‘Kick off’ convergente
A CDC le sienta bien hablar sin tapujos. Estos no son tiempos para los políticos florentinos, que es tanto como llamarles maquiavélicos. Josep Antoni Duran i Lleida es un reconocido político maquiavélico que siempre actúa con astucia y doblez e incluso perfidia, que es lo propio del maquiavelismo, pero le falta la finezza italiana. Sus maniobras se divisan a lo lejos, aunque últimamente las atribuya a otros sin necesidad de recurrir al plasma. Al final siente la necesidad de reivindicarse y normalmente lo hace a través de Twitter, que es la antítesis de la finura dialéctica, como hizo el pasado miércoles, a les 22h., en plena tormenta.
Decía que a CDC le sienta bien hablar claro. De entrada porque lo necesita. Necesita recuperar la credibilidad perdida debido al insensato comportamiento de algunos de sus antiguos dirigentes. Para empezar, por el mismo fundador, Jordi Pujol, quien no tuvo ningún reparo en estropear la presentación de la nueva dirección colegiada de CDC, encabeza por Josep Rull, que se presentó el 25 de julio de 2014. Ese mismo día por la tarde Jordi Pujol emitió su comunicado/bomba de autoinculpación y ocupó las portadas de la mañana siguiente. La refundación de CDC quedó en nada.
Ahora estamos en las mismas. Josep Antoni Duran i Lleida pretende afearle al president Artur Mas lo que va a ser otra de sus mejores iniciativas: la presentación de la candidatura, por ahora llamada del Sí-Sí, con la cual quiere concurrir a las elecciones del 27S. El tour de force de Duran llega tarde, cuando ya se sabe con que fuerza contaba dentro de su partido, que por lo visto es más reducido de lo que parecía. Duran i Lleida ha sido alguien en la política catalana y española gracias a CiU, que es tanto como decir gracias a CDC, que es el partido nacionalista moderado implantado de verdad en todo el territorio. Al pan, pan y al vino, vino.
Lo que ha provocado Duran i Lleida con la convocatoria de la consulta interna en UDC es, precisamente, poner al descubierto su debilidad, partirlo por la mitad y provocar la ruptura definitiva de CiU. La locuacidad de los dirigentes convergentes es proporcional al descaro con que el socio menor quería condicionar la decisión del congreso de CDC de 2012, tomada con el 99,9% de votos, sobre la independencia de Cataluña. Ahí ya estaba escrito lo que está pasando ahora. Perdónenme si les recomiendo recuperar un artículo mío publicado en este mismo diario en agosto del año pasado y que titulé ‘CDC en la encrucijada‘. Artur Mas y la joven generación de CDC ya no se sienten vinculados al autonomismo de su fundador. Hoy representan el nacionalismo soberanista moderado que no tiene reparo en enfrentarse al Estado.
Lo dijo en su comparecencia ante la prensa Josep Rull: «El proyecto político de CiU se ha acabado«. El completo desastre que auguran algunos por la decisión de CDC de acabar con esa historia está por ver. De momento, quien tiene un problema real es UDC, porque muchos de sus cargos en el Govern no se quieren ir, y ni que decir tiene lo que piensan los ediles de UDC elegidos en las últimas elecciones municipales. UDC ha roto con CDC sin romper precisamente por la presión de esos cuadros que pueden quedar marginados. Puede que Toni Font, vicesecretario general de Unió y diputado en el Parlamento, pero también concejal en Sabadell (cuantos cargos, ¿verdad?), monte el numerito y se apee, pero me cuesta creer que Sònia Recasens, concejal en Barcelona y antes segunda teniente de alcalde y portavoz con Trias, le baile el agua.
Todo el mundo habla de Toni Castellà, el Secretario de Universidades del Govern, pero él no es el único que no va a desvincularse de Mas ni del proyecto soberanista que comparte con CDC. Por lo menos el 46% de UDC está con él. Estos días he hablado con significativos cargos gubernamentales designados con el aval de los democratacristianos y ninguno piensa en abandonar su responsabilidad. También es verdad que nadie, excepto el Govern, puede obligarlos a cesar en su responsabilidad. Dicho limpio y sin añadiduras: los que se queden en sus puestos sumaran a favor de Mas. El próximo lunes, cuando ya se sepa quienes serán los nuevos responsables de los departamentos que han dejado los de UDC, todos a trabajar.
Si la noticia que corre por los mentideros políticos sobre que Albert Batlle substituirá a Ramon Espadaler y que Ferran Mascarell podría ser el nuevo portavoz del gobierno porque el consejero Homs se encargaría de lo que antes estaba en manos de la vicepresidenta Ortega, se va a producir algo bastante curioso. Por primera vez dos socialistas reconocidos, militantes de primera hora del PSC, se sentarán en el consell de Govern presidido por Mas, donde el único democratacristiano será Germà Gordó, que lo es de verdad aún siendo de CDC, como se puede ver en la asociación que ayudó a crear: Persona i Democràcia – Joaquim Xicoy, quien fue un gran dirigente de UDC. Será el más puro reflejo de la Casa Gran del Catalanisme que UDC rechazó de plano en su día y que ahora reivindica malvadamente. Esa Casa sigue estando donde estaba. Y el Govern podría ser más de centroizquierda que nunca.
El saque inicial de la candidatura del Sí-Sí será este sábado y su planteamiento superará con mucho el proyecto del año 2007. Ahora estamos ante un reto distinto, un plebiscito recubierto con el manto de unas elecciones autonómicas. La decisión está tomada y cuando el sábado el president Artur Mas explique en qué consistirá, verán como tanto la filosofía como la organización de la campaña tomará ese aire referendario que se quiere dar a unas elecciones excepcionales.
No sé qué es lo que van a hacer los demás partidos soberanistas, pero sí sé que Mas no va a cejar en su empeño, por muchas trampas que le preparen enemigos y antiguos aliados, de sumar CDC —y lo que quede de UDC— a todo tipo de plataformas, voluntarios y comités electorales a favor del Sí-Sí. Su determinación es definitiva y quien no lo quiera ver es que está ciego. Esa es la «nueva política» de un político que está dispuesto a buscar el aval de la ciudadanía para tirar adelante un proyecto colectivo. Lo verán en la campaña, que no será como las que de siempre. Decidir sobre un nuevo Estado requiere bastante imaginación y algunos sacrificios.
Si le sale mal, que todo puede ser, hará como Alex Salmond, quien, por cierto, está triunfando después de «muerto».