Junqueras, el rey en casa de Luis Conde
Civet. El almuerzo que organiza en su masía en Fonteta, núcleo del municipio de Forallac, en el Baix Empordà, Girona. Primavera.
El anfitrión es Luis Conde, prohombre que logra reunir, en los eventos que organiza, a una parte importante de la sociedad catalana, la que considera que se ha ido demasiado lejos, que se debería parar un instante y reflexionar sobre cuál sería el mejor paso para mejorar la economía española y catalana, y para solucionar el encaje de Cataluña en España.
Pero es también una parte de esa sociedad que lleva las riendas del poder desde hace mucho tiempo. Y lo que ha ocurrido en los últimos cuatro años en Cataluña, no se engañen, es principalmente una lucha por el poder, por un cambio generacional, que se ha teñido con la bandera del soberanismo.
Por eso fue muy ilustrativo que el sábado, en ese encuentro siempre agradable, presidido por la apelación a la «moderación», el más activo, el más «simpático», el más saltarín fuera Oriol Junqueras, que charlaba con uno y con otro, y buscaba la complicidad, que encontró, con el ministro José Manuel García-Margallo.
«Se hizo notar, tiene ganas de gustar, de demostrar que puede solucionar problemas concretos, que está encima de las carpetas que interesan», señala uno de los invitados en la casa del empresario Luis Conde.
Junqueras no pasó desapercibido, en un encuentro que no se celebraba desde 2014. Estuvo Artur Mas y el conseller Santi Vila, a quien Mas le pidió, en la última ocasión que no fuera, que no estaba bien tanto compadreo en un momento político de tanta tensión.
Y Mas creó expectativas, pero se le ve cansado, y con ganas de buscar una salida a un problema que él no supo encauzar. Con la presencia de Josep Vilarasau, Juan María Nin, y prohombres muy activos como Josep Oliu, o Francisco Reynés, Junqueras iba a lo suyo, de la mano de Margallo y con Josep Cuní y Pilar Rahola como embajadores.
También Màrius Carol buscaba el momento para quitar hierro a las situaciones más incómodas. Los ministros del PP se encontraron como en casa, bien acogidos. Rafael Catalá, Ana Pastor, Margallo y Jorge Fernández Díaz dejaron claro que no quedará otra que la convocatoria de nuevas elecciones, y el empresariado catalán se mostró decepcionado de que no se intentara un último esfuerzo.
En eso algunos de los asistentes se muestran críticos: «la falta de liderazgo en España y Cataluña es, en estos momentos, muy preocupante».
Los líderes patronales intentaban aflorar la parte positiva. Gay de Montellà, Josep González o José Luis Bonet, con el gorro de presidente de la Cámara de Comercio de España, constataban que, pese a todo, la economía española muestra solidez y que seguirá creciendo.
Y en un rincón, en algunos momentos del encuentro, se encontraba Carles Puigdemont, el presidente de la Generalitat, aislado, poco cómodo, a pesar de ser un hombre del «pequeño país», de l’Empordà, el enclave de Girona en el que tiene su masía Luis Conde.
Había en el cónclave dos presidents, como los dos Papas en el Vaticano, y en esas circunstancias, Mas sigue siendo el President. De momento.
Tampoco los consellers del Govern estaban en una mejor situación. Ni Jordi Baiget, ni Santi Vila, ni Jordi Jané intimaron en exceso.
El rey, y Mas fue consciente de ello, fue Oriol Junqueras. En casa de Luis Conde.