José Manuel Entrecanales: el cruce de dos oligarquías

Acciona es, mal que le pese, una compañía eléctrica. Empezó como constructora, perteneció al exclusivo oligopolio de la obra civil, pero hoy tiene más activos energéticos que ladrillo. Ha adquirido tal cantidad de instalaciones dedicadas a la generación que, en su balance, la energía pesa cuatro veces más que la piedra. Su presidente, José Manuel Entrecanales Domecq, representa a la tercera generación de un grupo de raíz familiar, convertido en holding portentoso, aunque tocado por el almíbar agridulce de la cuesta abajo.

Acciona quiso ser mayoritaria en el capital de Endesa pero no lo consiguió, y ahora el joven Entrecanales es lo que queda después de Rodolfo Martín Villa o de Pizarro, los dos últimos presidentes de la Endesa española antes de ser entregada a los italianos del INE, bajo la presidencia de Borja Prado.

Entrecanales es el cambio, pero no generacional sino de decorado. Cuando el presidente de Acciona empezó al amparo de su padre, José María Entrecanales de Azcárate, las compañías eléctricas españolas adoraban a sus efigies –los Reinoso, March, Alegre Marcet, Fenosa, Oriol y Urquijo o Ybarra Churruca— colgadas en las paredes de la Historia como restos de la vieja oligarquía electrofascista (así llamada en los estudios de Santiago Roldán o Ramón Tamames).

Los Entrecanales no construyeron centrales; las compraron en la Bolsa. Y, desde entonces, el pasado les increpa. Sus antecesores, bordados de azul y negro en la manga de sus camisas, les ganaban en destreza. Ellos, los de antes, levantaron empalizadas de hormigón en el curso alto de los ríos, construyeron chimeneas de fuel, vapor de agua y gas natural, y hasta transportaron el uranio nuclear. La vieja guardia vivió además el gran momento de los ingenieros: Duran Farell en Hidruña y Victoriano Muñoz en la antigua Enher.

Hace apenas unos meses, José Manuel Entrecanales situó su división utility en el corazón de Catalunya al obtener la polémica concesión de ATLL, desbancando a Agbar (Aguas de Barcelona), monopolio natural de los acuíferos y meandros que hunden sus desembocaduras en el área metropolitana de Barcelona. Pero la operación no ha dejado de generar dudas desde el día en que un organismo independiente de la Generalitat declarara la nulidad de la concesión.

Acciona no se anticipó y tampoco advirtió la secular guerra del agua en el Bages. Ahora, para defender su plica ganadora, Acciona va de la mano de la Generalitat en un recurso de alzada al Tribunal Superior de Justicia. Al olor de la toga, Entrecanales se ha sacado un as de la manga: una carta de la Generalitat en la que el Govern se compromete en caso de incumplimiento a devolver a Acciona los 300 millones de euros que le costó la concesión. Pero lejos de disipar la incertidumbre, alimenta la confusión.

La cabezonería de Entrecanales es fruto de una saga consistente. Su abuelo, José Entrecanales Ibarra, catedrático de Caminos, fundó, junto a Manuel Távora, el germen de la actual Acciona. Su padre y su tío, José María y Juan Entrecanales Azcárate fusionaron la empresa familiar con Cubiertas y Mzov, en 1996. Cuando no es un valor en sí mismo, el ladrillo ennoblece; da para invertir en telecos, internet, energías y hasta en ciudades flotantes, como lo son los buques de Transmediterránea, una marca con tradición. El segundo de los seis hermanos Entrecanales, Domecq, pasó por la Complutense y, antes de aspirar a su corona, recaló en Merryll Lynch; pero su auténtico bagaje moral es anterior. José Manuel proviene del Colegio de Madrid, la última herencia laica de la Institución Libre de Enseñanza, añorada por su padre, genuino representante de la beautiful florecida en la España de Solchaga.

Antes de presidir el Instituto de la Empresa Familiar por riguroso turno, el presidente de Acciona participó en la creación de Airtel. Entrecanales, junto con el resto de accionistas (entre ellos, el antiguo Banco Central Hispano) vendió, en un sonado pelotazo, la operadora a Vodafone. Las plusvalías obtenidas le permitieron saltar a la energía, convirtiéndose en uno de los adalides españoles de las opciones medioambientales y el desarrollo sostenible.

Su impulso expansivo le condujo hasta la compra de Endesa que el Gobierno socialista de Rodríguez Zapatero orquestó junto a la firma italiana Enel para frenar al grupo alemán E.ON. Fue una gran operación, por la que accedió a la presidencia de la eléctrica. Pero su proyecto zozobró. Para entonces, a José Manuel le había tocado crecer sobre un decorado de fondo socialista. Y de ahí, procede su enemistad con la derecha.

Acciona es una referencia en el relevo de la actual clase dirigente, más rampante que estratégica. Compró barato para vender caro. Proclamó el cruce de caminos entre el pasado y el futuro hasta el día en que sus activos perdieron el don. El Ministerio de Industria suprimió la prima de las renovables, y la empresa se enmarañó en operaciones turbias, en anti opas defensivas (la Endesa de Pizarro, levantada en armas contra Gas Natural, al grito de antes italiana que catalana) o en by outs sin solución de continuidad.

La vieja oligarquía, crecida al amparo del proteccionismo, generó un tremendo desequilibrio. Pero la nueva oligarquía no subsanó el error del pasado; solo se enriqueció. Los Entrecanales, Florentino, Albertos, Rivera o Koplowitz, han despreciado la industria para sacralizar su valor. Son parte de la élite extractiva por antonomasia. Han protagonizado un enorme proceso de concentración de capital, cuyas sinergias afloran ingentes plusvalías y proporcionan rentas millonarias. Han incumplido el valor ético y estético de su liderazgo.