¿Cristina Cifuentes es catalana?
La politización de las universidades es un mal en el que no parece haber diferencia entre Cataluña y el resto de España
El mundo «indepe», publicado y no publicado, recibe con regocijo el episodio de Cristina Cifuentes. Lo ven un síntoma de la crisis española y es que efectivamente nuestro país vive un periodo turbulento e incierto en gran medida gracias al movidón que ellos han organizado y el resto –los gobiernos de la nación al frente– hemos tolerado.
De los creadores de “vamos a asaltar las cajas de ahorro” llegó a nuestras pantallas “vamos a copar las universidades”.
La politización de las universidades es un mal en el que no parece haber diferencia entre Cataluña y el resto de España: Pablo Iglesias, virrey de la Complutense; el ex diputado de Junts pel Sí, Oriol Amat, rector de la Universidad de Vic; la Juan Carlos para el PP; la Carlos III para el PSOE.
Como en las cajas, a más políticos menos prestigio, más caída en los rankings y mayor dependencia del presupuesto público.
El episodio del máster debería llevarnos a la reflexión sobre si a la política se dedica una muestra representativa de la sociedad o un grupo cada vez más corporativo y cerrado formado por un mix entre funcionarios –en la seguridad de la excedencia– y personas procedentes de las juventudes del partido sin recorrido profesional alguno.
De Roca Junyent a Rufian, del Guti a quien haya ahora al frente de los «comunes» en el Congreso no creo que la cosa esté para tirar cohetes, al igual que al PSOE le faltan en su bancada Maravalles o Semprunes y a la derecha Fragas y Ruizes Gallardones (el padre).
En estas circunstancias tener un gobierno central débil es lo peor que nos puede pasar
Cifuentes destapa una crisis profunda en el PP, que vive varias crisis superpuestas: el mal resultado en Cataluña, la caída de Cifuentes, las encuestas desfavorables a nivel nacional, la mala relación entre diversas facciones del partido, la expectativa de una sentencia demoledora en la Gurtel…
La frase de que la mejor forma de ahuyentar una crisis es estar en el Gobierno no parece valer para los populares. Millones de españoles moderados esperan una razón para no votar a Ciudadanos, a Vox, o engrosar la abstención en mayo del próximo año.
Mientras, debemos preguntarnos cómo afecta esto a Cataluña: mucho. El «show indepe» ha sumido a Cataluña en una crisis social y política sin precedentes, de la que aún no hay un final escrito ni se ha tocado fondo. En estas circunstancias tener un gobierno central débil es lo peor que nos puede pasar.
Las debilidades del Gobierno monclovita han sido siempre aprovechadas por el nacionalismo periférico para sacar tajada.
El PNV aprovecha la debilidad parlamentaria del PP para incrementar su pseudo independencia con más recursos y más competencias. El nacionalismo catalán, mutado a separatismo, en efecto es ahora mucho menos eficaz, mucho más radical e infinitamente más torpe que en tiempos de Roca o Duran i Lleida, pero es tenaz y persistente.
No tener enfrente a un gobierno fuerte, con ideas claras, con capacidad de dar respuesta y bien asentado, no pendiente de su supervivencia diaria, no es buena noticia. Mayo nos garantiza otro «dragon khan», una nueva entrega de un proces con más temporadas que Cuéntame.
La lucha entre los «indepes» partidarios de elecciones en julio y los «indepes» partidarios de formar gobierno antes del 22M nos traerá nuevos plenos no natos (en lo que Torrent es ya todo un experto), nuevas extravagancias de investidura, nuevas peripecias judiciales –a todos nos deberían convalidar ya unas cuantas asignatura de derecho como a Cifuentes– y, al fin, vete a saber si sí o no una investidura de alguien que no sea Carles Puigdemont, cosa que solo ocurrirá si los suyos pasan por encima de su cadáver político.
Ante este carrusel de emociones, la aprobación de los presupuestos generales del Estado son una buena noticia porque cierran un frente al Gobierno de Rajoy y le garantizan llegar hasta la triple convocatoria de mayo de 2019.
Una España sin gobierno mientras en Cataluña se constituye uno de cariz claramente desafiante no solo al Estado si no a todos los que no pensamos como ellos hubiera sido la peor noticia.