Juicio a España

Lo que sucede en Tribunal Supremo da igual: el juicio al 'procés' es el capítulo final de la reescritura separatista de la historia

Al igual que hace unos años, cuando Fernando Alonso ganaba mundiales de automovilismo todos nos convertimos expertos en mecánica. Que si el DRS, que si el cambio de neumáticos, que si la Q3… 

Ahora, todos nos hemos sacado un grado en derecho en tres tardes de la misma manera que ZP se lo saco de economía en el mismo período de tiempo con la ayuda de Miguel Sebastián.

Lo que sucede dentro del edificio del Tribunal Supremo en realidad da absolutamente igual. El juicio es la traca final de un proceso de reescritura de la historia que el independentismo puso en marcha en noviembre de 2017 tras un breve instante de desfallecimiento.

Desde entonces la máquina se ha puesto en marcha. Saben hacerlo y lo han vuelto a hacer: el juicio no es a políticos que en ejercicio de su cargo cometieron, presuntamente, graves delitos; es a España.

En otoño de 2017 no pasó nada, acaso lo que sucedió fue culpa de España. Esa España que odia a Cataluña y los catalanes y publicó un decreto para que las empresas se fueran porque sí. Una España que odia a los catalanes y envío porque sí a 6.000 policías.

Una España que odia a Cataluña y le exigió a todos y cada uno de los países del mundo que no reconocieran la declaración de la independencia. Una España que odia a Cataluña y le puso a Carles Puigdemont el billete de avión y el casoplón belga para que dejara tirados a sus colegas de aventura.

La sentencia, el separatismo ya la tiene dictada: nadie tiene derecho a juzgarles

Desde noviembre de 2017, medios de comunicación públicos y afines, organizaciones sociales independentistas o dirigidas por separatistas, tertulianos, partidos, políticos de aquí y podemitas y nacionalistas del resto de España decidieron que una minoría de catalanes, a pesar de haber liado un pifostio de padre y señor mío, que solo se evitó por la cobardía de unos y la aplicación del 155 de otros, tenían derecho a conseguir su objetivo y que la independencia era un derecho natural irrefrenable.

El juicio no está siendo tal para las personas procesadas por un presunto delito de rebelión, sedición o malversación de fondos. El juicio es un juicio a los catalanes no independentistas, que ya estamos condenados por nuestra nada presunta y sí contrastada falta de piedad con los presuntos delincuentes que tienen derecho a todo porque ellos son independentistas.

El juicio no está analizando si hubo rebelión o sedición. La sentencia, el separatismo ya la tiene dictada: nadie tiene derecho a juzgarles porque su derecho a la autodeterminación emana del mas allá como de allí venía el poder del Rey Sol en la Francia prerrevolucionaria.

Todas y cada una de las sesiones se convierten, dentro de la sala, en un juicio a España por su nada presunta y sí efectivamente constatada falta de democracia y actitud represiva.

Fuera de la sala, diariamente, una catarata de tópicos sobre la España de Puerto Hurraco. Cada sesión es un mitin en el que nadie se da cuenta de la pobreza léxica en el uso de la lengua española de la que casi todos los imputados y los testigos convocados por sus defensas hacen gala.

El juicio es un resumen de lo que llevamos una vida viviendo pero ahora en versión Gran Hermano 

De martes a jueves asistimos a un ataque furibundo y desatado a España y sobre todo a todos aquellos catalanes no indepes que creemos que aquí no hay presos políticos y que los únicos que estamos presos somos los que no creemos que el barco del Piolin viniera a reprimir nada sino a defendernos.

El juicio es un resumen de lo que llevamos una vida viviendo pero ahora en versión canal Gran Hermano VIP 24 Horas: nos da igual lo que digáis, no da igual lo que penséis, nos da igual cuantos seáis, nosotros seguiremos y seguiremos.

Todos los que no compartáis nuestros objetivos no son dignos dado que no son demócratas. Todos los que no estén determinados a seguir la “lucha” hasta conseguirlo, vivan donde vivan, se llamen como se llamen, son algo terrible: son españoles.

El lazo menos peligroso es el que se le cayó a Baños durante su declaración en el Supremo. El peor de los lazos es el que llevan forjado en su corazón y su cerebro.

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