La cultura del ‘da igual’

Una de las peores cosas de los casi 40 años de democracia es la extensión y omnipresencia de la cultura del da igual, también denominada daigualismo. Según un reciente estudio, somos casi el país número 100 (el 96 por detrás de potencias como Senegal) en facilidades para crear una empresa y al gobierno le da igual. También pagamos hasta 10 veces más cuotas de autónomos que otros países del entorno, como el Reino Unido y también da igual. Un gobierno autonómico reta al Gobierno con aires de independencia y también da igual. Todo da igual en este país.

Ayer paseaba por una fiesta, de esas de pueblo tan típicas de agosto. Y la mayoría de puestos callejeros estaban ocupados por productos claramente falsificados: bolsos, películas o colonias. Chicos de aspecto africano, imagino, sin seguro de ningún tipo y congelados por la fría noche, intentaban sacarse de la forma más honrada alguna perra. A los que paseábamos, yo incluido, tristemente nos daban igual sus historias.

El daigualismo se ha extendido con tanta fuerza entre la sociedad, que todos somos responsables y lo peor lo vemos como normal. Desde el ministro Montoro –ese tipo que no ha salido todavía de la teoría de la Universidad– hasta todos aquellos con los que hablo que no tienen, ni esperan, momento para esforzarse. Algunos, la mayoría, me dicen ¿para qué? ¿Para pagar más impuestos? ¿Para que otros sigan viviendo sin dar un palo al agua? La verdad, argumentos hay tantos para mantener esa nueva cultura que ni el ministro Montoro, ni mucho menos el opositor Rajoy sabrán darle la respuesta adecuada.

En la sociedad enfrentamos el da igual con el por qué no. Y algunos los comparan cuando la diferencia es obvia. Lo primero es la indiferencia, el conservadurismo, el miedo a los retos. Lo segundo, aquello que debería ser, es el reto, el conocer nuevas experiencias, el progresismo. Lástima que el país y sus gobiernos refuercen la ignorancia conservadora antes que el riesgo.

Personalmente abrazó tanto el daigualismo como el por qué no. Cuando uno pasa un concurso valora muchas cosas. Cuando uno esta días sin comer mientras otros viven de subsidios levantándose a las 12, o cuando es más fácil ser pobre que honrado en este país, dudas de mucho. Pero siempre uno intenta progresar y afrontar retos aunque luego se limite con la falta de constancia. Eso, pero, es otra historia.

La lástima es que al final esa cultura del da igual no traerá progreso. El Gobierno comienza a cambiar las formas de entender la economía o vamos directos al abismo. En la cercanía ¿qué decir? Aquí tenemos un president Mas descendiente de cuentas en Suiza, o un ex president con hijos sospechosos de todo menos de honradez, ¿y qué pasa? pues lo mismo…Todo da igual. Si es que al final mucho rollo, muchas historias pero unos y otros todos cortados por el mismo patrón.