La corrosiva marca llamada Aznar

Aznar es un perfil político de baja popularidad en Cataluña, pero a ser el presidente que mayor descentralización y apertura impulsó en la comunidad

Jordi Pujol y José María Aznar en Barcelona, en octubre de 2002 | EFE/TA/Archivo
Jordi Pujol y José María Aznar en Barcelona, en octubre de 2002 | EFE/TA/Archivo

José María Aznar es la bicha en Cataluña. No existe un sentido social, ni político que pueda destilar esta animadversión a su imagen y a lo que representa. Se mezclan muchas cuestiones en su caso pero que son contradictorias si se quiere analizar en profundidad. Y eso de ir a la raíz no está de moda.

Aznar representa en Cataluña una tipología de político mesetario, muy “derechón” y cuya llegada al liberalismo más contemporáneo y europeo fue tardío. Combatió en los primeros años de los 90 al PSOE más corrupto y engreído pero que había pactado con el nacionalismo catalán de entonces. O sea, con Jordi Pujol.

Durante aquellos días de Filesa y los GAL, la derecha catalana veía con malos ojos su figura y su bigote, como estereotipos de aquello que tenía como objetivo destruir el autogobierno catalán.

Pero eso fue sólo una primera parte. Tras la victoria necesitada del PP en las elecciones del 96, el aurea de Aznar se transformó, llegando hasta hablar en catalán en la intimidad. Una frase que quedará en la historia de la mala política española por fugaz.

Después llegaron los pactos del Majestic, que defendió en la entrevista a Jordi Évole en La Sexta, que fueron los momentos de la historia del siglo XX dónde existió mayor sintonía entre la derecha y la “dreta”, que son lo mismo, pero nada que ver.

Y así, gracias a Aznar, se fue la Guardia Civil de Cataluña, la gestión de los puertos catalanes pasó a ser responsabilidad de la Generalitat y comenzaron a cambiar de manos los tramos de algunos impuestos. O sea, la paulatina marcha del Estado.

Aquello del “Pujol, enano, habla en castellano”, quedó olvidado y la sintonía entre las dos formaciones de derechas comenzó a funcionar. El PP inició su giro catalanista. Se llegó a hablar de generar una operación, estilo UPN en Navarra, con la abstracta fuerza que en aquel momento podía tener la democracia cristiana de Unió, con Josep Antoni Duran Lleida como máximo representante político.

Tal situación generó una bolsa de votos como jamás había recibido el PP de Aznar en Cataluña y que le ayudó a cosechar su primera mayoría absoluta. Fueron 12 los diputados en toda la autonomía. Logró parlamentarios en las cuatro provincias. Unos resultados que situaron a los populares por encima de ERC y de la Iniciativa de entonces. Un éxito.

El despliegue de los Mossos en todo el territorio catalán jamás fue valorado en su justa medida

¿Dónde se rompió lo suyo? Aznar consideró que el Estado de las autonomías ya estaba construido en España y que con su mayoría absoluta quedaba finiquitada la vertebración de la nación. A partir de ese momento, toda la sensibilidad mostrada hacia el hecho catalán quedó arrinconada en una vía muerta.

Claro que Pujol, especialista en vivir de lo cosechado cada año en su negociación con el Gobierno, no podía renunciar a una rutina que le mantenía la parroquia en tensión.

Y así, junto a las decisiones de Aznar de entrada en el conflicto bélico en Irak, las amistades peligrosas con Bush hijo y la desastrosa gestión de la comunicación del 11-M, acabaron las fuerzas políticas catalanas impulsando una operación de acoso y derribo al PP, que finalizó con un nuevo Govern de aquel tripartito de izquierdas y José Luis Rodríguez Zapatero instalado en la Moncloa a los cuatro meses.

A pesar de la posterior mayoría absoluta del PP de Mariano Rajoy en el 2011, con 186 diputados, tres más que la de Aznar once años antes, y el éxito de Alicia Sánchez Camacho en las elecciones de 2010 con una máxima representación en escaños, Aznar ha seguido siendo un perfil político de baja popularidad en Cataluña. Es como si esa opinión estuviera en las venas de varias generaciones de catalanes.

La reflexión viene al caso por varias cuestiones. Uno, el evidente deterioro de la derecha nacionalista catalana en los últimos años y el desmembramiento de la derecha del resto de España. Este último detalle es uno de los que Aznar situó en el centro del debate durante su última entrevista televisiva. Dos, la nula inventiva a la hora de crear una idea política que seduzca, como hicieran en 1996, a un espectro amplio de la población.

Aznar ha sido el presidente español en democracia que mayor descentralización y apertura impulsó en Cataluña. El despliegue de los Mossos en todo el territorio catalán, con la consecuente marcha de la Guardia Civil, en lo bueno y lo malo de la operación, jamás fue valorada en su justa medida. No hubo tiempo. La mayoría absoluta y su decisión de una presidencia sólo de ocho años, le hizo cambiar de estrategia demasiado rápido.

Es lo que hubo. Es lo que hay.

Suscríbase a nuestro canal de Telegram para estar informado con las últimas noticias sobre política en Cataluña