedad española ha evolucionado junto al resto del mundo comprometiéndose con la defensa del medio ambiente (ecologismo), defendiendo la esfera pública y privada del exceso control del Estado, respetando la diversidad de creencias religiosas, siendo más laica que aconfesional, tecnológica y más preocupada por “estar” (compartir) que por “ser” (identidad), contraria a las desigualdades tanto económicas como culturales y convencida de que lo que mueve el mundo no son los recursos materiales sino las ideas.
Este escenario es compatible con los valores que la derecha tradicional siempre ha defendido, como son la defensa de la familia, la seguridad, la reducción de impuestos, las medidas contra el descenso demográfico o favorecer un capitalismo inclusivo. Una derecha reformadora debe ser capaz de oponerse al dogmatismo, a la tentación totalitaria y eludir los cantos de sirena de los partidos nacional populista europeos. Debe ser una derecha capaz de afrontar una reforma de la Constitución basada en conducir a España a su madurez política. El futuro de la derecha en España transita entre la pulsión reaccionaria del regreso a la tradición que denuncia todo cambio o la razón reformadora que construye nuevos consensos para hacer de España un país más próspero.