La bendita impertinencia de Isabel Díaz Ayuso

La impertinencia de la presidenta de la Comunidad de Madrid posibilita que Ada Colau corrija la imagen que le persigue de "equilibrista" e "indignada"

Escándalo. Isabel Díaz Ayuso –presidenta de la Comunidad de Madrid– ha dicho en voz alta lo que otros políticos dicen en voz baja: “Estamos preparados para acoger el Mobile World Congress. Iremos a por él”. ¿Impertinencia? ¿Falta de tacto? ¿Desconsideración con la ciudad de Barcelona que aloja el Mobile? Mejor un político sincero que un político embustero. Ada Colau debería estar agradecida a Díaz Ayuso.

En cualquier caso –más allá de las aventuras y desventuras de la política–, la idea que está en la raíz de las declaraciones de Díaz Ayuso complace a demócratas y partidarios de la sociedad abierta. Ya saben: libertad de expresión, democracia parlamentaria y libertad de competencia. En lo último, en la libertad de competencia, está la virtud –el bien obrar: la fuerza, el vigor y el valor– del discurso de Díaz Ayuso.

La libre competencia contra el monopolio

En el discurso de la presidenta de la Comunidad de Madrid resuenan las palabras del Adam Smith que nos dice que “cada hombre, mientras no viole las leyes de la justicia, es perfectamente libre de perseguir su propio interés a su propia manera y llevar hacia la competencia a su industria y capital con los de cualquier otro hombre u orden de hombres” (Ensayo sobre la naturaleza y las causas de la de la riqueza de las naciones, 1776).

De un clásico moderno a otro contemporáneo como Friedrich A. Hayek: “lo esencial de la posición liberal es la negación de todo privilegio, si por privilegio se entiende, en su sentido propio y original, un estado que garantiza y protege derechos disponibles para algunos y no para otros” (Camino de servidumbre, 1944).

Las palabras de Díaz Ayuso son la expresión de la sociedad abierta. Recordemos: “Estamos preparados para acoger el Mobile World Congress. Iremos a por él”, dice la presidenta madrileña. O lo que es lo mismo: no hay que estar sujeto a discriminación o privilegio y cada cual puede escoger –o intentarlo– el propio camino. Cosa que vale para constituir una empresa o distribuir una mercancía. El Mobile, por ejemplo.

La cuestión es la siguiente: ¿El monopolio por el que suspira Colau o la libertad de empresa que desea Díaz Ayuso? La respuesta la sabemos desde hace doscientos cincuenta años: laissez faire, laissez passer.

Dejen hacer: respeten la libre iniciativa de cada sujeto. Dejen pasar: respeten, sin fronteras, el desarrollo de la libre iniciativa. Una libre competencia, o libre concurrencia, o libre empresa, que permite que los individuos que lo deseen participen en la economía. La libre competencia contra el monopolio.

Vale decir que la máxima del fisiócrata francés del XVIII –Vicent de Gournay, atribuida a veces a Turgot– tenía el siguiente final: Le monde va de lui même. ¿El mundo va solo? No siempre. Y es bueno que así sea. Pero, mejor la libertad de empresa que el intervencionismo o el monopolio.

Ada Colau debería estar agradecida a Isabel Díaz Ayuso   

La alcaldesa de Barcelona debería dar las gracias a la presidenta de la Comunidad de Madrid por las declaraciones de la política de Chamberí.

La impertinencia –¡bendita impertinencia!– de Díaz Ayuso posibilita que la alcaldesa de Barcelona corrija la imagen que le persigue: “equilibrista” (Le Monde), “indignada” (Le Croix) o “Pasionaria de combate” (Le Nouvelle Observateur). “Colau ha mantenido posiciones complicadas de entender”, concluye un reportaje del The New Yorker titulado Barcelona´s Experiment in Radical Democracy (6/8/2018). Una mala tarjeta internacional de presentación.

El desafío planteado por Díaz Ayuso –atención: el compromiso del Mobile con Barcelona se extingue el 2023– permite que Colau rectifique y cese de coquetear con el fundamentalismo: que si las multinacionales, que si los beneficios no llegan a todos, que si el turismo generado es insostenible. Algunos tics se rectifican. Pero, surgen otros: el 5G no es inocuo. Y ahí sigue el flirteo con un secesionismo problemático y pendenciero que alienta la fuga de empresas.

Y no es poco lo que está en juego: un ingreso de 470 millones de euros, 12.000 nuevos puestos de trabajo, ocupación hotelera del 100% y pingües beneficios para el comercio, la restauración y el ocio. A ello sumen la imagen de Barcelona como ciudad tecnológica innovadora capaz de captar inversiones.

La libre competencia –la alternativa de Madrid, o Lisboa, o París, o Berlín– puede tener un efecto balsámico para que Barcelona renueve el contrato con el Mobile. Para ello, Colau ha de abandonar sus prejuicios retroprogresistas e instalarse en la sociedad abierta.

Y ha de aceptar que si hay ciudades –entre ellas, Barcelona– que compiten por atraer las empresas de la city, o los Juegos Olímpicos, o la final de la Champions, o un parque temático de prestigio internacional, ¿por qué Madrid no puede competir para organizar el Mobile? De igual manera que Barcelona puede competir para atraer Arco, Fitur o Enofusión.

La diferencia entre Díaz Ayuso y  Colau reside en que la primera se ha instalado en el mundo real con el esfuerzo que ello implica mientras que la segunda –que se cree en estado de gracia permanente por ser quien es– es incapaz de entender –pese a tildarse de “progresista”– que en la sociedad globalizada lo que cuenta es el mérito y no el privilegio adquirido.