La curva del elefante en la que cabalga Trump
En el debate político lo más frecuente es basarse en percepciones. Los ciudadanos tienen una idea de su situación, comprobable sí, con datos y números, pero lo que importa es lo que sienten, lo que viven, si creen o no que han empeorado en los últimos años y en relación a otros colectivos, o comparados con sus vecinos en otros países. Donald Trump se ha aprovechado de esas percepciones en Estados Unidos, pero también existe una realidad que no se puede dejar de lado. Al revés. Se debe hacer frente a ella para que las cosas no vayan trágicamente a peor.
Lo ha explicado el economista serbio del Banco Mundial, Branko Milanovic, en su estudio Global Inequality. La situación mundial la ilustra con la llamada curva del elefante, de la que habla todo el mundo académico, para alabarla o para matizarla.
Lo que explica esa curva es realmente asombroso. Aunque llega a 2008 –posteriormente Milanovic ha añadido más datos hasta 2011–, se trata de las tendencias de la economía mundial en los últimos 25 años. Y, de acuerdo con los principales economistas que destacan los factores positivos de la globalización, lo que se ha producido es un retroceso de la pobreza mundial. Los ingresos del 2% más pobre de la población aumentaron un 20%. El incremento, a su vez, del 30% más pobre, fue de entre el 30% y el 50%.
Junto a eso, se ha producido un ascenso de las clases medias de China e India, los grandes países que lideran al conjunto de los emergentes. Milanovic se ha emocionado con ese salto, hasta el punto de asegurar que desde la revolución industrial no se ha producido un cambio tan bestia en un plazo tan corto. Un chino, por ejemplo, ha mejorado su posición en 15 años en un 25%. Eso quiere decir que saltó por delante de unos 1.500 millones de personas. No ha pasado algo similar nunca en la historia. Ahora bien, ese mismo ciudadano chino sigue estando por debajo del nivel de pobreza de los países ricos. Y eso se debe tener en cuenta para ser conscientes de que las clases medias occidentales, pese a lamentarse por su situación de estancamiento o de relativo retroceso, siguen siendo personas privilegiadas en el contexto mundial.
Lo que ha ocurrido, en ese mismo periodo, como indica la curva del elefante, es que el 1% más rico del planeta aumentó todavía más su riqueza. Y ese es el gran problema que ha enfurecido a las clases medias en Estados Unidos. Los ingresos de ese 1% subieron por encima del 60%. Se trata –ya lo habrán adivinado– de personas que residen, en su mayoría, en países ya ricos. Y la mitad de ellos, precisamente, en Estados Unidos.
La situación en cada país es distinta. Si se profundiza, se verá que el mayor estancamiento de las clases medias se ha producido en países como Estados Unidos o Japón, y que los países que surgieron de la debacle de la Unión Soviética y todos los países del Este en Europa han sufrido una enorme caída de ingresos en todos esos años. Globalmente, las clases medias pierden, pero más en unos lugares que en otros. Y si se tiene siempre presente el contexto mundial, se verá que un salario en España de unos 14.000 euros brutos se sitúa entre el 10% de la población mundial con más ingresos.
Pero, y aquí viene la política, quien puede expresar ese malestar por el estancamiento en los ingresos, mientras el 1% sigue incrementando su riqueza, es la clase media en las democracias liberales, que puede votar y manifestarse. Los partidos populistas tienen el campo abonado, porque se trata de una realidad, que las elites no quieren afrontar. La globalización, argumentan esas elites, es positiva para todos, pero para ellos mucho más. Eso no lo dicen.
Los porcentajes de crecimiento del PIB o del paro no explican nada. O no explican lo esencial, que es cómo se distribuye ese crecimiento. En Estados Unidos se argumenta que se ha reducido el paro, por debajo del 5%. ¿Seguro? En otro libro importante, el de Nicholas Eberstad, Men without work (Hombres sin trabajo), se explica que hay un paro encubierto, y es que muchos hombres ya no buscan empleo, y no cuentan en las estadísticas. Uno de cada seis hombres entre 25 y 54 años –muchos de ellos blancos en zonas en las que se ha perdido la industria (los votantes de Trump)– han renunciado. Han bajado los brazos.
A lomos de esa curva del elefante ha ganado las elecciones Trump, y lo pueden hacer otros pseudo políticos que sepan aunar la realidad con las percepciones, y potenciar, para sus intereses, ese enorme malestar.
Lo más alucinante del caso es que Trump pertenece a ese 1% que no lo ha pasado mal ni siquiera un minuto a lo largo de la reciente crisis. ¿Un rico con conciencia social? ¿Seguro? Lo veremos a lo largo de su mandato.