Karl Popper y Cayetana Álvarez de Toledo
Frente al pensamiento totalitario, Álvarez de Toledo, a la manera de Popper, participa de la idea de sociedad abierta
Con la destitución de Cayetana Álvarez de Toledo como portavoz del Grupo Popular en el Congreso de los Diputados, desaparece de la tribuna de oradores uno de los personajes más brillantes de la política española que enlaza con lo mejor de la tradición filosófica –Reino Unido y Austria– europea.
Hay algo que permite relacionar la filosofía analítica, la filosofía del lenguaje ordinario, el racionalismo crítico, el falsacionismo y la sociedad abierta con el pensamiento y modo de hacer de Álvarez de Toledo.
Hablo del common sense view of the world. Una visión de sentido común del mundo que impulsó el filósofo británico G. E. Moore y consolidó el filósofo austriaco Karl Popper. Ahí es nada, la filosofía de Cambridge, el Trinity College, el grupo de Bloomsbury y el Círculo de Viena.
En la tribuna de oradores
Desde la tribuna de oradores –a veces, desde el escaño–, su Señoría toma la palabra. Más allá del contendido en sí –del que se hablará en otro apartado–, lo que nos importa ahora es el talante y el método.
Álvarez de Toledo –a la manera de la filosofía analítica y la epistemología falsacionista–, precisa el sentido y significado de las palabras y proposiciones que usa, exige a su interlocutor –nunca hay que olvidar el pie de la letra– que haga lo propio, se detiene en cuestiones o detalles –incoherencias, inconsistencias o incompatibilidades– que no pueden obviarse, percibe, desvela o desenmascara las falacias del interlocutor. Aditamentos, ninguno. Claridad, rigor, argumentación.
Su Señoría suele buscar el qué de la cuestión objeto del debate por la vía de la pregunta a la cual le sigue otra pregunta –a fin de cuentas la política también es eso– ante cualquier respuesta insatisfactoria. La duda como fundamento. Y el conocimiento del asunto. G. E. Moore: “El primero y más importante problema filosófico consiste en proporcionar una descripción general de la totalidad del universo” (Lectures on Philosophy, 1953). Cosa igualmente válida para la política.
La técnica de Álvarez de Toledo responde al canon analítico: 1) analizar minuciosamente la cuestión planteada, 2) contrastar la respuesta recibida con el sentido común y los hechos, y 3) aceptar o rechazar dicha respuesta de acuerdo con lo que impone el sentido común y los hechos.
El sello de distinción: cuando Álvarez de Toledo recibe una respuesta insatisfactoria, falaz o fraudulenta, su réplica contiene una notable dosis de ironía: “De verdad creen…”. Una respuesta que recuerda al G.E. Moore que, ante la falacia o el engaño, respondía socarronamente con un “¿Cómo se atreve usted a decir eso?» o “¿Realmente es eso lo que usted piensa? (Defensa del sentido común, edición española, 1972).
Ya decía Octavio Paz que la risa es la única filosofía crítica que todavía nos queda.
Libres e iguales
Hay mucho –G. E. Moore, por ejemplo– del análisis filosófico en Álvarez de Toledo, pero también de Popper.
Y no solo de la popperiana teoría de la “falsación” –toda teoría o enunciado ha de ser sometida a prueba en el bien entendido de que una prueba favorable nunca demuestra la teoría o el enunciado, porque todo es provisional y “falsable”: actitud que nuestra diputada práctica en la tribuna de oradores–, sino también de la sociedad abierta del filósofo vienés.
Frente al pensamiento totalitario –nacionalismo, marxismo, socialismo y comunismo como manifestaciones de la sociedad cerrada que se propone conducir la historia a un estadio supuestamente superior e insuperable–, Álvarez de Toledo, a la manera de Popper, participa de la idea de sociedad abierta.
Cabe recordar que para ganar una batalla previamente hay que librarla
Esto es, la asociación de individuos “libres e iguales” que respetan mutuamente sus derechos en el marco de un Estado democrático que hay que respetar.
Un sociedad plural, afortunadamente imperfecta, en que se toman decisiones responsables. Y la imagen de un futuro siempre abierto alejado de la inquietante profecía “científica” de quienes prometen el reino de la libertad, la igualdad, la justicia y la felicidad que nunca llegará.
En definitiva, en asuntos políticos, como en asuntos científicos, hay que pensar y obrar de acuerdo con un racionalismo crítico –en sus conferencias, Popper solía aplicarse a sí mismo la máxima socrática de «solo sé que no sé nada»– que vaya descartando errores a la luz de la razón –mejor, del razonamiento– y la experiencia.
La batalla cultural
El análisis riguroso del discurso y la realidad, así como la búsqueda de una sociedad de ciudadanos libres e iguales, forman parte de la “batalla cultural” que reivindica Álvarez de Toledo.
Una batalla que la democracia española –derechas e izquierdas democráticas– ha de ganar frente al nacionalismo identitario, el populismo y los fundamentalismos sociales como el feminismo o el ecologismo.
Cabe recordar que para ganar una batalla previamente hay que librarla. Al respecto, Álvarez de Toledo se la juega en el embate. Y, aunque pierda, gana.