La Cecot y la exigencia de consenso para innovar
La patronal Cecot agrupa a cientos de empresas del Vallès. Son compañías serias, que compiten en el mercado global, y que, en realidad, lo que reclaman es un clima político y económico que defienda sus intereses. Su presidente, Antoni Abad, se ha caracterizado en los últimos meses por rechazar el miedo al cambio, por dejar de lado las advertencias sobre el proceso soberanista.
Abad, al margen de lo que él mismo considere, representa a ese tejido asociativo. Su secretario general, David Garrofé, conoce en detalle lo que necesita esa pequeña y mediana empresa, que es la base de la economía en Cataluña, y también en el resto de España. Al margen de las convicciones nacionalistas de muchos de esos empresarios, la queja principal proviene de la falta de un ecosistema capaz de impulsarlas. Y, al entender que la administración central no ha hecho mucho por ellas, algunos sueñan con unas mejores condiciones si Cataluña dispone de instrumentos propios.
Cecot ha pedido, a pocos días de las elecciones, que todas las fuerzas políticas lleguen a un pacto nacional catalán después del 27S, que «escuchen las reivindicaciones empresariales» y que todos «busquen y lleguen al máximo de acuerdos posibles, que beneficien el desarrollo económico y empresarial, teniendo en cuenta la cohesión social, como una pieza fundamental y necesaria para fortalecer nuestra sociedad».
Aunque no lo verbalicen con exactitud, lo que pretende la Cecot es crear e incentivar una nueva cultura económica y empresarial que sea capaz de democratizar la innovación. Si ese es el principal reto en el conjunto de la economía, lo es de forma más clara en las pymes. Porque, ¿cómo puedan innovar empresas con poca dimensión?
La Cecot apunta que si ahora se desea incidir en las políticas sociales, lo primero que se debe hacer es generar más ingresos, y que eso pasa por ayudar al tejido empresarial.
Quien mejor ha explicado el reto es Ángel Pascual-Ramsay, asesor de tendencias económicas. Asegura que la prioridad de nuestras sociedades debería ser la «democratización de la innovación», la difusión de herramientas que permitan a más ciudadanos y empresas innovar, y que esa posibilidad no se quede en un reducido número, en una elite o en manos de las grandes empresas.
Si eso se logra, también sería la garantía para asegurar una distribución más justa. «Dicho de otra manera, hay que transformar el sistema productivo para que sea éste el que genere riqueza de manera más amplia, sin fiarlo todo a una redistribución, que las dinámicas políticas hacen cada vez más difícil», aseguraba en una entrevista en Agenda Pública.
Ese es el gran reto. Y por esas carencias se explica también la atracción de patronales como la Cecot por el proceso soberanista, de forma equivocada o no.