La carpeta azul de Tarradellas y el independentismo
Tarradellas trató de controlar la revolución tras el golpe de estado de 1936, contra supuestos defensores de la democracia, el valor ahora del independentismo
El movimiento independentista tiene un objetivo: que su causa se identifique con la democracia, y que los contrarios a la independencia sean considerados como antidemócratas, como “enemigos del pueblo”.
A pesar del cuidado en el detalle, de las manifestaciones pacíficas, se cuelan proclamas que no pueden considerarse como una anécdota. Se ha visto estos días en Lleida, con carteles firmados por el colectivo anticapitalista Lleida Resisteix, que califica de “enemigos del pueblo” a los líderes de los partidos que no comparten el proyecto independentista. Con los rostros de Miquel Iceta, Lluís Rabell, Inés Arrimadas y Xavier Garcia Albiol, los anticapitalistas, cercanos a la CUP, y que defienden el proyecto soberanista, insisten en que los que niegan “el democrático derecho a la autodeterminación” son “enemigos del pueblo”.
¿Es democrático permitir que Cataluña pueda votar sobre su autodeterminación, sin pasar, previamente, por una reforma de la Constitución que constata que la soberanía recae en el conjunto del pueblo español? Sin embargo, a fuerza de repetir la proclama una parte de la sociedad catalana se ha colocado en esa posición.
La ventaja para los independentistas es que los contrarios no se acaban de pronunciar, no se sienten todavía concernidos
Por ahora son carteles, amenazas que se quedan en nada. Una de las ventajas para los independentistas es que los contrarios a ella no se acaban de pronunciar. No va con ellos hasta que no perciban que puede ser una disyuntiva real, a través de un referéndum legal y acordado, que ahora mismo parece complicado que se alcance.
Esta semana –este jueves 15 de junio—se celebrará el 40 aniversario de las primeras elecciones democráticas en España. Y, justo después, en octubre, el día 23, se conmemorará también el 40 aniversario del regreso de Josep Tarradellas a Barcelona con su Ja sóc aquí.
Es necesario recordar que Tarradellas guardaba con celo unos documentos, un material que depositó en el archivo Tarradellas en Poblet con el nombre de ‘carpeta azul’, y que no se podía consultar hasta que transcurrieran 15 años de su muerte o de su mujer, Antonia Macià, en función de quien viviera más años. Fue su mujer, que falleció el 8 de septiembre de 2001. Ese archivo, por tanto, está disponible sólo desde septiembre de 2016.
Tarradellas documentó todos los excesos, con nombres y apellidos, de los autodenominados antifascistas
Enric Canals y Josep Maria Ràfols acaban de publicar el libro Tarradellas, el guardià de la memòria (Pòrtic) , en el que desgranan y explican todo lo que el presidente de la Generalitat dispuso guardar en su archivo.
Tarradellas no quiso que el contenido de la carpeta azul se pudiera conocer con anterioridad, porque quería asegurarse que los nombres apuntados o sus familiares directos ya hubieran fallecido. Porque lo que da a conocer Tarradellas son muchos nombres, los de supuestos antifascistas, que, en nombre de la democracia, con el argumento de la defensa de la República, protagonizaron una “brutal violencia” entre el alzamiento fascista de julio de 1936 y los primeros días de mayo de 1937.
Son los miembros de las Patrullas de Control, el cuerpo policial de vigilancia de la retaguardia impulsado por el Comité Central de Milicias Antifascistas. Aunque centradas en Barcelona, su actividad llegó más allá de lo que ahora entendemos como área metropolitana. En ese comité las fuerzas clave son la CNT y la FAI, también la UGT, con elementos de la Unió de Rabassaires, de ERC y del POUM. El gobierno de la Generalitat se siente impotente, con Lluís Companys incapaz de mantener el control, y con Tarradellas como consejero de Finanzas, que trata por todos los medios de impedir el descontrol, buscando una relación de confianza con los elementos sindicalistas del anarcosindicalismo para mejorar la situación.
En ‘Tarradellas, el guardià de la memòria’, se explica los documentos de la ‘carpeta azul’
Esas patrullas llamadas de control lo fueron todo menos merecedoras de ese nombre. Se entraba en domicilios particulares sin ninguna supervisión, con individuos que actuaban por su cuenta para robar y quedarse con el botín, como los cenetistas Emilio Bagués o Rafael Guillén, que entran en una casa de la calle Aragón 268, haciéndose con joyas de gran valor. Hasta 8.000 personas fueron asesinadas, sólo por tener una pátina conservadora, o parecerlo.
Los procesos de gran defensa de la democracia pueden acabar con excesos, y con revoluciones encubiertas, o con revoluciones particulares.
Todo son anécdotas para los independentistas, pero esa oposición entre demócratas y enemigos del pueblo comienza a ser peligrosa. Y lo es, no porque lo diga un colectivo anticapitalista en Lleida, sino porque comienza a ser el gran argumento del gobierno de la Generalitat y de los responsables de las entidades soberanistas, como el presidente de Òmnium Cultural, Jordi Cuixart, quien, en el acto de este domingo en Montjüic, clamó una y otra vez esa oposición: “Nosotros somos demócratas, somos los demócratas”, dejando en el otro lado del río al resto de catalanes. ¡Cuidado!