Jihadismo y petróleo en Irak
Saber si Irak mantendrá su errática unidad es el gran interrogante. A la vista de lo que pasa, la balcanización violenta, la guerra religiosa, el terrorismo jihadista inspirado por Al-Qaeda y la inestabilidad del precio del petróleo acabarían por encajonar definitivamente a Irak como Estado fallido. Ya ha comenzado el éxodo de la población, en un maremágnum siniestro.
Una vez más, el candor demuestra su escasa capacidad analítica con comparación con el realismo y la tesis del mal menor. Después de los fiascos de la primavera árabe, Siria es un caso flagrante: frente a un régimen sanguinario, el jihadismo ha monopolizado la oposición hasta convertir la hipotética transición en una guerra civil.
En Irak, los jihadistas del sunnismo conquistan territorios en un enfrentamiento de intransigencia a muerte con los chiítas, una lucha que como consecuencia ya tiene perfiles de guerra civil para largo tiempo. Frenar el sectarismo religioso sería una solución pero por ahora es una imposibilidad.
Los ayatolás chiítas convocan a las armas, mientras la Jihad avanza deprisa hacia el objetivo de un gran califato con capital en Bagdad. Por el momento, impone la ley islámica en sus puntos de avance. Como acostumbra a ocurrir en todo el Oriente Medio, el jihadismo sigue con su objetivo de erradicar por el terror el cristianismo de la zona, esencialmente la iglesia caldea. Y hay que añadir el factor kurdo.
Casi todos los analistas coinciden en que el detonante ha sido la incompetencia abismal de gobierno de Al-Maliki incapaz de lograr una reconciliación, después de haber ninguneado al Irak sunnita. Irán se está entrometiendo aun más. Barack Obama se mantiene a la espera. Washington comienza entenderse con el Irán chiíta para evitar que la Jihad sunnita tome Bagdad. Ya se sabe: el enemigo de mi enemigo es mi amigo. Por su parte, los jeques del Golfo apuestan por la Jihad sunnita. Alguien, claro, está pagando el incremento armamentístico en la zona. Hay riesgo de que el ejército iraquí se desintegre.
A efectos de la “realpolitik” que suele ser determinante, el impacto del desgarramiento iraquí en el precio del barril de crudo es fundamental. Hay una cierta histeria y mucha confusión en los mercados energéticos. ¿Quién va a conseguir el control de los pozos petrolíferos en la antigua Mesopotamia? Tantas incertidumbres ya han tenido ecos bursátiles.
En el mejor de los casos, por mucho tiempo la estabilidad será el gran ausente en Irak. Imperará la intolerancia y la lucha armada. La guerra confesional está a dos pasos. No parece que Al-Maliki sea capaz de reinventar un equilibrio que siempre fue precario. Como recuerda Fareed Zakaria, director de Time, Al-Maliki pasó 24 años en el exilio, entre Teherán y Damasco, y su partido fue financiando largamente por Irán. Ya en el gobierno, tras la intervención militar norteamericana, sus políticas han sido pro-iraníes y pro-sirias.
En pleno siglo XXI, sunnitas y chiítas siguen empeñados en la destrucción mutua, algo que se remonta a la muerte de Mahoma y que, en la hipótesis de tener efecto permanente en la cotización del petróleo, puede dañar la recuperación tras la crisis de 2008.