La búsqueda del cambio
Se avecina una batalla entre los que querrán dar continuidad a la normalidad económica que dejamos atrás el 14.M y los que defenderán otro modelo
No hay día en que no se alce alguna voz intelectual, en algún lugar del mundo, para afirmar que es urgente cambiar nuestra forma de vida si queremos responder a los retos medio ambientales y ahora los sanitarios que nos asolan.
El virus del coronavirus encumbrado como metáfora de nuestro tiempo ha dado forma a las más diversas e interesadas predicciones. Para algunos, el cambio profundo que se necesita debe basarse en reinventar el capitalismo, el progreso y el uso que se hace de las tecnologías aplicadas a la comunicación.
Defienden que todo lo construido antes del 11 de marzo, fecha oficial en la que la OMS notificó que el mundo padecía una pandemia, debe ser cambiado sin dedicar un solo instante a revisar y aprender de lo ocurrido.
A principios del siglo XX, la gente solo creía lo que veía; hoy solo creemos aquello que padecemos. Al poder padecer la enfermedad del coronavirus empezamos a creer que debemos propiciar un cambio global para curar el planeta. Importa bien poco que no saber cuál es el rostro del cambio que tanto se desea.
No hay duda de que nada será igual tras la crisis sanitaria, económica y social provocada por el coronavirus, pero en lo que todo el mundo está más o menos de acuerdo es que deberemos adaptarnos a sus consecuencias si queremos avanzar.
La prudencia dicta que triunfe la lógica política de la reconstrucción económica y social de lo que habíamos construido antes que caer en la tentación de inventar un nuevo orden social.
La búsqueda del cambio se ha instalado como un imperativo ético que descansa en una ilusión
En las próximas semanas, cuando se aprecie que ha empezado a controlarse la crisis sanitaria, empezará un encendido enfrentamiento político entre los que quieren dar continuidad a la normalidad económica que dejamos atrás el 14 de marzo y los que quieren empezar a incorporar cambios en nuestro modelo económico.
Nadie podrá escapar a la atracción de querer pasar a la historia y cambiarla en beneficio de sus objetivos políticos. Se trata pues de mostrarnos críticos ante argumentos que pueden llegar a utilizar la crisis económica para plantear la necesidad de edificar una “sociedad más justa” sin dar tiempo a deliberar adecuadamente, debido a las urgencias del momento.
La búsqueda del cambio se ha instalado como un imperativo ético que descansa en la ilusión de que el coronavirus nos está ofreciendo una segunda oportunidad para salvar al planeta de nosotros mismos.