JxCat ya tiene táctica, pero carece de estrategia
La estrategia es la misma, la de la rendición, la que comparten con ERC pero afean a ERC
Hay algo que debería tranquilizar a cuantos se oponen a la independencia de Cataluña o ven en el independentismo algún peligro más o menos próximo, no ya para la unidad de España, sino que afecte al actual modelo político o de reparto territorial del poder. De hecho, la lamentable situación de las formaciones políticas que de este ámbito se reclaman, les tranquiliza muy mucho, aunque algunos disimulen y, a falta de borricos de más enjundia y capacidad de revolverse y cocear, sigan apaleando al que ya no se sostiene sobre su flacas patas.
En términos históricos, que los partidos independentistas sigan o no al mando de la Generalitat, presenta una importancia bastante relativa. Como me repetía en confidencia un ex alférez provisional, gran editor, también en catalán, “¿sabes por qué voto a Pujol, ‘Saviéh’?, porque el catalanismo es una bestia peligrosa y él la mantiene enjaulada.” Pues eso. Tras la fallida revuelta del 17, vuelta a la cuadra. En el fondo, no hay más.
Debería ser un indicativo suficiente del panorama que nadie en Junts haya cuestionado su alianza con los socialistas en la Diputació de Barcelona
¿Y en la superficie? Tela de sobras para recortar, pegar, y hasta ejercitarse en el patchwork de las entretelas de los partidos y sus multicolores ensamblajes. Debería ser un indicativo suficiente del panorama que nadie en Junts haya cuestionado su alianza con los socialistas en la Diputació de Barcelona mientras unos cuantos se desgañitan, claro que en vano, a fin de cortar por lo sano la coalición con ERC.
Un panorama, el de Junts, en el que el blablablá es ya patrimonio exclusivo de los políticos que, de perdidos al río y sin asidero, pretenden que son, mucho más que la supuesta mitad del partido, los tenedores y administradores de su alma. Alma que los pragmáticos, o sea el partido, los que cuentan, pinchan y cortan en el partido, pretenden vender al diablo del autonomismo, y encima como secundarios. ¿Segundones en la Diputació? Sin problema. ¿Segundones en la Generalitat? ¡Vade retro!
Con lo fácil que les resultaría, a las huestes, primero abandonadas por Puigdemont y luego huérfanas de Laura Borràs, equiparar Diputació y Generalitat en tanto que administraciones provinciales o regionales de las que no cabe esperar el menor avance hacia la independencia, lo cual es hoy tan cierto como siempre y más cierto que nunca. Con lo fácil que les resultaría volver o apuntarse a la teoría del movimiento popular apartidista, única aunque muy endeble esperanza de quienes se niegan a aceptar la magnitud de la derrota del 2017.
Junteros o republicanos, se reclaman independentistas mientras alejan día a día la posibilidad de la independencia
Fácil, de no ser porque entonces perderían el incentivo que según ellos y sus amigos constituye el único motivo de los que, junteros o republicanos, se reclaman independentistas mientras alejan día a día la posibilidad de la independencia. Por si no lo han adivinado, dicho motivo se llama poder vicario, aderezado con la correspondiente paga a cargo del erario público.
Resultado cierto y constatable: los que acusan, por lo bajinis si son de los suyos y por megafonía si son de ERC, de vender el alma al diablo se adjudican la misión de salvaguardarla desde dentro. Sagrada función, oficiada, sin embargo, en la iglesia autonomista. En lugar de ser coherentes y escindirse, siguen atados a Junts por el mismo aliciente crematístico. Con lo que la única diferencia, dentro del mismo parido, entre los encargados de liquidar el independentismo y los encargados de preservarlo no es la paga, que es la misma, sino el poder. Unos lo disfrutan, los otros ni lo huelen.
Algunos lo llaman división del trabajo. La intención de Turull y del partido, el partido que los ‘almados’ pueden pinchar, pero en el que no cortan nada, es que todo siga igual, pero con los puros desprovistos de cabeza, ni visible ni invisible. A tal fin, están acabando de afinar el diseño de una táctica a la que encomiendan dos funciones.
Por un lado esquivar en lo posible las disensiones internas, o sea, amarrar a los unilateralistas. Por el otro, propiciar el sorpasso a ERC, a la que consideran ‘usurpadora’ aunque según su particular y discriminatorio vocabulario califiquen con el falso sinónimo de ‘traidora’ sin tener en cuenta que participan de la misma ‘traición’. ¿Cómo se consigue?
La Mesa de Diálogo es el colmo de la perversión
Muy sencillo. Lo primero, copiando punto por punto el discurso de los que, en la rocambolesca retórica de Borràs afirma que los que están ahí para avanzar no va a permitir que los que dan pasos atrás les obliguen a dar pasos al lado. La Mesa de Diálogo es el colmo de la perversión. No hay que esperar nada de Madrid, gobierne el PSOE o el PP, etc. Así piensan inmovilizar a unos pájaros, los que patrimonializan el alma del partido, con el mismo mensaje que, con suerte, matará o dejará malherido al pájaro de mal agüero llamado ERC.
Lo dicho, patchwork, nada que pueda inquietar a los del bando contrario, que de momento se confunde con el propio. Porque, a ver, ¿en qué consisten, cómo se miden los avances de los que están ahí para avanzar? La verdad es que retroceden al mismo ritmo con interesadas disonancias. Más, ¿existe el menor atisbo de estrategia para avanzar? Si quieren comprobarlo, lloriqueando o mofándose, según, lean, no el farragoso contenido del último artículo de Puigdemont en el que descalifica toda relación política con España, pasada, presente o futura. Eso se lo pueden saltar.
Lo que no tiene desperdicio es la conclusión. Se supone que al final, después de tanta saña contra el error de siempre, se dibujará algún principio de estrategia alternativa. Pues no. Nada, ni siquiera un balbuceo. Táctica sí, la que mejor conviene a los intereses partidistas. ¿Por qué entonces no se perfila una estrategia alternativa? Muy sencillo, porque la estrategia es la misma, la de la rendición, la que comparten con ERC, pero afean a ERC. No hay otra, y si la hubiera, la rechazarían. En el fondo, no en la superficie.