La Corona y la responsabilidad social de la prensa
Sin que se sepa por qué, se ha puesto de moda rebuscar en las viejas alcantarillas sobre hechos que eran conocidos y que se quieren actualizar para erosionar la Monarquía.
Pendientes de la sentencia que puede enviar al marido de la infanta Cristina a prisión; pendientes, incluso, de la sentencia que pueda afectar directamente a la hermana del rey, algunos medios de comunicación se están haciendo eco de esos viejos asuntos del rey emérito, tratando de dar vigencia a oscuros asuntos que ya sirvieron como intento de chantaje y mercancía de compra venta sobre asuntos íntimos de Juan Carlos I.
Hace tiempo que ha desaparecido la vieja división entre periódicos de calidad y prensa amarilla. La irrupción de las redes sociales y de algunos medios digitales irresponsables facilita la explosión de informaciones sin contrastar y crea un universo en donde la responsabilidad social de los medios de comunicación es cosa del pasado.
No hablemos de las televisiones. Está de moda el chismorreo, la alusión irresponsable, la bronca como metodología de comunicación y el entretenimiento a cualquier precio. Es difícil encontrar espacios de reflexión, de debate sosegado y de pedagogía de la responsabilidad y la tolerancia.
La abdicación de Juan Carlos I tuvo su origen en la necesidad de dar un aire nuevo a una monarquía que había entrado en una deriva de falta de responsabilidad. El episodio de la cacería de elefantes y la situación procesal de la infanta Cristina promovieron que Felipe VI asumiera la jefatura del Estado.
En este corto periodo de tiempo, el joven rey no ha dado ningún patinazo. Ha sido impecable en apartar de la familia real a su propia hermana y su cuñado, afectados por un procedimiento judicial sobre unos hechos de corrupción y tráfico de influencias muy graves. Ha actuado de manera impecable en la primera crisis institucional seria que ha tenido a España sin gobierno durante casi un año. Incluso supo lidiar con la peliaguda situación que creó Mariano Rajoy cuando declinó la invitación para intentar lograr la investidura, después de las elecciones de diciembre de 2015.
La única amenaza al prestigio de la Corona en este momento son la explotación de las viejas debilidades del rey Emérito.
Por una parte, están los intereses de chantaje que todavía pueda albergar quien tuvo una relación directa con don Juan Carlos, que grabó en su día al propio rey y que es muy posible que crea que todavía puede sacar provecho económico de aquellos acontecimientos.
Desde las cloacas del Estado se están rescatando estos viejos episodios con el valor añadido, sin ningún dato ni ninguna evidencia, de utilización de fondos reservados del Estado para beneficio personal.
Es urgente una reflexión del papel y la responsabilidad social de los medios de comunicación. No puede conseguirse audiencia o difusión a cualquier precio.
Durante mucho tiempo, la monarquía fue la única institución al margen de la trituradora de la lucha política. Es verdad que los episodios de presunta corrupción de Iñaki Urdangarín y de la Infanta Cristina generaron un boquete en la credibilidad de la institución. La Corona, el Gobierno y la justicia han tenido una actuación ejemplar que ha demostrado que todos los ciudadanos son iguales ante la ley.
La coronación de Felipe VI abre un nuevo periodo en que, si hubo responsabilidades institucionales en el pasado, han quedado lavadas con un comportamiento personal e institucional libre de toda sospecha.
Si alguien quiere enredar y socavar los cimientos de la institución de la monarquía, no debiera encontrar complicidad en los medios de comunicación. No todo vale para conseguir difusión, audiencia o notoriedad.