La capitania del barco escorado

Desde tiempo inmemorial la Federación Socialista de Madrid ha sido uno de los avisperos más agitados de la política española. Las luchas internas y autodestructivas son su especialidad. Ahora el PP se sitúa en un segundo lugar aventajado. De no elegir candidatos de fuste para el Ayuntamiento y la Comunidad de Madrid, el PP puede perder un tesoro en votos y, por supuesto, la mayoría absoluta. Francisco Granados, ex secretario general del PP de Madrid y en su día directo colaborador de Esperanza Aguirre, ingresa en la cárcel, acusado de liderar una organización criminal. Una suerte de mafia tentacular con sus cuentas en Suiza. Aguirre ha dicho que no va a abandonar el barco que se hunde.

 
Aguirre se propuso activar un Tea Party castizo y acabó abroncando a la policía municipal, por una multa 

Hay agitación entre bastidores para reponer al actual presidente autonómico, Ignacio González, y con el anuncio de su retirada como alcaldesa, Ana Botella ha dado paso a un escenario de escorpiones. Ambas posiciones son tanto de mucho poder como de un valor simbólico especial para quien quiera mantenerse en la Moncloa. La ex presidenta de la Comunidad de Madrid lleva un tiempo intentando minar el liderato de Mariano Rajoy. Ya lo pretendió con Ruíz Gallardón. Pero hay algo sintomático en la desproporción entre las oportunidades excepcionales que se le han ofrecido –ministerios, presidencia del Senado– y unos resultados políticos de escaso grosor.

Aguirre quiso ser la Thatcher española, hasta que acabó por resignarse con el papel de la republicana Sarah Palin. Se propuso activar un Tea Party castizo y acabó abroncando a la policía municipal, por una multa. Uno todavía se pregunta cómo una “soit disant” liberal pudo permitir que Telemadrid acabase siendo ajena al pluralismo por no hablar de partidismo opresivo. Telemadrid no fue otra cosa que un vivero propagandístico, aunque sin superar los excesos actuales de TV3. Hace ya tiempo, algunos pensábamos que Esperanza Aguirre podía ser una política de nuevo cuño. Confundimos su vivacidad con la solidez, no vimos la superficialidad que ocultaba un vacío.

Sus pronunciamientos sobre Cataluña, por ejemplo, han sido siempre tan rotundos como desconocedores de la cuestión. En el capítulo de los tiempos políticos, Esperanza Aguirre ha sido demasiado impulsiva, mientras que Rajoy tiene una concepción galaica del tiempo. Con distintos puntos de partida, acabarán chocando y el PP de Madrid se arrimará de cada vez más a la imposible administración de un caos propulsado por la larga secuencia de detenciones por corrupción. Esperanza Aguirre ha dicho que tiene ideas para la regeneración que exigen tantas prácticas corruptas. Uno se pregunta por qué no puso en práctica esas ideas cuando gobernaba en Madrid, con Francisco Granados de banderillero y hoy inquilino en Soto del Real.