La comodidad de los bares
Dejemos de hablar de si los bares están cómodos abriendo. El asunto es la supervivencia de los centenares de miles de personas
Teresa Ribera, vicepresidenta para aguar a Pablo Iglesias y ministra de Transición Ecológica, preguntada sobre las quejas del sector de la hostelería en relación al proceso de desconfinamiento, dijo recientemente que “el que no se sienta cómodo que no abra”.
Como si abrir o no fuera una opción, como si estuvieran cerrados por decisión propia, como si cada día que pasan cerrados no fuera como una inexorable cuenta atrás camino de una ruina garantizada.
En España hay 183.000 bares, somos la primera potencia mundial. Donald Trump no lo sabe, pero hay más bares en España que en todo el territorio de los EE.UU. Los bares son el 58% del sector de la hostelería en España. Poca broma.
Pero los bares son mucho más que eso. Los bares son nuestra vida. En los bares nos encontramos con nuestros amigos, celebramos victorias deportivas y personales, hacemos confidencias… Los españoles, cuando tenemos un problema no nos cerramos en casa, nos refugiamos en un bar.
Últimamente se ha acuñado un odioso termino: la «nueva normalidad». No hay nueva normalidad que valga hasta que no podamos volver a un bar tal como hemos hecho toda nuestra vida.
De los 9.000 municipios que hay en España, resulta que 5.000 tienen menos de 1.000 habitantes y en esos municipios el centro de vida social, el único, es el bar. Allí donde cerraron los comercios, no hay oficina bancaria y la mayoría de la población está jubila da el único lugar de encuentro, el punto donde se dejan los recados, llegan los paquetes, y se vende de todo es el bar.
Mientras los bares no abran “como toda la vida” no habrá normalidad, no existe nueva normalidad que valga, así que la frase la ministra es desafortunada, no estamos hablando de comodidad, sino de supervivencia de los centenares de miles de personas, muchos de ellos autónomos, que viven de los bares y de la sociedad en su conjunto.
¿Qué es una calle sin bar? Un lugar más oscuro y más inseguro. ¿Qué es una manzana sin un bar abierto a las 6 para tomarse el café antes de ir a trabajar? Un lugar inhóspito. ¿Cómo sabe un español que un día es fiesta de guardar? Porque el bar altera su horario o está cerrado.
El plan de desconfinamiento para la hostelería es un galimatías imposible: ¿Puede abrir la terraza pero no puedo entrar en el bar para ir al lavabo? ¿He de guardar cola para sentarme en el 50% de la terraza que van a habilitar? ¿Puedo pelar una gamba salada con guantes? ¿La máquina recreativa aceptará monedas y la pondrán en la calle para poder jugar? ¿Puedo compartir unas aceitunas? ¿Si el bar tiene la terraza en la calle pero está dentro de un centro comercial puede abrir la terraza? ¿Qué pasa con el bar de un museo cuando abran los equipamientos culturales? ¿Puede abrir el bar de un hotel si están cerrados los espacios comunes?
En Valencia, la concejal de espacio público, Lucia Beamud, a preguntas de representantes del mundo de la hostelería sobre si podían ampliar terrazas o modificar horarios para poder rehacerse económicamente dijo que “lo fundamental es garantizar el derecho de los vecinos a descanso”. Creo que tras casi dos meses en casa estamos que más descansados y que quien más quien menos lo que quiere es bajarse al bar a tomar algo. Lo demás son excusas.
La Asociación de Trabajadores Autónomos (ATA) calcula que las ayudas sociales por las que Pablo Iglesias dice que recibió miles de felicitaciones han llegado solo al 1% de los mismos. Muchos de ese 99% de autónomos que se han quedado sin ayuda son propietarios de un bar y quizás ahí está su delito para Ribera y Beamud ¡Son propietarios¡ Les preocupa pagar el alquiler, ganarse un jornal, pagar a sus proveedores, seguir trabajando ¡¿Cómo se atreven?¡
Seguramente Pablo Iglesias, que tal como dijo en el Congreso de los Diputados “tiene la suerte de tener jardín” (sic) y ya está en el nivel catering y se ha olvidado del “¿Qué va a ser?” con el que te reciben en todos los bares.