Junts Pel Sí: ¿nacida para sumar o restar?
En teoría, el principal objetivo de la formación de la coalición entre Convergència y Esquerra Republicana es aprovechar las ventajas que la ley D’Hondt (la que rige en las elecciones españolas y catalanas) otorga a la formación con mayor número de votos y, de esta manera, obtener mayoría absoluta (68 o más escaños) en las elecciones del próximo 27 de septiembre. Una mayoría que a priori sería mucho más difícil de conseguir si ambas formaciones se presentarán por separado.
Desde esta perspectiva, considero a la coalición un gran error. El motivo es que los escaños de más que le puede otorgar la actual ley electoral serán bastantes menos que los que puede perder por las fugas de votos que previsiblemente dicha coalición sufrirá.
Por tanto, el efecto total será una resta, en lugar de la suma inicialmente prevista. Así, veo sumamente difícil que Junts Pel Sí supere los 71 escaños que entre CiU y ERC consiguieron en 2012 e incluso que su resultado electoral se acerque notoriamente a los 68.
Las principales fugas de votos previsiblemente vendrán por:
a) Votar Junts Pel Sí es votar a Artur Mas como presidente de Catalunya. Una figura nada transversal y que en la sociedad catalana tiene grandes defensores y considerables detractores. Entre ellos, bastantes votantes de ERC que jamás votarán a una candidatura encabezada por él (Raúl Romeva es un espejismo).
b) Quiénes votaban a ERC y son más izquierdistas que independentistas. Éstos difícilmente votarán a una coalición integrada por Convergència, al que consideran un partido de derechas, partidario de la austeridad y con escasa sensibilidad hacia los más desfavorecidos
c) Quiénes aspiran a votar a un partido renovador y limpio de corrupción. Unas características que creen poder encontrar en ERC, pero difícilmente en Junts Pel Sí, una candidatura donde ejerce un papel fundamental Convergència. Éste es un partido que tiene la sede embargada y sobre el que recae la sospecha de cobro de comisiones durante un largo período de tiempo. Además, tienen muy en cuenta la imputación judicial de su creador (Jordi Pujol), quién no ha mostrado aún (y ya ha pasado más de un año) ningún documento que otorgue veracidad a su versión sobre la procedencia del dinero que su familia tenía en Andorra.
d) Una gran parte de los funcionarios y empleados públicos que habían votado a ERC en 2012. El desprecio mostrado por CiU hacia este colectivo, así como la supresión de las pagas extraordinarias de 2012, 13 y 14 (la única autonomía de España), harán muy difícil que voten ahora a Junts Pel Sí.
e) Una sustancial parte de los votantes históricos de CiU que tienen un nefasto recuerdo de la actuación de los gobiernos del tripartito y que consideran a los dirigentes de ERC incapaces de gobernar con acierto un país.
f) Todos aquellos votantes de CiU que jamás pensaron que Convergència llegaría tan lejos en sus reivindicaciones nacionales. Desean una autonomía con muchas más competencias que las actuales, pero no la independencia por las posibles repercusiones sobre su negocio, empleo o por la inseguridad que para su vida diaria representa un cambio político tan drástico.
De todas estas fugas, la principal formación beneficiada será la CUP, pero también pescará bastantes votos Unió (la gran sorpresa de las elecciones, a mi parecer). Entre los atraídos por la nueva coalición probablemente esté el electorado más nacionalista del PSC. No obstante, no serán muchos, ya que la mayoría de ellos ya dejó de votarles en 2012. El hecho de que el número 1 de la candidatura por la circunscripción de Barcelona sea Raúl Romeva, un antiguo militante de ICV, prácticamente no proporcionará votos adicionales a Junts Pel Sí. Una imagen de tres meses es muy difícil que pueda contrarrestar la dada por Convergència durante los últimos cinco años.
En política, suelo ser muy malpensado y generalmente creo que detrás de muchas decisiones existe un motivo oculto mucho más importante que el aparente. Este caso no es una excepción. Desde mi perspectiva, el principal motivo de la creación de Junts Pel Sí podría ser el miedo de sus principales líderes (Mas y Junqueras) a cosechar un muy mal resultado por separado. El primero a no llegar a los 35 escaños, después de disponer de 62 en 2010. El segundo a situarse por debajo de los 25 y convertirse en la tercera fuerza política de Catalunya. Si fuera así, a ambos les habría unido más el miedo a perder el poder que la posibilidad de conseguir de forma rápida una Catalunya independiente. ¡Qué motivo tan extraño en dos políticos!