La apuesta más arriesgada de Boris Johnson
Johnson es un personaje excéntrico pero de indudable carisma: sentencia repetidamente que el 31 de octubre el Reino Unido abandonará la UE con o sin acuerdo
El exalcalde de Londres y exministro de Asuntos Exteriores británico Boris Johnson ha hecho realidad su sueño de convertirse en primer ministro del Reino Unido. Los 170.000 miembros del Partido Conservador le otorgaron un cómodo margen de victoria en la ronda definitiva de las primarias sobre el exministro de Asuntos Exteriores Jeremy Hunt.
Johnson dobló en votos, 92.153 contra 46.556, a Hunt, favorable a una negociación que evite un brexit duro. Johnson, nacido el 19 de junio de 1964 en Nueva York de padres británicos, empezó su carrera como periodista. Fue despedido del periódico The Times en 1987 por falsificar citas. Fue corresponsal del Daily Telegraph en Bruselas, donde lanzaba críticas virulentas contra la Unión Europea y sus políticas.
Después de que David Cameron dimitiera al perder el referéndum de junio de 2016, Johnson estuvo en todas las quinielas para sustituirle
Posteriormente fue director de la revista The Spectator. Su gestión de la capital británica del 2008 hasta 2016 fue menos polémica, e incluyó la gestión de los Juegos Olímpicos de 2012. Su oposición tajante a la integración europea ha sido una constante en su carrera.
En este sentido, no se le puede acusar de ser un partidario del brexit converso. Su antecesora, Theresa May, sí se mostró favorable a la pertenencia a la UE durante la campaña electoral del fatídico referéndum del 23 de junio de 2016, en el cual el brexit ganó al Remain -permanencia en la UE- por 52% a 48%.
Después de que David Cameron dimitiera al perder el referéndum de junio de 2016, Johnson estuvo en todas las quinielas para sustituirle. Pero los cargos y diputados del partido Conservador (Tories) apostaron por May, cuya experiencia al frente del ministerio del Interior parecía augurar una jefe de gobierno británica capaz de pactar la salida ordenada de la Unión Europea.
May sometió sin éxito su plan a votación en la Cámara de los Comunes tres veces
El acuerdo alcanzado por May con Michel Barnier – comisario para el brexit – y ratificado por los 27 estados miembros en diciembre de 2017 es razonable. Regula y asegura de manera amplia los derechos de los 3,2 millones de ciudadanos de la UE en el Reino Unido y vice-versa y fija la factura del divorcio de la UE en 40.000 millones de euros.
Pero dicho acuerdo naufragó en el tema concreto de cómo regular los flujos de bienes y personas entre Irlanda del Norte — que abandonará la UE — y la República de Irlanda, que obviamente se mantiene en la UE.
May sometió sin éxito su plan a votación en la Cámara de los Comunes tres veces. Los partidarios del brexit duro lo rechazaron porque exigía un plazo de transición durante el cual el Reino Unido se mantendría en la UE sin voz ni voto.
Los brexiteers duros tampoco aceptaban que se postergara una decisión sobre la frontera entre Irlanda del Norte (Ulster) e Irlanda sobre la cual Bruselas influiría, el denominado backstop. El Partido Laboralista, liderado por el neomarxista y euroescéptico Jeremy Corbyn, gradualmente entró en razón. Reclamó una unión aduanera con la Unión Europea.
El líder laborista Corbyn, consciente de la división interna de los Tories, reclama insistentemente unas elecciones generales que seguramente ganaría
Así se aseguraría la ausencia de aranceles en el intercambio de bienes entre la sexta economía mundial -con un PIB de 3 billones de dólares- y la segunda, la UE, con un PIB de 19 billones de dólares.
La variante de pertenecer al Espacio Económico Europeo – junto a los 27, Noruega, Islandia y Liechtenstein – implicaba mantener la libertad de movimiento de trabajadores, inaceptable para los Tories.
A May no se le puede achacar tenacidad en sus reiterados intentos de conseguir una mayoría necesaria en la Cámara de los Comunes – que Johnson también necesitará – que aprobara el acuero que pactó con la UE.
Al excluir una unión aduanera con la UE, May fue incapaz de generar complicidad alguna con los Laboristas y con los diputados del Partido Liberaldemócrata, partidarios firmes del Remain. No superó la hostilidad de los Tories contrarios al backstop en relación con la frontera irlandesa y el periodo de transición.
El líder laborista Corbyn, consciente de la división interna de los Tories, reclama insistentemente unas elecciones generales que seguramente ganaría. May tuvo que tirar la toalla y dimitó el 7 de junio.
En la primera vuelta fueron los diputados del Partido Conservador quiénes votaron sobre el sucesor de May, y Johnson y Hunt pasaron a la segunda vuelta. May abandonó Downing Street el míercoles 24 de julio después de que Johnson se convirtiera oficialmente en líder del Partido Conservador y primer ministro del Reino Unido.
Johnson es un personaje excéntrico y polémico pero de indudable carisma. Sus relaciones personales con diversas mujeres generaron titulares incómodos pero apenas le afectaron. Ha sentenciado repetidamente que el 31 de octubre el Reino Unido abandonará la Unión Europea con o sin acuerdo.
El flamante primer ministro excluye por supuesto otra prórroga para modificar el acuerdo, como la acordada entre May y la UE en abril y que vence el 31 de octubre. La prórroga de la negociación del brexit obligó al Reino Unido a participar en las elecciones al Parlamento Europeo.
El nuevo partido favorable al brexit de Nigel Farage (Brexit Party) se alzó con la victoria, consiguiendo un 30% del voto y 29 escaños. El Partido Liberaldemócrata ocupó la segunda plaza con un 19,6% del voto y 16 eurodiputados.
El Partido Laborista perdió diez de sus escaños y logró un 13,6% del voto. El desplome de los Tories fue aún mayor, al perder 15 de sus 19 eurodiputados y conseguir solamente un 8% del voto. Merece la pena analizar dichos resultados para concluir que un segundo referéndum lo volverían a ganar los partidarios del brexit.
La suma del porcentaje de voto de los dos partidos favorables a mantenerse en la UE -Liberaldemócrata y Partido Nacional Escocés- y de una pertenencia a una unión aduanera con la UE -Partido Laborista- alcanza solamente el 36,8%.
En el primer día al frente del gobierno de Boris Johnson, han dimitido o han sido despedidos diecisiete ministros o secretarios de Estado del último gabinete de May. Se le ha denominado La noche de los cuchillos rubios en alusión al color de la melena del nuevo inquilino de Downing Street.
Ministros muy capaces y con peso político pero contrarios al brexit duro como Jeremy Hunt (Exteriores), Philip Hammond (Finanzas), Alan Duncan (secretario de Estado de Exteriores), Rory Stewart (secretario de Estado de Ayuda al Desarrollo), David Gauke (secretario de Estado de Justicia) y Anne Milton (secretaria de Estado de Aprendizaje) anunciaron su dimisión. Les sustituyen en ministerios clave partidarios del brexit duro como Dominic Raab (Exteriores), Sajid Javid (Finanzas) y Priti Patel (Interior), Theresa Villiers (Medio Ambiente) mientras que Stephen Cummings se mantiene al frente del ministerio para el brexit.
Las consecuencias del brexit
La Comisión Europea está dispuesta a tratar el tema de la frontera irlandesa pero no renegociará el acuerdo pactado con May. Después de las vacaciones de la Cámara de los Comunes, a Johnson le quedarán unos 66 días para evitar un Brexit duro.
De no hacerlo, deberían establecerse controles en una nueva frontera entre el Ulster e Irlanda para llevar a cabo controles sanitarios y fitosanitarios sobre alimentos, y de todo tipo de regulaciones y estándares medioambientales y de protección al consumidor que son comunes para todos los productos fabricados, vendidos y etiquetados en la Unión Europea.
La Unión Europea goza de acuerdos comerciales con 59 países y bloques, superando de largo a EE.UU.
Si se produce un brexit duro, el Reino Unido comerciará con el resto del mundo en función de la normativa y aranceles de la Organización Mundial del Comercio. Dicha circunstancia conllevaría aranceles y nuevas normativas sobre el 50% de los productos británicos que se exportan a la UE así como con todos los países del mundo o bloques económicos.
La Unión Europea goza de acuerdos comerciales con 59 países y bloques, superando de largo a EE.UU. (32) y China. Concluyó recientemente acuerdos con Vietnam y Mercosur. EEUU y la UE generan el 46% del PIB mundial, el 33% de los intercambios comerciales y la mitad del stock de inversión directa extranjera mutúa.
EEUU tiene un stock de inversión extranjera en la UE tres veces superior al que tiene en Asia, mientras que el stock de inversión extranjera directa de la UE en EEUU es siete veces superior al que tiene en China e India.
Una realidad llena de matices
En su primera intervención ante la Cámara de los Comunes, Johnson ha desplegado su innegable talento oratorio y capacidad de debate parlamentario. Ha propuesto una era de gloria y visión para el Reino Unido basada en convertirse en un centro de innovación y producción de bienes de alta tecnología y resaltado que negociará acuerdos comerciales con otros países antes del 31 de octubre.
Ante las insistentes exigencias de Corbyn y del Partido Nacional Escocés -que reclama un segundo referéndum de independencia para Escocia- sobre la concreción de su plan para negociar con Bruselas, Johnson ha escurrido el bulto recitando estadísticas positivas del Reino Unido y apelando con un espíritu parecido al de Winston Churchill a la voluntad y esfuerzo de la población para forjar un futuro mejor para los 66 millones de habitantes del Reino Unido.
Pero la realidad del mundo de 2019 es mucho más complicada y llena de matices que el Finest Hour que Churchill pidió a los británicos ante el inminente ataque alemán. Los últimos tres años han demostrado que extraerse de un mercado común al que pertenece desde 1973 es muy complicado.
Similarmente lo será moldear un papel clave para el Reino Unido en la mayor relación económica del mundo –la transatlántica– fuera de la UE.