Jóvenes, Mas-Colell, opositores a maestros en Madrid y… ¿sigue la fiesta?

Confieso que esta es una de esas semanas donde uno se siente con suerte. Soy afortunado porque ya no soy joven, con lo cual no pueden meterme en el grupo de los que nunca hacen nada. Soy agraciado por que no soy el conseller de Economía de la Generalitat, Andreu Mas-Colell, con lo cual puedo ir a una farmacia a comprar tranquilamente, aspirinas claro. Soy dichoso porque no oposité a maestro en Madrid, con lo cual sé que Soria no tiene salida al mar. Y como no, tengo suerte porque debo ser de los que no van a fiestas hace mucho.

Uno ya tiene una edad donde recuerda con cariño que a los 17 ó 18 años cargaba cajas en una tienda del centro de Barcelona para pagarse los vicios y los estudios. ¡Qué tiempos aquellos cuando el esfuerzo siempre tenía recompensa! Yo pensaba al principio de la crisis que éramos una generación perdida, y ahora veo lamentablemente que no sólo perderemos la nuestra sino seguramente la siguiente y la otra. Los jóvenes que deberían empujar con fuerza como mucho se dedican a gritar y decir qué mal están las cosas.

Supongo que tienen un buen ejemplo en Mas-Colell –sin lugar a dudas un magnífico profesor, pero un mal político y un peor gestor-. Éste me recuerda a los tiempos cuando un empresario no podía pagar y siempre recurría al pase usted mañana. Y si finalmente no podía, sería demandado e incluso inhabilitado. Aquí, curiosamente esa persona no paga por ejemplo a las farmacias –un colectivo bien extraño y corporativista– y no pasa nada. Tiene mérito que un catedrático haya institucionalizado el pase mañana a cobrar como algo habitual. ¿Cuántas empresas del país aún seguirían vivas si se pudiera hacer eso con Hacienda y la Seguridad Social? ¿O con los impuestos de la Generalitat? Supongo que el conseller lo explicará en sus memorias.

Reconozco al generalizar –el error casi siempre de las columnas de opinión- que una cosa es no tener ninguna capacidad de emprendimiento como los jóvenes, otra es ser un mal gestor como Mas-Colell, pero definitivamente decir que Soria tiene mar, clama al cielo. Uno lee y relee las preguntas de las oposiciones a maestros de la Comunidad de Madrid y se le cae la cara de vergüenza. Aunque más vergonzoso es que algún representante sindical diga que los temarios no se avisaron con tiempo.

Ahora resulta que la cultura y la educación deben estudiarse por temarios y no practicarse. Seguramente uno no es un dechado de virtudes, ni obviamente catedrático de Economía, ni joven con años por delante, y mucho menos opositor de ningún tipo. Pero que uno desayune con noticias de esta índole, empieza no a ser preocupante sino vomitivo. Además, que representantes, sean sindicales o de Gobierno, lo justifiquen ya es casi escatológico.

Por suerte, mientras para algunos sigue la fiesta, otros en silencio cambian las cosas. Esta semana también nos alegramos por la sentencia del Tribunal Europeo sobre la Ley Hipotecaria. Una noticia curiosamente cocinada en reducción –a buen entendedor pocas palabras bastan- en algunos medios, pero que va a significar un gran cambio en las próximas semanas y meses. Como hemos dicho muchas veces aquí, divergimos totalmente de los que piensan que es un triunfo de la calle. No, señores, es un triunfo del trabajo de despacho y la constancia de algunos. Los gritos enervan, las leyes se cumplen.

Y que nadie se equivoque, pero como decía aquel político, a este país no lo va a conocer ni la madre que lo parió en unos años –quizás menos de lo previsto-. Sobre todo porque lo que se va a cambiar, o ya se esta cambiando, no es el griterío de las calles ¬–tan típico de este país-, sino el trabajo de muchos en los despachos. Muchos que saben que ahora es el momento de dar una gran vuelta de tuerca a todo. Ya no valen excusas del siglo pasado a lo Mas-Colell, actitudes de mantenidos como muchos jóvenes, o opositores que no saben hacer una ‘o’ con un canuto, eso sí, seguramente porque se lo fuman.

Y esos cambios que ya intuimos harán perder una generación, y seguramente la siguiente, pero al final, como ya hemos dicho en anteriores columnas, la crisis será beneficiosa para el país. Entre nosotros y todos los que se han fumado el canuto estos años, creo que es justo ya pensar en generaciones venideras, esforzarnos y pensar que hemos llegado aquí no por culpa de terceros, sino exclusivamente por nuestros errores. Muchos años de fiestas, y de esos barros estos lodos.

Huyan de todos aquellos que vean culpables externos (los primeros, banqueros o políticos) más allá de uno mismo. Porque para salir de un problema, y más si es grave, la primera reflexión es saber que uno tiene una dificultad, entonces aceptarla y luego comérsela con patatas. Algunos creen que las complicaciones se arreglan chillando, pero no, señores, los cambios como se ha visto en el caso del Tribunal Europeo no surgen de la nada. Proceden de algo más sencillo, brotan desde dentro del sistema.

A pesar de ello, tristemente aún hay muchos que no entienden la crisis y sólo buscan por ahí culpables a su problema. Estos siguen sin entender que ellos/nosotros bien por dejadez, bien por desidia, bien por fiesta, somos los máximos culpables de la crisis. Y hasta que no aceptemos eso, nunca progresaremos.

Eso sí, que nadie dude que cuando uno ha entendido su responsabilidad debe en consonancia pedir explicaciones a quién ha profundizado nuestro error. Porque si algo hay en este país es aprovechados, chorizos, explotadores, falsos vividores, engañabobos y otra colección de fantoches con cuyos nombres y apellido podríamos llenar páginas y páginas de columnas. Y esos deben acabarse ya. ¡Fin de fiesta!