La dejadez
Esta legislatura no puede acabar bien porque ha empezado mal: ¿cómo se pactaría un derecho de autodeterminación no reconocido?
El inicio tan estrambótico de la XIV legislatura que se presume ingobernable y caótica, con la distribución de la Mesa y los acatamientos a la Constitución, ha emitido las primeras señales de alarma. Un Congreso tan fraccionado y enfrentado difícilmente va a poder transitar por la vía parlamentaria garantizando la estabilidad que necesita este pais.
Pero a Pedro Sánchez lo que le importa es asegurarse en el poder. Como sea. En la primera sesión del hemiciclo ya consiguió su primera victoria gracias a la torpeza de Vox negociando los puestos en el órgano de control del Parlamento.
Sin Ciudadanos y con una representación sobredimensionada de Unidas Podemos en relación con su fuerza electoral, ya nos hacemos una idea de las iniciativas que podrán seguir adelante. Con una Mesa integrada por seis diputados de izquierda y extrema izquierda apoyados por los nacionalistas y tres diputados de centro derecha. Minuto y resultados, previstos.
Asimilada la primera sesión del Congreso, con numeritos impropios de una democracia consolidada, con más de un tercio de la Cámara de diputados (121) que desprecian la Constitución, Sánchez se concentra en su investidura.
Lleva semanas. Mucho antes de que el Rey le haya designado candidato a formar gobierno. Pero el aspirante tiene que sortear no pocas dificultades para que los partidos nacionalistas le den el apoyo que no recibió en las urnas.
Las izquierdas y las derechas, cada vez más condicionadas por el tercer bloque: el nacionalista. Que se va imponiendo como el ‘lobby’ de la gobernabilidad. Grupos heterogéneos de presión que no encajan en la legalidad constitucional. Y que, a falta de mayorías para cambiar la Constitución, se empeñan en imponer su plan de ruptura con el resto de España.
La palabra de Sánchez tiene un periodo de caducidad muy breve
De momento, van ganando posiciones. Porque el chantaje nacionalista incomoda, asusta y aprieta a quienes no tienen las ideas claras, no saben cuántas nacionales tiene esta España federal y, sobre todo, están dispuestos a mantenerse en el poder teniendo que pagar un precio inasumible para el constitucionalismo.
De momento los interlocutores socialistas van adaptándose a la perversión del lenguaje nacionalista. La vía de los secesionistas y la de la democracia son manifiestamente incompatibles. Pero la perversión del lenguaje nacionalista ha trastocado los valores.
Y tenemos que asistir a la calificación de Arnaldo Otegi como ‘hombre de paz’ (blanqueado por José Luis Rodríguez Zapatero desde su etapa de presidente) y de los constitucionalistas del centro derecha como crispadores y ultras. Una manipulación. Un despropósito.
Estamos ante una situación muy delicada. Desde que Sánchez empezó a cambiar el “problema de convivencia” de Cataluña por el de un “conflicto político” se ignora dónde establecerá las líneas rojas en su negociación con ERC. Teniendo en cuenta que su palabra tiene un periodo de caducidad muy breve, la inquietud al otro lado del nacionalismo es latente.
Si la fórmula del acatamiento a la Constitución en la versión libre “por imperativo legal” fue inventada por el mundo de Batasuna, la denominación del “conflicto político” para equiparar al Estado con quienes vulneran las leyes, también fue ‘copyright’ del grupo de Otegi. Hace muchos años. Cuando ETA desafiaba a la democracia en los años de plomo.
Ahora, ese pabellón de conveniencia lo comparten los socialistas. Sin sonrojarse. Los líderes nacionalistas han olfateado la debilidad de Sánchez porque saben que el aspirante a presidente no está en condiciones de exigir. Ellos sí. Y no están solos.
Sánchez puede prometer intenciones que, una vez investido, no las vaya a cumplir
El PNV ha recuperado el derecho de autodeterminación para incluirlo en la redacción del nuevo estatuto vasco. Pactado, a diferencia de EH Bildu. ¿Cómo se pactaría un derecho de autodeterminación no reconocido? No existen cauces nuevos, al margen de la legalidad, para que los secesionistas entren en razón.
Si la ley no les permite separarse ¿estaría dispuesto el PSOE a cambiarla para que los independentistas no tengan que saltársela? Si José Luis Ábalos admite que existe un conflicto político, ¿acabará diciendo que quienes intentaron dar un golpe a la Constitución lo hicieron “por razones políticas”? ¿Serán capaces de intentar cambiar la Carta Magna a través de reformas estatutarias?
Son dudas que se plantean antes de que Sánchez sea investido. Después ,veremos qué ocurre. Puede prometer intenciones que, una vez investido, no las vaya a cumplir. Lo ha hecho muchas veces. Pero sus socios de hoy le pasarán factura mañana. Cuando quiera gobernar.
Los conceptos sólidos de la Transición se van diluyendo. Consenso, libertad, respeto, ética, convivencia. Porque el populismo y los nacionalismos separatistas han irrumpido chantajeando y están dispuestos a romper la vajilla del entramado democrático. Esta legislatura no puede acabar bien. Porque ha empezado mal.