La dependencia de Podemos de Madrid

Podemos ha aportado grandes cosas en la política española desde su irrupción en las elecciones europeas de 2014. Las críticas son necesarias, pero hay que formular primero dos cuestiones: el malestar social por la grave crisis económica, con muchas familias en situaciones muy deliciadas, y con jóvenes con un horizonte negro, se ha canalizado políticamente, con una fórmula democrática que quiere participar en las instituciones para cambiar políticas concretas.

Aunque se entienda que Podemos es una suerte de partido revolucionario, con tics autoritarios, lo que expone –se entienda o no a sus principales dirigentes– es un paquete de medidas de la socialdemocracia más clásica. Otra cosa es si se pueden o no aplicar en estos tiempos. La segunda cuestión es que ha provocado la reacción del resto de fuerzas políticas, que defienden con algo más de naturalidad la necesaria consulta a las bases, y la transparencia. Prueba de ello, es que Cristina Cifuentes, la presidenta de la Comunidad de Madrid, del PP, habla de primarias internas, de elección de dirigentes con más participación, algo impensable hace sólo un año en un partido que ha tenido siempre una estructura vertical contundente.

Por eso lo que ocurre en Madrid ha sorprendido de forma notable. Pablo Iglesias, que viene de IU, con buenas relaciones con el PCE, formado en esa cultura política, ha fulminado a Sergio Pascual, el secretario de organización del partido. Sin consultar demasiado, y con su propio estilo, Iglesias no ha dejado más opciones. A Pascual le responsabiliza de haber gestionado de forma «deficiente» la crisis en Madrid, con la dimisión de hasta diez cargos del partido a nivel regional. Los diez dirigentes estaban en contra de las formas organizativas de Luis Alegre, el máximo responsable regional. E Iglesias, que tiene a Alegre como uno de sus principales alfiles, ha prescidindo de Pascual, que colaboraba con Iñigo Errejón.

¿Ha sido esa decisión un desencuentro con Errejón? No exactamente. El problema de Podemos, y del que se ha dado cuenta Iglesias, es que depende por completo de Madrid. Podemos nació en Madrid, en la Universidad Complutense, con Iglesias, Monedero, Bescansa, Errejón, y el propio Alegre. La expansión del partido es notoria, pero el problema que se le ha generado a Iglesias es que Podemos crece allí donde ya había estructuras políticas que mantenían y mantienen señas de identidad propias. En Galicia, En Marea, con movimientos organizados a partir de todo lo que rodea al BNG. En Valencia, con Compromis, de Mònica Oltra, combatiendo desde hace años la hegemonía del PP. Y en Cataluña con grupos que han cristalizado con el liderazgo de Ada Colau, pero con la participación de ICV, y con afines a la CUP, un grupo de partidos que se mueven desde hace años en el ámbito local de los municipios catalanes, y que conectan con el independentismo de izquierdas.

Iñigo Errejón es totalmente consciente de esa cuestión, y por eso es el más cercano de Podemos al derecho a decidir, porque sabe que en Cataluña es uno de los elementos centrales para ocupar el centro, como elemento populista, siguiendo al gran referente de Podemos, el argentino Ernesto Laclau.

El hecho es que si Podemos se debilita en Madrid, si prosiguen esas dimisiones, si se rompe en Madrid, el partido perderá todo su poder, porque en el resto de España ya están en marcha otros proyectos políticos, afines, pero con características propias.

Mantener toda esa cohesión, con un cuerpo doctrinal, pasa por ser fuertes en Madrid y establecer un organigrama de relaciones con el resto de marcas que deseen participar.

Hay otros factores, como el peso real en la organización de la corriente Anticapitalistas, muy fuerte en Andalucía. Pero lo que ha sucedido es que Iglesias no quiere perder Madrid. El partido se había organizado de la mano de Pascual y Errejón, mientras Iglesias iba y regresaba de Bruselas, en su etapa de eurodiputado. Ahora, toma el timón.

Ahora bien, ¿casa todo eso con la idea de que los partidos se transformen en algo más presentable para los ciudadanos? ¿Qué dirá ahora Cifuentes, que había entendido el mensaje?

Es esta la organización que debe decidir, en las próximas semanas, si se abstiene o no para permitir la investidura del socialista Pedro Sánchez como nuevo presidente del Gobierno.