Epitafio para Mariano Rajoy
Solo un ingenuo puede pensar que Mariano Rajoy agotará la legislatura. Su epitafio dirá algo así como “fue un jefe de gobierno notable y un mal político”
Si algún día se escribe un epitafio sobre el actual presidente de gobierno debería decir algo así: “Fue un jefe de gobierno notable y un mal político”. Tal vez cabría poner algo más, pero esa parte debe esperar a lo que haga el propio Mariano Rajoy en los próximos meses. De él dependerá.
A fuerza de ser ecuánimes debemos reconocer al aún inquilino de La Moncloa su templanza al volante en momentos muy difíciles de la democracia española. Su aterrizaje en el Gobierno con una prima de riesgo desbocada que causaba estragos en nuestras cuentas públicas, el desafío del independentismo catalán y en estos últimos años la necesidad de lidiar con un parlamento fraccionado como nunca, han sido pruebas que ha pasado en algunos casos con un acierto notable.
Como ejemplo más reciente, la aprobación de los presupuestos generales del Estado, tras una negociación a cara de perro con el PNV y sin que amainara la tormenta política catalana.
La estrategia de Rajoy en el caso catalán lo ha dejado en manos de jueces alemanes, belgas y escoceses
Pero políticamente, Rajoy ha sido otro cantar. A mi buen amigo y fino analista de Economía Digital Carlos Lareau le debo la feliz expresión de la externalización de la política que ha llevado a cabo el presidente del PP. Lo ha hecho de manera palmaria en dos asuntos claves que han marcado la política española recientemente: la crisis catalana y la corrupción.
En ambos casos, su línea de actuación ha consistido básicamente en despejar hacia la justicia la posible solución de los problemas. Y así le ha ido. La situación de los huidos por rebelión en el caso catalán depende en buena medida de jueces alemanes, belgas y escoceses. En el capítulo de la corrupción, acaba de recibir un durísimo varapalo en la primera sentencia Gürtel.
Como si no fuera con él, en ambos escenarios, Rajoy ha sido incapaz de realizar una sola propuesta política digna de tal nombre, ni siquiera de tejer alguna alianza para la posible resolución del problema. Sólo cuando el intento de golpe de estado de los soberanistas catalanes estaba sobre la mesa, se movió para conseguir el apoyo del PSOE y Cs al 155.
En el asunto de la corrupción, ni eso. Pactó para seguir en La Moncloa el apoyo a las medidas que le pusieron ante su cara los hombres de Albert Rivera y luego las ignoró o al menos lo intentó.
El PP, atrapado entre ‘sorayos’ y ‘cospedalistas’
Todo ello mientras el partido se le gangrenaba víctima de su pereza o de su pasividad, que para el caso es lo mismo. A los más altos niveles, la batalla entre sorayos y cospedalistas paralizaba muchas tomas de decisión ante su atónita mirada.
En Madrid, el partido venía haciendo aguas desde al menos el reinado de Ruiz Gallardón, sin que le pareciera oportuno arremangarse, y así hasta quedar prácticamente descabezado y con un presidente autonómico de corto recorrido en principio, que está ahí porque no había nadie más. En Cataluña, la irresponsabilidad a la hora de constituir un equipo solvente le ha llevado prácticamente a la irrelevancia.
¿Cómo es posible que el presidente del Gobierno español no se sintiera aludido al comprobar que la fuerza política que lideraba España no disponía más que de cuatro diputados en una cámara autonómica de 135? ¿Cómo es que en ningún momento tomó cartas en el asunto o le pidió a alguien que lo hiciera para que el PP tuviera cara y ojos reconocibles en este trozo convulso de una España conmocionada?
Tachar a Sánchez de irresponsable por la moción de censura es un acto de ceguera política
Ni siquiera ahora, cuando una moción de censura amenaza con llevárselo por delante a él y enviar el partido que aún preside al desierto por una temporada sin fecha de caducidad, ha sido capaz de dar una respuesta política de un mínimo calado.
Acusar al líder del PSOE de irresponsabilidad por la inestabilidad que genera la moción de censura es, sencillamente, un acto de ceguera política, de no querer ver que es él en estos momentos, especialmente tras los párrafos que la primera sentencia Gürtel le dedica, el principal factor de inestabilidad, ya que nada genera más incertidumbre que la falta de credibilidad.
En estas condiciones, nadie que no sea un ingenuo puede pensar que la legislatura agotará los dos años que le quedan. Son necesarias unas elecciones generales que otorguen un nuevo encargo a un nuevo parlamento. Y en el caso del PP, es urgente un congreso que elija una nueva dirección que pueda regenerar el partido, dotarlo de una nueva línea de acción política y convertirlo en la fuerza necesaria del centro derecha que España necesita.