Juan Rosell, sí; pero con condiciones

En breve habrá elecciones a la patronal española CEOE. Existe interés de al menos dos candidatos por disputar la máxima representación del lobby patronal español. Por un lado, Antonio Garamendi, el hombre al que Confemetal ha mandatado y que cuenta con un cierto reconocimiento en el Madrid cortesano; y Juan Rosell, actual presidente de la organización y el empresario a quien apoyan los empresarios catalanes para modernizar una organización creada desde Barcelona por Carlos Ferrer Salat y que hibernó en tiempos de José María Cuevas.

En algunos círculos mediáticos se plantea la batalla en términos de igualdad, aunque eso no resulte del todo exacto. Rosell parte con ventaja puesto que a casi nadie le interesa en estos momentos un relevo al frente de la patronal: ni a las grandes empresas, ni al Gobierno, ni a las asociaciones territoriales o sectoriales que forman parte de la entidad empresarial.

Donde sí que existe cierto interés por descabalgar al actual presidente es en determinados círculos del Madrid más rancio y conservador. Es justo en esos ámbitos donde lleva meses cociéndose la operación contra Rosell. La renovación parcial que ha emprendido en el seno de la CEOE ha pretendido restarle la pátina de pseudoministerio con la que ha vivido desde los tiempos de Cuevas y eso ha hecho que algunos sarpullidos aflorasen.

 
El actual presidente debe culminar con firmeza la reforma emprendida, sin excusas ni medias tintas

A Rosell se le puede criticar que sea tíbio, demasiado consuetudinario, poco arrojado en las reformas internas o, incluso, tímido en la adopción de medidas. Él siempre se justifica por razones de amistad o de componenda, pero los casos de Arturo Fernández ahora (y de Gerardo Díaz Ferrán, antes) son un lastre para una organización que hubiera obligado a posiciones valientes. Errores que debería haber evitado con firmeza.

Lo que debería promover el actual presidente es un cambio definitivo y en profundidad de la organización. No es suficiente con algunos retoques cosméticos. Lo primero es definir cuál debe ser su papel en el nuevo panorama de agentes sociales que se está conformando y, después, quiénes son los más preparados y más hábiles para desarrollarlo.

Su excusa es obvia: si con cuatro retoques recibe la contestación que ha obtenido, ¿qué no pasará si entra a fondo en la renovación? A Rosell deberían concedérsele otros cuatro años. Pero habrá que exigirle que remate la faena, que haga de la CEOE una verdadera confederación del mundo empresarial español. Que la adapte a los nuevos tiempos, que instaure una verdadera democracia interna, transparencia definitiva (ni una flor hace jardín ni una auditoría limpia la casa) y, finalmente, que acabe con los excesivos estómagos agradecidos que durante mucho tiempo se han servido de la institución en sus negocios particulares.

Y, entre tanto, que Garamendi espere y aprenda. Si trabaja, igual le llega su turno.