Jóvenes y 20D: importantes, pero no decisivos
Existe el mito de que los jóvenes decidirán el 20D. La segmentación por edad del censo y los análisis del CIS no sostienen esa afirmación. Los jóvenes serán decisivos para garantizar el establecimiento de Ciudadanos y Podemos en el sistema político y para enterrar el bipartidismo. Pero no es el segmento de edad decisivo para el resultado electoral.
Algunas cifras sin agobiar.
Entre quienes acudan a votar por primera vez, 1.530.000 electores, el cincuenta y tres por ciento no tiene decidido su voto. Y se teme que bastantes de ellos ni siquiera acudan a votar. Ampliando la edad de los 18 a los 25 años, nos encontramos con 2.984.122 electores, que solo representan el ocho por ciento del censo.
Si estiramos la edad hasta los 30 años que se considera la frontera de la juventud, sólo suman el catorce por ciento. Dominan las redes sociales pero en porcentaje están muy lejos de ser decisivos.
El caladero más grande de votos certifica una España envejecida. Nada menos que 11.534.281 españoles habrán cumplido sesenta años el próximo 20D.
Existe un marco de referencia en estas elecciones que podría conceptualizarse como una batalla entre emergentes e instalados. Los nuevos, sin duda, son Podemos y Ciudadanos. Ni siquiera estaban implantados en España hace un año. Y es la primera vez que participan en unas elecciones generales. Sabemos poco de los posibles votantes de estos dos partidos porque las únicas referencias son las elecciones autonómicas y locales y las celebradas recientemente en Cataluña. No hay apenas memoria de voto en estos partidos. Y la simpatía hacia ellos no es necesariamente decisión de votarles.
En el polo opuesto de partido más viejo está el PP. No ha cambiado si quiera el candidato, que es el único que repite en unas elecciones generales. Si hubiera que dar el premio al partido menos renovado, sin duda sería al PP.Además está embarrado por la corrupción que ha sido el detonante, junto a la forma de gestionar la crisis, de la exigencia de renovación en nuestro sistema de partidos.
Esta situación nos lleva a una pregunta clave. El PSOE, que estrena candidato pero es un partido tradicional, ¿es un partido viejo químicamente puro a pesar de la juventud y novedad de su candidato?
Responder a esta pregunta es esencial para entender las dificultades del liderazgo de Sánchez en estas elecciones, desde las siguientes premisas.
La mayoría de los jóvenes votarán a Ciudadanos y Podemos. Pero sólo son el ocho por ciento del censo. No está claramente segmentado el voto entre los treinta y los cuarenta y cinco años, lo que nos aumenta la incógnita de las posibilidades del PSOE.
En ese territorio de la mediana edad, nacidos y crecidos dentro de la democracia, radica una parte esencial del resultado electoral, si establecemos que el mayor porcentaje irá a parar al PP –ese es todo el sentido de la campaña y las propuestas de Mariano Rajoy– y por eso ha entrado en una subasta de mejoras para los jubilados. El miedo y el carácter biológicamente conservador de los mayores apuntala que «una España en serio, frente a los experimentos de los emergentes», es el paraguas de Mariano Rajoy para no ser despedido sin indemnización por el castigo a las capas menos agraciadas de la población.
Es curiosa la situación del PSOE. No se beneficia como cabría suponer de los enormes déficits de gestión del Gobierno de Rajoy. Y no enamora a los más jóvenes. Pesa todavía la imagen del periodo de Zapatero. Y Pedro Sánchez, que lleva poco más de un año al frente del partido. En todo este sentido podríamos decir que el PSOE se ha renovado pero sigue pagando el tributo de partido antiguo.
Convendría considerar otro mito que puede no ser exacto. ¿Son las redes sociales tan importantes y tan influyentes en las próximas elecciones? Lo que sería importante para saber si los jóvenes, que dominan en las redes, aumentan su carácter electoral decisivo.
Mi impresión acientífica es que no directamente, pero sí por la repercusión que los medios de comunicación, incluidos los más tradicionales, le dan a todo lo que ocurre en las redes.
Casi todos los medios dieron como ganador a Pablo Iglesias en el último debate. Pero sus fuentes informativas para formar este criterio no tenían una base científica o demoscópica. Reflejaron lo que había sucedido en Internet. Convirtieron a los jóvenes en jueces, excluyendo de ese escrutinio a todos los demás.
Sigo pensando que el debate del próximo lunes será decisivo. Por varias razones.
La primera porque Mariano Rajoy, por primera vez en esta campaña será examinado por los ciudadanos. Rajoy ha estado escondido hasta ahora, sin la mínima exposición. Además de su ausencia en los dos debates celebrados, ha trabajado en territorio amigo. Programas en los que las cadenas estaban mucho más preocupadas por la audiencia que por el carácter informativo o la calidad periodística. Rajoy está haciendo la campaña más cómoda. Ha tenido a Soraya Sáez de Santamaría como parapeto frente a los medios. Y él se ha limitado a ser un señor amable que comía churros con jubilados, jugaba al futbolín y se hacía selfies.
La focalización de la campaña en el debate del lunes es la última oportunidad para Pedro Sánchez. Pero también es el primer riesgo de un Rajoy escondido que tiene que dar la cara.
Me imagino que debe ser difícil ser joven y votar a Mariano Rajoy. Uno de los colectivos más castigados por la gestión de la crisis del Partido Popular no debiera estar dispuesto a votarle. Pero en sentido contrario, si quieren castigar a Rajoy parece lógico que apuesten por el PSOE, aunque sea como mal menor, si el partido de Pedro Sánchez en el debate convence que su voto es el único que puede sacar a Rajoy del Gobierno.
Los medios de comunicación serios harían bien en gastarse dinero en las encuestas posteriores al debate. Si no es así, una vez más serán las redes sociales las que se conviertan en árbitros de esa pelea. Es decir, el sector menos importante cuantitativamente del electorado será quien designe ganador.