La Cataluña silenciosa y sin ambición

Quizás la falta de ambición de la élite económica en Cataluña es estructural y, por tanto, tendría lógica el continuado decaimiento del país

Coronavirus mediante, faltan menos de tres meses para unas elecciones catalanas que, dada la debilidad del gobierno, deberían ser transcendentales.

Bien lo saben los partidos de gobierno y oposición que ya están dedicados en plenitud a “tareas electorales”. Y ello tanto cuando actúan en “modo partido”, como cuando lo hacen en “modo gobierno o parlamento”.

No tienen otro objetivo que el electoral y, si lo tuviesen, está tan tamizado por la obsesión de proximidad a las urnas que sería irrelevante.

Una encrucijada sin respuesta político-empresarial

De esta forma, sumergidos en una descomunal crisis sanitaria que se entrelaza con una crisis económica inédita por su dureza, nuestros representantes públicos andan metidos en sus rencillas, improvisaciones y desvaríos ante las miradas ciudadanas, algunas perplejas, otras todavía ensoñadas por promesas incumplidas.

Y mientras tanto el país, atravesando no sólo tiempos cruciales para encaminar la salida de la crisis actual; sino una época encrucijada de cambios institucionales, sociales y económicos, única en varias generaciones que se presenta con carácter global.

Aquí y en cualquier parte, si se quiere acometer todo con solvencia, se requiere la combinación de un gobierno eficiente y de una estrecha colaboración con las iniciativas de la sociedad civil.

De la candidez a la abulia

Probablemente no haría falta que les citara en el ámbito institucional los retos populistas que confronta la democracia liberal en todo el mundo, o en el social las amenazas demográficas y de sostenibilidad ambiental.

Menos todavía las disrupciones tecnológicas que están y van a continuar condicionando el trabajo y una nueva economía para las próximas décadas.

Ante este fenomenal panorama que exigirá una acertada toma de decisiones colectivas, -e incluso si alguien cree que su incidencia tiene implicaciones menos radicales que las que aquí anunciamos-, ¿cómo está reaccionando la ciudadanía, individualmente y a través de sus organizaciones laborales,  empresariales, asociativas profesionales o de cualquier otro tipo no político?

Me temo que con una mezcla de candidez (“al final acabará arreglándose”), desidia (“ande yo caliente …o frio”) e irresponsabilidad (“yo no pinto nada en el panorama político”).

El silencio como obediencia

Así, a pesar de que amplios sectores empresariales y económicos catalanes se hunden condenados por la crisis y sus propios errores pero empujados estructuralmente por años de gobierno ineficaz,  guardan silencio respetuosos y obedientes con el poder, observando las elecciones y en general el devenir político como si no fuera con ellos.

Las últimas encuestas indican claramente dos cosas: primero, que va a repetirse una coalición de gobierno muy similar a la que lo ha ostentado en las dos últimas legislaturas, -casi cinco años-, con resultados que evito calificar; y, en segundo lugar, que especialmente con la irrupción muy probable de Vox en el Parlament se aleja la posibilidad de una alternativa moderada o, al menos, de una alternativa más próxima a los intereses empresariales mayoritarios y, sobre todo, que pudiera dar una respuesta económica centrada y eficiente.

¿Tiene alguna explicación racional que la sociedad civil (cualquiera que sea ésta) y el mundo económico no reaccionen reclamando un gobierno más próximo a quienes crean la riqueza, la ocupación y los ingresos públicos?

Y en concreto, ¿porqué no intentan influir sobre el espectro político para cambiar al arco parlamentario y lograr introducir una o varias fuerzas políticas decisivas como las que dominan en toda Europa desde el centro derecha al centro izquierda?

De Foment del Treball al FC Barcelona

Estas fuerzas políticas de moderación y de racionalidad económica deberían, además en Cataluña, gozar de un marchamo indiscutible de catalanidad o de catalanismo, al menos como lo posee el PSC en el ala izquierda de ese eje. El catalanismo político moderado ha sido la opción política del empresariado desde finales del siglo XIX, sea con Prat, Cambó o Pujol; y no ha sido mala apuesta.

¿Y ahora? Se percibió algún movimiento para retener Foment, -¡que menos!-, se fracasó estrepitosamente  en la Cambra de Comerç y en estos momentos, débilmente, alguien piensa en la presidencia del FC Barcelona.

El decaimiento de Cataluña

Sin embargo para lo realmente crucial, la gobernabilidad de la Generalitat, el mundo económico y empresarial no se persona.

Se entendería si las principales opciones respondieran a un “mainstream” de carácter europeo pero el doble eje divisorio de la política catalana, constitución/procés y una más radicalizada que en otros lugares derecha/izquierda, no plantea hoy escenarios positivos ni esperanzadores para la actividad empresarial. A pesar de ello, mayoritariamente el silencio y la abulia.

Es cierto que algunas voces resaltan precisamente por su excepcionalidad y expresan preocupación por el estado de cosas, –básicamente decadencia-, pero una seria respuesta colectiva que apoyara nuevas propuestas para recuperar el centrismo catalanista pro empresa y pro economía, no existe.

Quizás esta falta de ambición en la élite económica es estructural. Entonces tendría toda la lógica y merecimiento el continuado decaimiento del país.

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