La última performance de la activista Colau

Ada Colau fue elegida alcaldesa de Barcelona de forma sorprendente, pero obvia sus responsabilidades institucionales con actuaciones para sus votantes

Probablemente, Ada Colau no habría tenido que tomar la decisión de menoscabar al Rey de seguir como presidenta de la PAH. Con toda seguridad, no habría sido invitada a la recepción que desairó. Tampoco de haber continuado como la activista “Supervivienda”. Su figura no conseguía traspasar los niveles de la irrelevancia.

Es fácil suponer que con apenas 11 concejales de un consistorio de 41 tampoco su presencia sería ineludible en un acto de la Casa Real. Ni siquiera pensando en los 176.000 votos logrados en las elecciones municipales que la llevaron a la alcaldía, ante la imposibilidad del resto de partidos de ponerse de acuerdo.

Pero he aquí que de forma sorprendente y fruto de la fratricida división que el independentismo está infringiendo a la sociedad catalana, Ada Colau fue investida alcaldesa de Barcelona. Desde entonces ha dado muestras, en palabras de un político inteligente, de tener más prejuicios que principios, más tabúes y recelos que capacidad de hacer política.

Ada Colau ha aprendido muy poco de las responsabilidades impuestas por una posición de poder

En estos dos años y nueves meses que lleva al frente, Ada Colau ha aprendido bastante a manejarse en el poder, pero muy poco de las responsabilidades que ese poder impone, salvo que acabe transformándose pura y simplemente en un ejercicio autoritario y sectario de las prebendas que otorga todo gobierno.

Empezó la nueva alcaldesa en su primera entrevista al diario El País haciendo una proclama absurda: “Desobedeceremos las leyes que sean injustas”, atribuyéndose, se entiende, la competencia para decidir qué parte de la legislación vigente es justa y cuál no.

Sus posiciones ante el desafío ilegal del independentismo han sido erráticas en apariencia y muy alineadas con el bloque secesionista en la realidad cotidiana. Crítica de palabra con el unilateralismo de éstos, no dudó en ofrecer una recepción a los alcaldes independentistas días antes del 1-O o a las familias de los políticos presos.

La alcaldesa representa al conjunto de los barceloneses, no sólo a los que la votaron

Todas estas excentricidades propias de una mujer más acostumbrada a la performance que a la institucionalidad no tendrían más importancia si no fuera porque en estos momentos representa a la ciudad de Barcelona. No a los afectados por las hipotecas, ni a los independentistas, ni a los antitaurinos, ni… sino al conjunto de los barceloneses, los que la votaron, una minoría, y a los que no.

Debería hacer un esfuerzo Ada Colau para que su profundo dogmatismo no le impidiera asumir las responsabilidades del papel que desempeñe. Su salario no lo pagan sus votantes, sino todos los barceloneses y a todos nos debe respeto. Son los compromisos de un cargo público. Cobra por representarnos a todos y no puede, no debe, hacer dejación de sus responsabilidades institucionales.