Jordi Borja, el valedor de Ada Colau

El resultado de los comicios exuda los vicios ocultos sobre la piel de Barcelona. El pasado  desparrama viejas corruptelas, latrocinios, alaridos de dolor y crímenes perfectos. Pero, a la hora de los pactos, todo son zalamerías; los candidatos han olvidado las miradas de soslayo. La política local tiene vida propia, es una realidad concreta y sensorial, un nido de alternativas, donde «inventamos derechos» a partir de experiencias colectivas. La gran batalla  se libra en el espacio público, ahí donde incide el pensamiento de Jordi Borja, geógrafo y urbanista, ex teniente de Alcalde, profesor de la UOC y valedor de Ada Colau, ganadora de las municipales en Barcelona. La candidata-activista es la punta de lanza contra las dinámicas disgregadoras de los últimos años, especialmente en la etapa de su antecesor, Xavier Trias (CiU), sinónimo del abandono. Colau  es una alternativa al apagón socialista, una bofetada al postureo de la ciudad museística y un parapeto frente a los que  se entregan al monocultivo turístico.

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El  poder periférico produce alianzas y hegemonías específicas. Ada Colau conoció a Jordi Borja en 2008, en la presentación de las memorias de Rossana Rossanda, fundadora de Il Manifesto, celebrada en el Ateneu Candela de Terrassa. El discurso y los antecedentes de Rossanda sorprendieron entonces a los jóvenes activistas, como ocurrió en el mismo foro, el pasado 16 de abril, durante la presentación de El Poder Constituyente, el último libro de Antonio Negri, filósofo, activista y escritor postmarxista. Ada está pegada a la mitificación del movimiento antiglobalización, una cultura política concomitante con el mismo Negri. Por su parte, Rossanda y Jordi Borja han bebido más en las fuentes de Antonio Gramsci. El encuentro natural entre los nuevos movimientos ciudadanos y los ideólogos consolidados de la izquierda manifiesta un décalage entre acción y reflexión, entre manifestación y pensamiento. Y contrariamente a lo que cabría pensar, en este cruce amistoso, la docilidad es un rasgo de los activistas, más que de los sabios. Jordi Borja es autor de libros de referencia como Por una política municipal democrática (1977), que fue la base de los programas municipales del PSUC en las primeras elecciones (1979), o Revolución urbana y derechos ciudadanos. Ha sido docente en  universidades de París, Roma, Nueva York, México y Buenos Aires. Desde 2012 desempeña la presidencia del observatorio DESC de Barcelona (Derechos Económicos, Sociales y Culturales), un cargo al que fue promovido por la misma Ada Colau.

Más del 20% de la población de Barcelona está bajo el umbral de la pobreza, algo que solo parece interesar a protestones contumaces, gente como Ada Colau o sus diez concejales in péctore, entre los que destacan Jaume Asens, abogado especializado en derechos sociales y Gerardo Pisarello, doctor en derecho, ideólogo profundo del movimiento. Ada ha trabajado en los últimos años como codirectora del Observatorio DESC y desde ahí promovió la Plataforma de Afectados por la Hipoteca (PAH). Colau, Pisarello y Asens dejaron DESC al principio de este año para elaborar la candidatura Barcelona en Comú a la que también pertenecen Laia Ortiz y Janet Sanz.

Colau está a las puertas de una inmersión subacuática. Si quiere ser alcaldesa -en la ciudad del doctor Robert, Porcioles y Maragall- tendrá que aprender a respirar por las branquias. La carcoma del 15M no pudo con el sistema; el mercado se ahogó en su propia ineficiencia. A partir de ahora, la activista convertida en alcaldesa no tendrá el amparo moral del centro cívico o del ateneo de distrito, donde las heridas del combate se restañan a base de camaradería. La polis moderna no tiene ágoras ni academias hospitalarias a la sombra de los chopos; se desparrama por manglares de cemento y grandes polígonos desertizados por la crisis convertidos en supermercados del sexo y del elixir. Sus playas abundan en alquitrán añejo y en sus bosques circundantes se apostan los descubridores de eriales ansiosos de ser recalificados.

El ingenio flota desde el domingo 24M. Se diría que la ciudad ha perdido su adicción al crecimiento. El nuevo poder municipal nacido de las urnas habla de ciudadanía, no de economía; pero no renuncia al tranvía de Diagonal (la línea Francesc Macià-Glories) a través de un Ayuntamiento dotado de una capacidad de endeudamiento de 5.000 millones de euros. Gestionar el caos es un desafío monótono. Pero Colau no está sola. Del mismo modo que Pablo Iglesias tiene a Vicenç Navarro o Albert Rivera cuenta con Luis Garicano, Colau tiene  también su cerebro económico: Agustí Colom, ex miembro de la Sindicatura de Comptes y experto en «deuda legítima».

En el reflujo del poder inmobiliario y del éxito fácil, las candidaturas ciudadanas –Barcelona en Comú, Ahora Madrid, o las mareas atlánticas en Galicia- contribuyen a socializar la política, a renovar a los representantes y las ideas. Proclaman que han venido para legitimar la política no como profesión, sino como vocación; a demostrar que las instituciones no son necesariamente medios de reproducción de cargos ni de puertas giratorias. Lo cual es mucho, aunque solo sea el comienzo. Pero entre sus mensajes también hay algunos excesos, como las auditorías anunciadas por Colau en Fira Barcelona o en el Mobile Congress, dos perlas del escaparate industrial. En su vaivén triunfador, Colau habló también de suprimir la subvención a la Fórmula 1 de Montmeló, para destinar estos recursos a los comedores escolares. ¿Error de bulto o justicia social?

Los antisistema, que diría Sánchez Camacho, piensan en el prójimo. No pertenecen al almanaque de la soberbia. La ciudad de las grandes permutas de los Güell o los Andreu todavía tiene vertederos a cielo abierto con falsas esmeraldas expuestas al olfato de los vagabundos. La desigualdad y la pobreza nutren el nuevo ejército de reserva cuando apenas se disipan los dolores de parto del segundo milenio. Colau encontró en Jordi Borja el reflejo de ‘La ciudad conquistada’, título de uno de los libros del urbanista, inspirado en Victor Serge, escritor e internacionalista de primera hora. Juntos abordan la inacabada apropiación social de la ciudad por parte de los ciudadanos. Viven en la ciudad-deseo.