Cuando escampa la niebla la oscuridad se ve con mayor claridad
El recuerdo cada vez más lejano de la Generalitat independentista pone de manifiesto la pérdida de relevancia del secesionismo
¿Es Cataluña irrelevante o no en la política española? En modo alguno. Los irrelevantes, por decisión propia, son los políticos nacionalistas en Madrid. Esta semana el Congreso asistió a dos importantes debates, saldados con un bajo nivel parlamentario, sobre temas de tanta trascendencia social como el futuro de las pensiones o las condenas a los delincuentes que mayor alarma social causan.
Los otrora influyentes nacionalistas catalanes en Madrid hace mucho tiempo que cedieron todo el protagonismo al nacionalismo vasco. Hoy en día los únicos catalanes que influyen de verdad en la política nacional son Rivera, el jefe de gabinete de Rajoy, Ayllón, Joan Rosell desde la patronal, Pepe Álvarez desde UGT e Josep Lluís Bonet desde la Cámara de Comercio de España, ninguno de ellos separatista.
Sobre todo aquello que algo tenga que ver con nuestras vidas el separatismo parlamentario ni está ni se le espera.
Pero Cataluña no es irrelevante, en absoluto. El Gobierno ha anunciado que el 50% del FLA de este segundo semestre de 2018 recaerá en la comunidad autónoma, nada más y nada menos que 2.145 millones de euros.
Si fuera por los políticos independentistas, mejor miserables que españoles
La cifra es tan abultada que la segunda comunidad receptora, Valencia, llega a poco más de un tercio que Cataluña y la suma del dinero que reciben la segunda y tercera, Andalucía (esta última más poblada y de mayor dimensión territorial que Cataluña), no alcanza a la astronómica suma que recibirá Cataluña.
Este dinero hubiera llegado igual con el 155 vigente o no. Hace ya años que es el Gobierno central el que sostiene financieramente la estructura de la Generalitat. Aunque eso poco les importa a los menguantes y cada vez más divididos manifestantes indepes. Si fuera por ellos, mejor miserables que españoles.
La adjudicación de este dinero no es un tema menor. Esta semana la Guardia Civil, por mandato judicial, entró en Òmnium buscando pruebas de cómo se pago la campaña de publicidad en TV3 y Catalunya Radio para llamar a la participación el 1 de octubre.
La investigación apunta al uso de fondos públicos para pagar dicha campaña a pesar de la prohibición explicita del TC. Fruto de esa actuación judicial el Gobierno Rajoy ha cesado al ya exsecretario de difusión y atención ciudadana, Antoni Molons, dado que se sospecha que su actuación fue fundamental para comentar un presunto delito de malversación de fondos públicos.
El separatismo empieza a decir que si Rivera convierte las encuestas en realidad echaran de menos a Rajoy
En definitiva todo apunta a que el gobierno Puigdemont-Junqueras usó dinero del FLA para organizar el referéndum. No me detendré ahora a analizar lo peculiar del título de Secretario de Difusión, un cargo sin el que no tengo ninguna duda que todos podríamos vivir igual.
Pero sí creo destacable poner de manifiesto cuán por la libre podía actuar la Generalitat independentista, que incluso podía gastar sin control alguno el dinero que se le daba, a tipo de interés cero, para pagar facturas y sostener servicios básicos de la administración.
También es muy relevante cuán light ha sido la aplicación del 155 que ha mantenido en su cargo a personas como Molons o al secretario autonómico que planto al Rey en la inauguración del Mobile.
Aquellos que sostienen que en Cataluña hay algún tipo de represión pueden hacerlo precisamente por la candidez de Moncloa. En voz baja el separatismo empieza a decir que si Rivera convierte las encuestas en realidad echaran de menos a Rajoy.
La lucha cainita por el poder entre separatistas permite que la justicia, siempre lenta pero inexorable, realice su trabajo. La batalla a muerte entre los diversas facciones independentistas permite que salga a la luz, cada vez con mayor claridad, lo que el separatismo estaba perpetrando, que no era otra cosa que una voladura incontrolada del estado de derecho.
Si el independentismo hubiera convertido su victoria del 21-D en escaños, nada de esto se estaría revelando
Esta agotadora batalla permite que, poco a poco, la niebla se disipe y salga a la luz la oscuridad de los planes de comités estratégicos, mossos espía a la orden de gente fácilmente adivinable, dinero que se birla cual truco del mago Tamariz para cicateárselo a profesores o bomberos, siempre dispuestos a ser timados “por los suyos”, para usarlos en publicidad ilegal e inútil.
Si el separatismo hubiera convertido su victoria en escaños del pasado 21-D en Gobierno nada de todo esto se estaría revelando.
La semana termina con el magnifico anuncio de la división del Grupo Parlamentario de Junts Per Catalunya en dos, el grupo de fieles irreductibles de Puigdemont, que formarán Junts per la República y los diputados del Pdecat.
Los separatistas obtuvieron 70 diputados, entre presos preventivos y diputados fugados andan por 64, uno menos que la suma del resto de grupos. A esa buena noticia se suma la división del grupo mayoritario.
Ya no son tres grupos, son cuatro. La próxima semana nos deparará nuevas y buenas noticias. Para que Turull o Artadi sean investidos la CUP debe dar su ok. Quizás también ellos se dividan y pasemos de cuatro a cinco grupos.
Quienes toman las decisiones cada vez darán menor relevancia a los que se concentran en su autodestrucción
Mientras, las decisiones verdaderamente importantes, como si hay Presupuestos Generales del Estado, si España ocupa una vicepresidencia del BCE, o quién ocupa un cargo en el BEI en nombre de nuestro país, seguirán siendo tomadas sin ellos. Y quienes las toman, cada vez darán menor relevancia a los que se concentran sólo en su autodestrucción.
Quizás sea razonable pensar que los que se tomaron tanta molestia en dinamitar su tierra y nuestras vidas sean igual de perseverantes en destruirse a ellos mismos: Puigdemont contra Junqueras, Puigdemont contra Pascal, la CUP contra todos, Graupera contra Munte, Puigdemont contra Tarda, Bosch en el Ayuntamiento contra los concejales separatistas del equipo de Colau, todos contra Vila.
La viñeta final de los cuadernos de Asterix hecha realidad.